Dos tragedias que ni fr¨ªo ni calor
Este dram¨¢tico sicoan¨¢lisis en un motel del desierto no posee demasiada fuerza
Entiendo que para el p¨²blico franc¨¦s suponga un acontecimiento may¨²sculo ver actuar juntos a dos monstruos sagrados de la interpretaci¨®n patria como Isabelle Huppert y G¨¦rard Depardieu. En los t¨ªtulos de cr¨¦dito de Valle del amor se permiten el lujo de despojarles del nombre y que solo aparezcan sus gloriosos apellidos: Huppert y Depardieu. Lo cual debe equivaler a la gloria absoluta. Ser¨ªa grotesco negar el talento que atesora esta actriz y la carism¨¢tica personalidad de su colega, al que se supone que le ha a?adido aun m¨¢s humanidad su voluminoso aspecto actual y ese est¨®mago que le asemeja a una ballena. Pero en mi caso, Isabelle Huppert me resulta una actriz antip¨¢tica, no me atrae ni su presunto magnetismo ni la mayor¨ªa de los retorcidos y torturados personajes que elige interpretar en un cine siempre regido por la trascendencia y el sicologismo. Y tampoco he sido nunca fan incondicional de Depardieu, aunque reconozca que estaba memorable en pel¨ªculas como Novecento y Cyrano de Bergerac.
El director Guillaume Nicloux, autor de la sorprendente y divertida comedia El secuestro de Michel Houellebecq, ha logrado convencer a la sagrada pareja para que den vida, angustia y dolor a un antiguo matrimonio que vuelve a encontrarse muchos a?os despu¨¦s en el estadounidense Valle de la Muerte. Acuden a ese lugar tan ¨¢rido, mitol¨®gico y bochornoso convocados por las cartas que recibieron de su hijo cuando decidi¨® suicidarse seis meses antes.
Es el tipo de pel¨ªcula en la que la c¨¢mara sigue a un personaje durante cinco minutos aunque no ocurra nada en su paseo que merezca la atenci¨®n ni de ¨¦l ni del espectador. Tambi¨¦n hay planos fijos e interminables de los protagonistas leyendo cartas tan largas como presuntamente emotivas. Imagino que con el prop¨®sito de mostrar en primer plano el arte, la intensa y sutil expresividad, los m¨²ltiples sentimientos que son capaces de interpretar Huppert y Depardieu. Tengo la sensaci¨®n de que el director solo dispone de una poderosa idea inicial y que el resto est¨¢ improvisado o es epid¨¦rmico. Se supone que en el reencuentro tr¨¢gico de estas personas afloran recuerdos de su relaci¨®n, las huellas devastadoras del paso del tiempo en sus infelices vidas, el estupor y el enigma ante el suicidio de la persona que engendraron, el acoso de fantasmas viejos y nuevos, la culpa, los reproches mutuos, la ternura y la complicidad que se producen entre dos personas que se conocieron profundamente, compartieron muchas cosas y se amaron.
Sin fuerza
Pero este dram¨¢tico sicoan¨¢lisis en un motel del desierto y en los sombr¨ªos paisajes que marcaron al suicida, no posee demasiada fuerza ni capacidad para implicarme en su tragedia. Puedes ver y escuchar a esta desdichada pareja sin que te ocurra nada insoportable pero los he olvidado en cuanto termina su historia con un desenlace entre espiritual y esot¨¦rico. Supongo que le compensar¨¢ a los enamorados de Huppert y Depardieu. No es mi caso. Solo sufro ante la posibilidad real de que a ese Depardieu que pasa casi toda la trama sudando y resoplando en escenario tan caluroso, exhibiendo en la mayor¨ªa de los planos sus infinitos kilos en ba?ador o en calzoncillos, le d¨¦ un vah¨ªdo irreparable al andar subiendo y bajando monta?as en un clima infernal.
El personaje de Tim Roth en Chronic, la pel¨ªcula del mexicano Michel Franco, recuerda al del inolvidable Philip Seymour Hoffman en Magnolia. Es un tipo solitario que se dedica al cuidado de enfermos terminales con los que inevitablemente establece una gran empat¨ªa y a los que trata de endulzar con todo tipo de mimos su inminente y atemorizado traslado al otro mundo. Y me ocurre lo mismo que con Valle del amor. Que esta cr¨®nica sobre el dolor y su supuesto poder de conmoci¨®n no me proporciona ni fr¨ªo ni calor. Me deja indiferente. Y el director, que parece sentirse impotente para encontrar un final, elige uno tan absurdo como caprichoso.
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