El cuerpo del artista como arte
La locura de 'performances' ha llevado a las vanguardias a un laberinto sin salida
En la primavera de 2010, el MoMA inaugur¨® una performance de Marina Abramovic que consist¨ªa en que la artista estaba sentada en una silla de madera ante una mesa peque?a en mitad del gran vest¨ªbulo del museo. Frente a ella, al otro lado de la mesa, hab¨ªa una silla vac¨ªa. La artista se hab¨ªa comprometido a permanecer all¨ª sentada durante todo el d¨ªa sin hablar ni moverse, ni siquiera para ir al ba?o. Los visitantes, por riguroso turno, pod¨ªan sentarse frente a ella todo el tiempo que desearan para contemplarla de cerca en silencio y sentirse participantes de la obra. Algunos estaban solo un par de minutos, pero otros aguantaban m¨¢s de siete horas, ante la protesta de cuantos esperaban impacientes su turno en una cola que daba la vuelta a la manzana. Quienes se sentaban frente a la artista juraban que hab¨ªan experimentado una paz interior inenarrable. Algunos incluso lloraban. La performance fue el suceso art¨ªstico del a?o 2010 en Nueva York.
Antes y despu¨¦s de este n¨²mero, Marina Abramovic, hasta entonces desconocida, ya hab¨ªa rendido culto al arte masturb¨¢ndose y defecando en p¨²blico e incluso representando su propio entierro. Marina Abramovic empez¨® su carrera punte¨¢ndose con una navaja entre los dedos abiertos de la mano hasta hacerse sangre si se equivocaba. Ese mismo n¨²mero ya lo hab¨ªa realizado por puro aburrimiento en el caf¨¦ Les Deux Magots de Par¨ªs, en 1936, una chica desconocida llamada Dora Maar. Este acto inusitado llam¨® la atenci¨®n de Picasso, que estaba sentado con el poeta Paul Eluard en la mesa de al lado. Picasso se acerc¨® a la chica para pedirle de recuerdo el guante ensangrentado, una pieza por la que hoy se pagar¨ªan millones de d¨®lares en una subasta de Sotheby¡¯s. Esta escena de Dora Maar no estaba preparada, no era arte, sino un simple acto de masoquismo que excit¨® al gran artista hasta el punto de convertir a aquella joven en su amante.
Uno de los conciertos m¨¢s famosos de la historia musical se dio en 1962 en el Maverick Hall de Woodstock de NY. El pianista David Tudor iba a interpretar una pieza del compositor de moda John Cage. Subi¨® al escenario y se sent¨® al piano ante un p¨²blico expectante, que hab¨ªa pagado a buen precio la entrada. El pianista no puls¨® ninguna tecla. Despu¨¦s de permanecer media hora absolutamente inm¨®vil, abandon¨® el escenario ante la protesta de los espectadores, que solo se calmaron cuando John Cage les dio una explicaci¨®n coherente: la pieza musical consist¨ªa en escuchar en medio del silencio el ruido de la calle y de la lluvia sobre el tejado.
Cuatro ejemplos
- La artista Marina Abramovic hizo una performance que consist¨ªa en sentarse en una silla durante todo el d¨ªa sin hablar ni ir al ba?o. Se dejaba contemplar por los visitantes.
- El int¨¦rprete y compositor David Tudor se sent¨® al piano y no puls¨® ninguna tecla. Permaneci¨® media hora inm¨®vil y abandon¨® el escenario.
- Yves Klein fue el primero en empapar cuerpos de j¨®venes desnudas con pintura azul y usarlos como brochas humanas restreg¨¢ndolas por el suelo y las paredes de la galer¨ªa.
- Terence Koh cre¨® una serie de cajas de cristal con excrementos humanos recubiertos de oro.
Desde que Rauschenberg y sus amigos, en los lejanos a?os cincuenta del siglo pasado, decidieron que el cuerpo humano tambi¨¦n formaba parte del arte conceptual, m¨¢s all¨¢ de la creaci¨®n de Marcel Duchamp aplicada solo a los objetos, comenz¨® la locura de happenings, performances e instalaciones, que han llevado a las ¨²ltimas vanguardias a un laberinto sin salida.
Yves Klein invent¨® las Antropometr¨ªas. Fue el primero en empapar cuerpos de chicas desnudas con pintura azul y usarlos como brochas humanas restreg¨¢ndolas por el suelo y las paredes de la galer¨ªa vac¨ªa. Este juego entre el esc¨¢ndalo y lo sorprendente se apoder¨® muy pronto de las ferias de arte, donde se cruzan el dinero, la vanidad y la pasi¨®n de los coleccionistas en medio de un aire de fiesta en la que no debes escandalizarte ni sorprenderte de nada si no quieres quedar como pat¨¢n.
En la feria de Miami, una coleccionista millonaria, caprichosa, sofisticada y pasada de rosca entr¨® en una galer¨ªa de ¨²ltima vanguardia, donde fue recibida por un joven marchante muy atractivo y decadente. En aquel espacio hab¨ªa cuadros y esculturas de artistas famosos, pero la coleccionista se detuvo ante una gabardina que parec¨ªa haberse ca¨ªdo en la alfombra desde el perchero. Iba a recogerla y entregarla al marchante, pero al inclinarse descubri¨® que de la manga colgaba una etiqueta con una cifra. Se trataba de una instalaci¨®n que costaba 100.000 d¨®lares. El galerista, con una elegancia de estar de vuelta de todo, le inform¨® de que el precio era correcto. Sin duda, la sofisticada coleccionista, al saber que aquella gabardina val¨ªa m¨¢s que un Ferrari pens¨® que deber¨ªa contener algo muy especial en los bolsillos. ¡°Nada¡±, ¡ªle dijo el joven marchante, ¡°solo es el dinero el que ha convertido esta gabardina en una obra de arte¡±. La coleccionista le mir¨® intensamente a los ojos. ¡°?Y su cuerpo cu¨¢nto vale?¡±, le pregunt¨®. ¡°Si nos metemos los dos en el cuarto de ba?o y hacemos el amor, nada. Pero si ahora nos desnudamos en esta galer¨ªa y copulamos en p¨²blico podemos pedir por esa performance un precio desorbitado¡±.
En la Feria de Basilea, dos famosos coleccionistas, Frank Cohen, acaudalado constructor de Manchester, y Charles Saatchi, marchante de marca, se enzarzaron por la pasi¨®n de poseer una escultura de Terence Koh, puesta a la venta en la galer¨ªa del norteamericano Javier Peres. La instalaci¨®n de Koh consist¨ªa en una serie cajas de cristal que conten¨ªan excrementos humanos recubiertos de oro de 24 quilates, una manifestaci¨®n contra el consumismo, seg¨²n algunos cr¨ªticos. Frank Cohen se llev¨® esta obra a casa por 68.000 libras.
Arte conceptual no es solo lo que sale de la mente del artista. Tambi¨¦n lo es si lo libera cualquier otro organismo de su cuerpo. Los excrementos humanos recubiertos de oro llevan a una pregunta inapelable: despu¨¦s de haber llevado el arte hasta el final de la creaci¨®n ?no ser¨¢ este el momento de empezar de nuevo por la inocencia de la pintura rupestre?
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