La impostura de Abramovic
He dejado de creerme a Marina Abramovic. Objeto que desde su nueva imagen siga vendiendo el mismo discurso entre radical y m¨ªstico
He dejado de creerme a Marina Abramovic. ?Y ustedes? Me parece que hay una grieta demasiado profunda entre su m¨¦todo de introspecci¨®n y algo que, bien visto, parece un vulgar miedo a envejecer como el de la m¨¢s absurda actriz o personaje del famoseo, quien trata de paliarlo con b¨®tox, mucho b¨®tox, borrando por completo sus facciones. Abramovic es hoy s¨®lo una cara sin vida entre tantos rostros destruidos por esos retoques sobre los cuales reflexionaba muy l¨²cidamente Orlan hace m¨¢s de veinte a?os. Pero que pase con una actriz desesperada me preocupa menos: que ocurra con una artista cuyo trabajo se basa en la mencionada introspecci¨®n y el autoconocimiento, que da talleres sobre este tipo de cuestiones, me parece una grave contradicci¨®n sobre la cual merece la pena reflexionar un momento. No critico que Abramovic haya decidido vestirse de alta costura, posar para una revista de moda y rehacerse la cara ¡ªsi esa es su opci¨®n no soy yo de los que piensan que ser artista es ser desdichado y pobre¡ª. Abramovic es medi¨¢tica y le encanta, parece. Lo que objeto es que desde esa nueva imagen siga ¡°vendiendo¡± el mismo discurso a mitad de camino entre radical y m¨ªstico, ya que, en el fondo, se trata m¨¢s bien de cierto desmedido y hasta trasnochado radical chic. Qu¨¦ antiguo.
Abramovic es medi¨¢tica y le encanta, parece. Lo que objeto es que desde esa nueva imagen siga ¡°vendiendo¡± el mismo discurso
Pasa en este momento con su puesta en escena de uno de los Sesc de S?o Paulo, lugares muy populares de la ciudad donde acude todo tipo de gente. All¨ª ejerce de mujer poderosa ¡ªporque lo es¡ª y quiz¨¢s algunos se la creer¨¢n, pero temo que ser¨¢n sobre todo los reci¨¦n llegados o los mit¨®manos desinformados. ¡°Te lo dije¡±, estar¨¢ pensando un amigo al cual no convenci¨® su performance The Artists is Present. De hecho, entre marzo y mayo de 2010 en el MOMA de Nueva York, Abramovic propuso una exposici¨®n donde, adem¨¢s de la puesta en escena del hall, en la cual la artista permanec¨ªa horas sentada y en silencio frente a los diferentes espectadores que la observaban de uno en uno y con los cuales no pod¨ªa hablar ni gesticular, se volv¨ªan a ¡°representar¡± algunos de sus trabajos cl¨¢sicos. Es posible que la performer ¡ªquien comentaba c¨®mo durante el tiempo que dur¨® el trabajo hab¨ªa decidido permanecer siempre en silencio para no perder la concentraci¨®n, cuidada por nutricionistas y fisioterapeutas, dado el esfuerzo f¨ªsico y psicol¨®gico¡ª hubiera emprendido ya su triste camino hacia el estrellato, s¨®lo que en aquella puesta en escena no supe verlo. O no quise verlo. Era demasiado doloroso observar c¨®mo el maravilloso despojamiento de esta artista ejemplar se hab¨ªa ido diluyendo en una cara retocada y unos modelos de alta costura propios de la alfombra roja en Los ?ngeles.
Mi amigo entonces me llam¨® la atenci¨®n sobre otro hecho: en una de sus performances cl¨¢sicas, Imponderabilia, de 1977, donde el espectador ten¨ªa que pasar entre dos cuerpos desnudos, el espacio de tr¨¢nsito se hab¨ªa convertido en mayor que el de origen. Bromeamos, a¨²n lo recuerdo, pensando si no se tratar¨ªa de un efecto del puritanismo estadounidense o hasta de la actual obsesi¨®n por la higiene. Llegamos incluso a pensar que era sensaci¨®n nuestra tantos a?os m¨¢s tarde: ya no impresionaban nada dos cuerpos desnudos, aunque nos obligaran a rozarlos.
Es verdad que han pasado muchos a?os en la carrera de Abramovic ¡ªy mucho b¨®tox¡ª, pero no deja de ser una pena que algo tan fundamental como sus primeros trabajos se haya banalizado de un modo tan irremediable. Estaba claro en la puesta en escena del Real de Madrid, Vida y muerte de Marina Abramovic, donde todo era estupendo salvo ella. C¨®mo me ha costado aceptarlo. Sic transit¡
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