Umbral, el columnista eterno
¡®El tiempo reversible¡¯ re¨²ne en un volumen sus mejores colaboraciones period¨ªsticas
Estaban Lola Flores y Paco Umbral, a quien ella llamaba ¡°el constipa¨ªllo¡±, sentados en dos sof¨¢s rosas. Era de noche, ¨¦l ten¨ªa en la mano izquierda un vaso de tubo, medio lleno de g¨¹isqui, y ella no paraba de acomodarse el chal rojo que ten¨ªa sobre los hombros. Estaban muy bien maquillados (¡°maquillas las dos¡±), rodeados de gente que parec¨ªa ajena a lo que iluminaban los reflectores y, quiz¨¢ por eso, ambos personajes charlaban de manera distendida, saltando de un tema a otro, con la habilidad del trapecista, para el p¨²blico del programa Sabor a Lolas (Antena3).
¡ª?Y c¨®mo ves la Espa?a de hoy, Paco?
¡ªLa veo cada vez m¨¢s parecida a ti. O sea: guapa, barroca, confusa, artista y gitana. Ahora s¨ª que eres el s¨ªmbolo de Espa?a, Lola, y no antes. Porque la otra Espa?a era mon¨®tona y aburrida. T¨² tendr¨ªas que ser lo que fue la Mariana aquella a la Revoluci¨®n Francesa, que iba con una teta de fuera.
¡ªJa ja ja. Adem¨¢s, las tengo bonitas, ?eh?
¡ªEso, seguro. Las comprobaciones t¨¢ctiles ya las dejaremos para otro momento.
¡ªPue s¨ª, es verdad. Adem¨¢s, he sido muy tiesesilla de cuerpo, ?comprendes?, y m¨¢s bien llenita de atr¨¢s, s¨ª. ?T¨² te has fijado en eso?
¡ª?C¨®mo no me voy a fijar! Toda la vida, claro.
¡ªPaco, ?t¨² sabes guisar?
¡ªNo. Una cosa que hago muy bien es ir a la cocina, llenar un vaso de agua, ponerle un hielo y beb¨¦rmelo. Eso me sale perfecto. Es que yo temo engordar. Porque gordo no se liga nada, Lola.
¡ªA m¨ª me gustar¨ªa, Paco, cogerte un d¨ªa en tu casa, con tus zapatillas y tu bata, para ver c¨®mo te levantas. Porque me parece que eres un hombre muy sencillo en tu casa. Y cuando sales, lo haces con un porte que parece que te han metido un bast¨®n por la espalda.
¡ªEs que, mira: la gente no se merece la verdad. Y hay que salir a la calle con la mentira por delante.
¡ªOye, Paco, yo leo esas cosas tuyas que haces en el peri¨®dico y quiero preguntarte por qu¨¦ hablas tanto de los culitos de las mujeres.
¡ªAh, porque los culos me fascinan. Bueno, t¨² te has pasado la vida moviendo el culo en los escenarios.
¡°Esas cosas¡± que Francisco Umbral (1932-2007) hac¨ªa en el peri¨®dico eran un folio y medio que escrib¨ªa todas las ma?anas en una Olivetti roja. ¡°Iba yo a comprar el pan¡±, sol¨ªa escribir, y se encontraba con gente en el paro o comerciantes o mujeres trabajadoras o ancianos o j¨®venes y contaba lo que les pasaba. De esta manera, le tom¨® el pulso a Espa?a. Buena parte de esas columnas, publicadas en EL PA?S y en El Mundo, han sido reunidas en un volumen titulado El Tiempo reversible (C¨ªrculo de Tiza).
