Espiando al cr¨ªtico de jazz
Eric Hobsbawm, ilustre historiador, fue objetivo de los servicios secretos brit¨¢nicos
En 2012, cuando falleci¨® Eric Hobsbawm, pocas de las necrol¨®gicas publicadas en Espa?a hac¨ªan referencia a cierta querencia del gran historiador: fue un activo amante del jazz e incluso, durante los a?os cincuenta y sesenta, ejerci¨® como cr¨ªtico profesional para The New Statesman, bajo el seud¨®nimo de Francis Newton. Sintom¨¢ticamente, comenz¨® en el a?o tormentoso de 1956: cuando, tras la invasi¨®n de Hungr¨ªa, discrep¨® de la disciplina del Partido.
Un dato que s¨ª conoc¨ªan en los servicios secretos brit¨¢nicos. El pasado a?o, acogi¨¦ndose a la legislaci¨®n contra la opacidad oficial, alguien solicit¨® el expediente de los servicios de inteligencia sobre el pensador marxista, el llamado Personal File. Aunque los documentos solo llegaban hasta 1964 (el Gobierno de Su Majestad se reserva todo lo que tenga 50 a?os o menos), se materializ¨® un tocho considerable: m¨¢s de mil p¨¢ginas. Faltaban carpetas y muchas hojas estaban censuradas pero lo que quedaba revela que el MI5 dedic¨® muchos recursos a investigar a Hobsbawm, al que no dud¨® en zancadillear sistem¨¢ticamente.
En el MI5 seguramente ignoraban el gui?o que implicaba el alias: Frankie Newton fue un trompetista, negro y comunista, que toc¨® incluso en la versi¨®n original de ¡°Strange fruit¡±, por Billie Holiday. Lo esencial: una vez que aparec¨ªas en el radar de los cazadores de esp¨ªas sovi¨¦ticos, toda tu vida era asunto de estado. Si Hobsbawm daba una conferencia sobre jazz, all¨ª se colaba un agente para tomar notas. Como el Partido Comunista de Gran Breta?a estaba plenamente infiltrado, el expediente tambi¨¦n recoge numerosas opiniones negativas de sus camaradas: Hobsbawm no era muy popular, por su escaso respeto por la dirigencia. En su abismal ignorancia, un comentario me ha llegado al alma: alguien atribuye su nivel de vida al ¡°dineral que debe ganar escribiendo sobre jazz¡±.
En realidad, el jazz le aport¨® m¨¢s vida social que dinero. En sus viajes, descubri¨® que hab¨ªa ¡°una red global de intelectuales que amaban el jazz¡±. Pudo ver a la orquesta de Duke Ellington tocando gozosamente en un club de San Francisco, antes de que pasaran a las salas de conciertos. Libre de los prejuicios que defin¨ªan a otros predicadores del jazz, como el poeta Philip Larkin, Hobsbawm cabalg¨® c¨®modamente sobre varias olas estil¨ªsticas ¨Clas big bands, el bebop, el cool- hasta que, para su consternaci¨®n, contempl¨® como ¡°el tsunami del rock acab¨® con todo¡±.
¡°Francis Newton¡± public¨® The Jazz Scene en 1959, libro que ha ido reedit¨¢ndose ampliado y con el verdadero nombre de su autor. Aunque superado por posteriores especialistas, Hobsbawm supo plantear los grandes dilemas del jazz: la conversi¨®n en m¨²sica popular y su evoluci¨®n hacia minoritaria expresi¨®n art¨ªstica.
Nada que preocupara a los ¡°defensores del reino¡±, imagin¨¢bamos. Sin embargo, lo que revelan los documentos ahora conocidos es que los servicios secretos brit¨¢nicos fueron tan despiadados como los estadounidenses. De forma persistente, los hip¨®critas servidores de Isabel II han transmitido la idea de que, durante la guerra fr¨ªa, fueron m¨¢s civilizados que sus equivalentes de Washington.
Y no. Eric Hobsbawm estuvo incluido en una lista negra que le imposibilitaba trabajar para la BBC. Sus cartas fueron abiertas con vapor, se interceptaron sus comunicaciones telef¨®nicas y caus¨® consternaci¨®n el saber que la Fundaci¨®n Rockefeller le financi¨® un a?o de estancia en Latinoam¨¦rica.
Parad¨®jicamente, Hobsbawm s¨ª pudo llegar a ser un esp¨ªa. Lo supimos mucho m¨¢s adelante, cuando t¨¦cnicamente ya estaba integrado en el establishment como miembro de la Orden de los Compa?eros del Honor. En su autobiograf¨ªa de 2002, A?os interesantes, reconoci¨® que estuvo dispuesto a hacer lo que fuera necesario para el triunfo del comunismo internacional; sin embargo, nunca le llamaron para lo que se denominaba coloquialmente ¡°la palmadita en la rodilla¡±, la invitaci¨®n al trabajo clandestino. En Mosc¨², tampoco se fiaban de alguien que publicitaba aquella m¨²sica de negros: una extravagancia que escond¨ªa vaya usted a saber qu¨¦ peligrosas heterodoxias.
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