El beso de sus ¡®Boquitas pintadas¡¯
Entre el follet¨ªn y la novela experimental, la obra de Manuel Puig fue una provocaci¨®n
Conoc¨ª a Manuel Puig en Buenos Aires en la ¨¦poca en la que estaba corrigiendo su manuscrito de Boquitas pintadas, con la ayuda del poeta boliviano Ren¨¦ Palacios More. Me lo present¨® Luisa Futoransky en una chocolater¨ªa de la avenida Corrientes donde ensayaba sus particulares lecturas del tarot. Despu¨¦s nos fuimos todos a una fiesta que daba Ediciones de La Flor en honor de Vinicius de Moraes. Fue all¨ª donde descubrimos que Manuel Puig hab¨ªa sido compa?ero de pupitre de dos de mis t¨ªas maternas en el colegio Ward de Ramos Mej¨ªa, donde ¨¦l estaba interno. ¡°A vos te conoc¨ª en la pancita de tu mam¨¢¡±, me dijo. Por entonces ya era una nueva estrella de las letras argentinas gracias a su primera novela, La traici¨®n de Rita Hayworth, que era el libro de moda en la ciudad. Pero tard¨¦ casi un a?o en leer Boquitas pintadas, que compr¨¦ ya en Madrid, en la librer¨ªa Visor, en su primera edici¨®n de Sudamericana, impresa en el mes de agosto de 1969.
Fue mi primer encuentro con ese texto que resultaba ser a la vez un follet¨ªn de atm¨®sfera kitsch y una novela experimental que su autor calificaba como ¡°una nueva forma de literatura popular¡±. Comenzando por su t¨ªtulo, sacado de uno de los versos de una conocida canci¨®n de Carlos Gardel, Rubias de New York, en la que se habla de amores comprados a ¡°deliciosas criaturas perfumadas¡±, que provoc¨® la sonada irritaci¨®n de Borges y el entusiasmo proclamado de Cabrera Infante, toda la novela termin¨® siendo una gran provocaci¨®n. Su hilo argumental transcurre en un mezquino ambiente provinciano, pueblerino ¡ªel lugar donde Puig vivi¨® su infancia¡ª, en el que se entrelazan dos dramas paralelos dignos de radionovela, pero contados con una gracia ling¨¹¨ªstica muy especial y presentados en fragmentos muy efectistas.
Hace muchos a?os, Mario Vargas Llosa sugiri¨® en un art¨ªculo que en la biblioteca de Manuel Puig hab¨ªa m¨¢s v¨ªdeos de pel¨ªculas que libros. No era una maldad, lleg¨® a tener 4.000 pel¨ªculas en su videoteca. Y la influencia cinematogr¨¢fica ha sido muy importante en toda la obra novel¨ªstica del argentino, desde las inici¨¢ticas sesiones de cine con su madre en una sala de sesi¨®n continua de su pueblo hasta el cine experimental que vio en Europa y el que se mostraba en el Buenos Aires de los sesenta.
Su formaci¨®n acad¨¦mica fue en el cine, en la Escuela de Roma y m¨¢s tarde en Par¨ªs, Londres y Estocolmo, donde comenz¨® a escribir guiones en ingl¨¦s. Sin duda, el imaginario de Puig estaba saturado de cine, el cine lo alimentaba y le apasionaba, y su marca caracterizaba a sus libros hasta el punto de que ¡ªcomo muchos escritores de su ¨¦poca y m¨¢s j¨®venes¡ª estructuraba sus novelas por secuencias. Y el lector puede ahora leerlas como si estuviera viendo una pel¨ªcula. Algo que no pas¨® inadvertido para los varios directores que terminaron llevando a la pantalla sus novelas.
As¨ª Boquitas pintadas se hizo cine gracias a Leopoldo Torre Nilsson en 1974, a?o en el que recibi¨® el premio especial del jurado y la Concha de Plata en el Festival de San Sebasti¨¢n. Y un conocido actor argentino, Alfredo Alc¨®n, protagoniz¨® el papel del donju¨¢n Juan Carlos Echepare. Tambi¨¦n terminaron siendo cine Pubis angelical o El beso de la mujer ara?a, que fue obra teatral, dos veces pel¨ªcula y musical en Broadway.
La publicaci¨®n de Boquitas pintadas y a¨²n m¨¢s el estreno de su versi¨®n cinematogr¨¢fica provocaron un gran esc¨¢ndalo en su natal General Villegas, donde algunas personas influyentes se reconocieron en los personajes del libro y lo consideraron una grave intromisi¨®n en sus vidas privadas. Y efectivamente muchos elementos biogr¨¢ficos de su entorno est¨¢n usados para sustentar el argumento. La pel¨ªcula no pudo ser estrenada en el cine de su pueblo. Y poco tiempo despu¨¦s tuvo que exilarse en M¨¦xico por las amenazas de muerte del grupo paramilitar la Triple A, y la prohibici¨®n por el Gobierno de su novela The Buenos Aires affair.
Recuerdo con emoci¨®n una entrevista para la radio que le hizo Pepe Mart¨ªn en mi casa de Madrid el d¨ªa en el que Ra¨²l Alfons¨ªn recuperaba la democracia en Argentina. Es verdad que es muy dif¨ªcil separar los libros de la persona que los escribi¨®, m¨¢s a¨²n si hubo como en este caso una amistad frecuentada en Buenos Aires, en Nueva York, en Londres o en Madrid. La originalidad de su literatura est¨¢ en consonancia con su personaje, tierno, inteligente, lleno de humor, y con un prop¨®sito que revela su mirada aguda de la realidad. ?l nos dijo: ¡°Cuando a la gente que quiere ser mejor se le proponen modelos torpes y valores ileg¨ªtimos, el rid¨ªculo, la parodia instalan su reino. Cuando el ideal es ser fino y el molde es la cursiler¨ªa, se acaba doblando el dedo me?ique para tomar la taza. Pero esto no me causa gracia. No escrib¨ª Boquitas pintadas como una parodia, sino como la historia de gentes de la peque?a burgues¨ªa que, como primera generaci¨®n de argentinos, deb¨ªa inventarse un estilo¡±.
Boquitas pintadas. Manuel Puig. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1969.
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