Del arte cl¨¢sico a la modernidad triunfante
Luxemburgo exhibe calidad y estilos en unas veladas presididas por la estrella mundial Svetlana Zajarova
Ideadas por el pianista de la Opera de Viena, Igor Zapravdin y aupadas por Maggy Nagel, la ministra de Cultura luxemburguesa (famosa sobre todo por su demostrada pasi¨®n por el teatro l¨ªrico y la danza) las galas europeas de estrellas de ballet han sido un ¨¦xito tanto de p¨²blico como de oferta art¨ªstica. Programas equilibrados, entrega esc¨¦nica y nada de rutina han dejado la esperada impronta que el buen ballet deposita all¨¢ donde se le deja demostrarlo.
Ninguna gala de ballet es perfecta, ya se sabe, y el primer d¨ªa hubo nervios por un suelo traicioneramente resbaloso y alg¨²n duende suelto en la m¨¢quina del sonido. Los dos d¨ªas (15 y 16) el aforo del Gran Teatro estuvo a rebosar, lo que indica claramente la preferencias y apetencias del p¨²blico de este peque?o pero muy organizado pa¨ªs, y eso que la programaci¨®n del coliseo para esta temporada en curso contempla 25 espect¨¢culos de danza (entre los que est¨¢n Israel Galv¨¢n y el Nederlands Dans Theater) y 7 ¨®peras de repertorio.
Como pianista, Zapravdin es un int¨¦rprete vehemente; sus versiones de las danzas de La vida Breve de Falla y los preludios de Rashmaninov basculan entre la pasi¨®n y el estilo, ganando lo primero; la cerrada ovaci¨®n para ¨¦l lleg¨® con la pieza de cierre: Bienvenida a Terpsicore, un popurr¨ª de temas de ballet con abundancia de codas y grandes alegros (Drigo, Minkus, Delibes, Pugni) que ciertamente es un recurrente kit de citas ritmicas para baret¨®manos de pro, pero a la vez era una llamada de atenci¨®n y de respeto por toda esa ingente cantidad de m¨²sica tenida de habitual pormenor y despreciada por la mayor¨ªa de los sinfonistas, cuando lo cierto es que dentro de ese variad¨ªsimo corpus hay una fuente casi inagotable no solamente de cierto melodismo posrom¨¢ntico, sino de buen e inspirado material instrumental.
Ahora Zajarova ha entrado en una madurez que en Luxemburgo se mostr¨® contendida y m¨¢s equilibrada. Ella ya no necesita demostrar casi nada y ya pas¨® esa etapa de arrasar a las masas acarici¨¢ndose repetidamente la oreja con la zapatilla. Sus extensiones siguen donde estaban pero hoy sopesadas en la justificaci¨®n formal como hizo en una emotiva Muerte del cisne que dedico a Maya Plisetskaya, recientemente fallecida y m¨¢xima referente en este papel en el ballet de nuestra ¨¦poca. Entre las otras bailarinas de la velada destacaron claramente Iana Salenko (del Ballet de Berl¨ªn) y Mirna Kamara (Arena de Verona). La primera hizo un cisne negro de gran dominio t¨¦cnico y expresivo y Kamara, experta en el estilo balanchiniano hizo de Agon junto al napolitano Luca Giaccio (Ballet de M¨²nich) un dec¨¢logo de maneras depuradas en las fases m¨¢s exigentes y complejas del serialismo de Stravinski. Y ellos fueros partenaires atentos: Matthew Golding (Royal Ballet), Claudio Coviello (La Scala de Mil¨¢n) y Filip Barankiewicz (que en 2017 asumir¨¢ la direcci¨®n del Ballet Nacional de Praga como parte de ese relevo generacional que ya se ha verificado antes en Copenhague, Par¨ªs y Mosc¨²). Barankiewicz acompa?¨® a Mar¨ªa Eichwald, una prometedora artista de Stuttgart que en La S¨ªlfide, de Bournonville se mostr¨® fin¨ªsima y vol¨¢til.
?Y cu¨¢l es la intenci¨®n sumaria y concluyente de estas galas? Decir que el ballet es uno, grande y libre, que se necesita de ¨¦l como coadyuvante cultural y amalgama, como v¨ªnculo. Si ya en otras ¨¦pocas remotas y recientes el ballet ha jugado el papel de la ¡°diplomacia del pin pon¡±, ahora vuelve a erigirse en ese rol simb¨®lico . Bailarines ucranianos, rusos, checos, norteamericanos, italianos, rumanos, brit¨¢nicos¡ a los que une su arte y el af¨¢n de mostrarlo, a veces luchando contra los elementos, la burocracia y la incomprensi¨®n de los pol¨ªticos. No hac¨ªa falta un discurso reivindicativo, pues la idea flotaba triunfante en el aire y hallaba eco en la manifestaci¨®n danc¨ªstica y su clamorosa aceptaci¨®n.
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