¡°Umbral toma Madrid, une el lirismo con la mordacidad, inflama el idioma, profundiza con el adjetivo, dispensa una iron¨ªa fuerte para denunciar, anunciar, rematar, alumbrar o desafiar y, de paso, da con la f¨®rmula m¨¢gica del articulista: entregarse en un espectacular sacrificio, menesteroso pero libre, abalanz¨¢ndose a la calle desde el voladizo de la Olivetti¡±, dice en el pr¨®logo el poeta y periodista Antonio Lucas, para quien el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras de 1996 ¡°vino a desguazar el oficio con toda naturalidad, no como quien presume sino como quien propone una beneficiosa revoluci¨®n con prisa.¡±
Con Nadiuska en la mente, cuando Espa?a le cogi¨® gusto a pecar y ¡°estaba jodida la peseta y agravados los impuestos¡±, Umbral daba rienda suelta a su prosa ¨¢cida y ocurrente, salpicada de las negritas que hizo famosas, para narrar en directo ¡°la Santa Transici¨®n.¡± Y se ocupaba de todo. De Jos¨¦ Mariano de Larra (¡°el gran parado de nuestro siglo XIX¡±), de la dictadura (¡°los defectos y las virtudes del dictador multiplicados por cuatro¡±), de Madrid (¡°Vallecas es una mula pastando en un cementerio de autom¨®viles¡±), de la democracia en pa?ales (¡°est¨¢bamos ah¨ª en el Congreso, o sea en el bar¡¡±), de los escritores y escritoras (¡°Rosa Montero tiene cara de Mafalda de Cuatro Caminos¡±), de los libros (¡°Tu libro est¨¢ bien, es er¨®tico y l¨ªrico, pero no es ereccional¡±), de los punkies (¡°llegan con sus cabezas de plumero¡±), de Warhol (¡°Andy Warhol hab¨ªa hecho con el porno duro lo que Cervantes con los libros de caballer¨ªas: prolongar el g¨¦nero hasta el disparate y la inercia, catartiz¨¢ndonos, as¨ª, moraliz¨¢ndonos¡±), de Carmen Sevilla (¡°lo que le pasaba a Carmen muslos arriba y pechos abajo¡±), de los j¨®venes (¡°Los j¨®venes, que no tienen un duro, tienen nada menos que el tiempo, la posteridad, son la justicia de los siglos, el veredicto del porvenir, y por eso cuando nos cruzamos con un joven por la calle, bajamos la vista: ?qu¨¦ pensar¨¢ este de m¨ª?¡±), de la televisi¨®n (¡°La televisi¨®n naci¨® limpia como todos los espejos, y nos hemos volcado en ella con nuestra ropa sucia, nuestros ligueros viejos, nuestro apetito negro, nuestra halitosis, nuestra fealdad grupal y nuestros orinales de oro y disenter¨ªa¡±) y, c¨®mo no, de la movida (¡°La movida fue una cosa transicional, alegre, creativa, m¨¢s libertina que liberal, llena de incentivos, ideas, iniciativas, modas, nuevas dimensiones y nuevas canciones¡±).
Anoche, durante la presentaci¨®n del libro en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid, Casimiro Garc¨ªa-Abadillo, director de El Mundo, subray¨® que ¡°releer a Umbral gracias a este libro ha sido todo un placer. ?Qu¨¦ manera de retratar una ¨¦poca, qu¨¦ manera de hacer periodismo! Era un personaje abierto, por eso pudo lograr todo lo que hizo, porque le gustaba ver y escuchar absolutamente todo. Pienso que en su obra period¨ªstica hay dos etapas: la que abarca hasta los primeros a?os de Felipe Gonz¨¢lez y, al final, los a?os de la desilusi¨®n. Lo importante es que Umbral cre¨ªa profundamente en los peri¨®dicos y los defend¨ªa aporreando su vieja m¨¢quina de escribir todos los d¨ªas.¡±
Antes, la editora Eva Serrano, editora de C¨ªrculo de Tiza, dijo que ¡°la importancia de las columnas de Umbral era tal que, si ¨¦l no las escrib¨ªa, las cosas parec¨ªan no haber sucedido. Y quien no estaba en las negritas de Umbral tal vez no existi¨®.¡± Y luego Juan Cruz, adjunto a la direcci¨®n de EL PA?S, afirm¨® que el autor de La guapa gente de derechas ¡°fue un cronista radical de la vida y un paisaje ineludible en la prensa espa?ola. Muchos de los j¨®venes periodistas de hoy han de medirse con Umbral, como quien se mide con el mar.¡± Entonces Antonio Lucas a?adi¨®: ¡°?l era ese periodista que llevaba en la sangre la capacidad de observaci¨®n y el que sab¨ªa lanzar las palabras m¨¢s lejos que la vida, gracias al excesivo capricho con el que miraba el mundo. Lo curioso es que ahora se lee a Umbral con m¨¢s placer y menos prejuicios que cuando estaba vivo.¡± Por su parte, Manuel Jabois reconoci¨®: ¡°muchos hemos tratado de imitar la mirada de Umbral para ofrecer en nuestros textos algo original. Pero la mayor¨ªa hemos salido escaldados. Porque Umbral es inimitable.¡±
¡°El peri¨®dico es la droga dura de este escritor blando¡±, dijo en una de sus columnas el dandi que era asiduo a las tertulias del madrile?o Caf¨¦ Gij¨®n, a los grandes estrenos, cenas y fiestas, con las canas bien peinadas, el fular bien anudado al cuello, las gafas de culo de botella sujetas a las orejas, la voz honda (y, s¨ª, constipa¨ªlla).
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