El conformismo de la torer¨ªa
Talavante cort¨® una oreja de peso, de esas que valen para el resto de la temporada
Alejandro Talavante cort¨® una oreja de peso, de esas que valen para el resto de la temporada y confirman que su due?o est¨¢ maduro y plet¨®rico. Fue la suya una lecci¨®n de templanza, naturalidad e inteligencia. Volvi¨® a confirmar, en una palabra, que es un torero diferente, con personalidad.
Recibi¨® a su primero con unas vistosas y lentas ver¨®nicas, ganando terreno en cada una de ellas, que no eran m¨¢s que una premonici¨®n. Galop¨® el toro en banderillas y permiti¨® el lucimiento de ese artista con los garapullos que es Juan Jos¨¦ Trujillo y del siempre eficaz Julio L¨®pez.
Llamaron al tercio final. Talavante se fue al centro del ruedo, se ech¨® la muleta a la izquierda, se plant¨® en la arena, y as¨ª, y desde lejos, llam¨® al encastado Botijito que acudi¨® con br¨ªo a la llamada. Y brotaron cuatro naturales largos, intensos, hermosos¡ Brillaron la armon¨ªa y el mando del torero y la calidad del toro, que embest¨ªa humillado y con fijeza. Tres naturales -solo tres- completaron la segunda tanda, y otros tres m¨¢s a continuaci¨®n. La plaza degustaba con gozo aquella raci¨®n de lo que quer¨ªa ser excelsa torer¨ªa, y la emoci¨®n aflor¨® por instantes intemporales. Los naturales fueron como calambres imperceptibles..
La emoci¨®n es ef¨ªmera, y tal como llega se va porque es una contracci¨®n antinatural del esp¨ªritu. Pero cuando aparece hay que atarla y asentarla para sentirla, vivirla y deleitarla. Y eso fue, quiz¨¢, lo que no hizo Talavante. Mulete¨® como los ¨¢ngeles en destellos tan cortos que no hubo ocasi¨®n de sentir la felicidad que irradia el toreo en plenitud. Su faena fue bonita, pero no excelsa; es lo que va de una oreja de peso al triunfo indiscutible y concluyente de las dos.
Quiz¨¢, es f¨¢cil decir esto desde la tranquilidad del tendido, pero qued¨® la impresi¨®n de que el artista se conform¨® con hacer una buena obra, pero no se empe?¨® en indagar los l¨ªmites del arte. Cuando acab¨® de una gran estocada, los pa?uelos afloraron en multitud y desaparecieron cuando el us¨ªa sac¨® el suyo. Esa es la medida de la emoci¨®n. Talavante se conform¨® con una oreja. El garbanzo negro de la corrida fue el sexto, que se estrell¨® de salida contra un burladero, y acus¨® el golpe hasta la muerte.
Andaba por all¨ª Juan Jos¨¦ Padilla, que lo da todo, pero no satisface. Su primero se par¨®, y el otro se movi¨®, pero el torero le aplic¨® a ambos la misma lecci¨®n: citar al hilo del pit¨®n, despegado, hacia fuera¡ -el destoreo, en una palabra-, y no interes¨®. Al cuarto, que embisti¨® repetidamente, le entraron unas ganas locas de perderlo de vista y comprobar si es verdad que existe un limbo para toros pacientes. Y el p¨²blico reprendi¨® a Padilla con un silencio ensordecedor.
El mismo castigo recibi¨® El Cid, al que ha abandonado el triunfo. Intentarlo, entre protestas, debe ser duro, pero su br¨²jula parece perdida. ?Y le quedan nada menos que seis victorinos el 5 de junio!
EL VENTORRILLO / PADILLA, EL CID, TALAVANTE
Toros de El Ventorrillo, correctamente presentados, cumplieron en los caballos, a excepci¨®n del cuarto y sexto; descastados y parados, primero y segundo; nobles y con movilidad tercero, cuarto y quinto; deslucido el sexto.
Juan Jos¨¦ Padilla: metisaca y estocada (silencio); casi entera (silencio).
El Cid: tres pinchazos y estocada atravesada (silencio); estocada (silencio).
Alejandro Talavante: estocada (oreja); pinchazo, estocada tendida y un descabello (silencio).
Plaza de las Ventas.13 de mayo. Sexta corrida de la Feria de San Isidro. Casi lleno.
Babelia
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