¡®Cleopatra¡¯: negra flor en la Rambla
Un cruce entre serie negra y cr¨®nica familiar, escrita y dirigida por Iv¨¢n Morales. Emoci¨®n y verdad. Y tres grandes: Anna Azcona, Manel Sans y Cl¨¤udia Benito
1 No s¨¦ c¨®mo ser¨¢ L¡¯onzena plaga, de Victoria Szpunberg, el ¨²ltimo episodio de Tot pels diners (Todo por la pasta), pero en los dos que se han presentado en el Lliure barcelon¨¦s, ese personaje llamado Dylan Bravo, unificador de la trilog¨ªa, me ha hecho pensar en una versi¨®n ben¨¦vola del Ripley creado por Patricia Highsmith. En Mamm¨®n, de Nao Albet y Marcel Borr¨¤s, Dylan quer¨ªa desplumar y acababa protegiendo a un par de pipiolos en Las Vegas. En Cleopatra, de Iv¨¢n Morales, vuelve a Barcelona dispuesto a llevar una vida tranquila, pero decide ayudar a una muchacha que ha robado un alijo de droga a un mafioso. Pienso en la se?ora Highsmith, pero tambi¨¦n en el perfume acre de las primeras novelas de Andreu Mart¨ªn, y la estructura de la pieza me recuerda los mon¨®logos extensos y atribulados y los di¨¢logos al borde del abismo de George V. Higgins. La funci¨®n, a caballo entre la serie negra y la cr¨®nica familiar, retrata a tres perdedores que intentan acercarse y recomponerse, en la l¨ªnea de Jo mai (Yo nunca, 2013), tambi¨¦n presentada en el Lliure. Cleopatra arranca con el enfebrecido relato de Paola dando cuenta del palo y de la huida. Tras muchos a?os sin ver a su madre (y viceversa), vuelve a su piso del Poble Sec para esconderse, ¡°solo por unos d¨ªas¡±. Paola es Cl¨¤udia Benito, a la que vi debutar har¨¢ un par de a?os en?Com dir-ho? (?C¨®mo decirlo?), de Benet i Jornet, donde estaba apasionada y convincente. Aqu¨ª est¨¢ sensacional, impecable de principio a fin, sacando adelante un personaje hosco y dif¨ªcil, con un gran equilibrio entre frescura y t¨¦cnica. Hac¨ªa tiempo, en cambio, que no ve¨ªa a Anna Azcona en escena, y bien hallada sea, porque parece que Morales le haya escrito el papel a su medida; un papel, como se dec¨ªa antes, ¡°de gran lucimiento¡±. Isabel, la madre, oveja negra de buena familia, apodada Cleopatra por su pasado de cantante y bailarina en la Barcelona under de los setenta (yo me la imagino noche tras noche en la C¨²pula Venus), es una prostituta (¡°?Me he follado a la mitad de los hombres de esta ciudad!¡±) retirada y enferma, pero rebosante de fuerza, que fuma porro tras porro de mar¨ªa para combatir el dolor y lucha por crear un sindicato con sus compa?eras. Conoce todos los tejemanejes de su barrio, vive en un piso en v¨ªsperas de derribo y le ha alquilado una habitaci¨®n a Dylan Bravo, por el que siente una mezcla de simpat¨ªa y desconfianza. Anna Azcona defiende su papel con u?as y dientes. Todav¨ªa tiene alg¨²n pasaje un poco externo, un poco acelerado, pero predominan la fiereza y el desgarro, como cuando radiograf¨ªa a Dylan con frases como estas, que traduzco un tanto libremente: ¡°Conozco muy bien a los de tu raza. Hijos de madres cabreadas y agotadas y de padres puercos e idiotas. Hijos del error: os maldijeron al deciros que erais reyes. Y sois los que siempre escapan, los que siempre hieren. Los que hac¨¦is que todo acabe fatal¡±. Bueno, hay que darle una oportunidad a Dylan. Es cierto que su historial no es prometedor. Tah¨²r, actor de serie B en Hollywood, pluriadicto y traficante, cham¨¢n ocasional, perdedor nato, pero tambi¨¦n, en el fondo, cacho pan y ¨²ltimo rom¨¢ntico. Que se lo digan a Paola, que le compara con Dylan Dog, el indagatore dell¡¯incubo creado por Tiziano Sclavi: ¡°Misterioso, solitario, un poco brujo. Buen t¨ªo, como un hermano. Y con valores¡±. Esa comparaci¨®n, por cierto, no es una simple ¡°referencia¡±. No es ¡°cultura pop¡±, como dir¨ªa un acad¨¦mico. Es el mejor piropo que Paola podr¨ªa echarle, porque ese tebeo es muy, muy importante para ella. Cuando Iv¨¢n Morales habla de un tebeo, una canci¨®n o una pel¨ªcula, habla de cosas que le llegan al alma, a ¨¦l y a sus personajes. Y se nota, vaya si se nota. Para Dylan Bravo es tan esencial el Stabat Mater de Vivaldi como Cleopatra had a Jazz Band, la canci¨®n que le pide a Isabel: m¨²sicas como jaculatorias, como himnos, como salvavidas. Dylan Bravo es Manel Sans. Ahora me cuesta imagin¨¢rmelo interpretado por otro. Sans es un actor infrecuente: por c¨®mo se mueve por escena, c¨®mo cuenta, c¨®mo mira y c¨®mo escucha. A veces se apresura un poco, como Anna Azcona, y no le hace falta: cuando comienza a narrar el seguimiento de Paola, Ramblas abajo. Digo esto porque es mi trabajo decirlo, naturalmente, pero lo que queda en la memoria es lo bueno, y de eso hay mucho, casi todo. Grandes momentos: los dos careos de Isabel, con Dylan y con Paola. Y el desayuno. Y la canci¨®n solicitada. Iv¨¢n Morales cada vez escribe y dirige mejor, con mayor hondura y claridad. Cleopatra tiene verdad a espuertas, en el texto y en las interpretaciones, porque da la impresi¨®n de que este equipo sabe de qu¨¦ va la vida, y juegan en serio. Yo sugerir¨ªa, sin embargo, alg¨²n recorte: unos diez minutos menos no vendr¨ªan mal. Es un poco confusa (y reiterativa) la escena que mezcla, en clave de leyenda, lo sucedido entre Paola y su madre, y el robo de la droga. Y es demasiado did¨¢ctico el discurso de Isabel a sus Putas Indignadas: viene a decir lo mismo, con superior tensi¨®n, durante el di¨¢logo con Dylan. El tercio final est¨¢ en el punto justo entre la lucidez y la esperanza. Hay una luz inesperada. Y el mon¨®logo ¨²ltimo es de las cosas m¨¢s bonitas y m¨¢s emocionantes que he escuchado en un teatro. En esa recapitulaci¨®n, Isabel cuenta su futuro, y el de Dylan, y el de Paola. Y ah¨ª Anna Azcona est¨¢ enorme, de puro ol¨¦.
2 Tambi¨¦n he visto Distancia siete minutos, otro pedazo de obra que ha llegado a La Villarroel barcelonesa tras una gira tan larga como aplaudida. Otro trabajazo (texto, interpretaciones y puesta) de Pako Merino y Diego Lorca. Este par est¨¢ haciendo una labor personal¨ªsima, que no se parece a nada. Con ecos, claro: Exitus, su anterior entrega, me hizo pensar en Rafael Azcona, y Distancia siete minutos me ha recordado los primeros espect¨¢culos de Robert Lepage: El pol¨ªgrafo, La otra cara de la luna, Confesional. Tremenda, conmovedora historia que te deja clavado en la butaca. Como esas lluvias que empiezan suaves, te van calando poco a poco y al final llegan al hueso. Hay humor, porque siempre lo hay (esquinado, absurdo, negro) en las obras de Titzina Teatre, pero la historia de ese padre y ese hijo, y el secreto que les atormenta, es un plato fuerte. No digo m¨¢s, porque hay mucha tela que cortar. Hasta el s¨¢bado que viene.
Cleopatra. Texto y direcci¨®n: Nao Albet y Marcel Borr¨¤s. Int¨¦rpretes: Nao Albet, Marcel Borr¨¤s, Javier Beltr¨¢n, Paula Blanco, Cl¨¤udia Benito, Anna Azcona, Mima Riera y Manel Sans. Teatre Lliure. Barcelona. Hasta el 26 de mayo, y el 20 y 21 de junio.
Distancia siete minutos. Texto, direcci¨®n e int¨¦rpretes: Pako Merino y Diego Lorca. La Villarroel. Barcelona. Hasta el 21 de junio.
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