El surrealismo dej¨® de ser un juego
Dal¨ª, Lorca y Bu?uel viv¨ªan jugando a inventar gansadas que hoy no har¨ªan la menor gracia
El tri¨¢ngulo compuesto por tres de los grandes, Dal¨ª, Garc¨ªa Lorca y Bu?uel, ha constituido una forma de pesadilla, de la cual la cultura espa?ola contempor¨¢nea no ha logrado a¨²n despertar del todo desde los inicios del siglo XX. Los tres vivieron la vida como un juego. En el ¨¢mbito internacional, Salvador Dal¨ª fue el primero en darse cuenta de que la comunicaci¨®n de masas hab¨ªa subvertido la escala de valores en el arte. La modernidad consist¨ªa en que la vida del artista, expuesta al sacrificio perenne de las c¨¢maras, era una parte inseparable, sino la m¨¢s importante, de su creaci¨®n e invirti¨® lo mejor de su talento en hacer de la impostura una fuente de inspiraci¨®n. Hoy, la controversia frente a este genio o payaso ha perdido ya la carga pol¨ªtica que tuvo anta?o, pero solo un dato no ofrece discusi¨®n: Dal¨ª no hubiera sido lo que fue sin la perversa excitaci¨®n a la que le someti¨® Gala, su mujer, amante, hidra de Lerna o medusa, la cual le quit¨® de encima el aire provinciano ampurdan¨¦s, convirti¨® su sexo ambiguo en una forma de esnobismo y sus extravagancias en un manantial de d¨®lares. Querido, si finges ser loco o extravagante, deber¨¢s mantener la ficci¨®n hasta que estires la pata. Ser¨¢ este juego el que va a alimentar tu obra.
Salvador Dal¨ª comenz¨® a imponer ya su personalidad a los tres a?os, cuando defecaba detr¨¢s de las cortinas de su casa para obligar a sus padres a buscar cada ma?ana en un lugar distinto sus excrementos y distinguirlos de los de su hermano muerto que hab¨ªa llevado su mismo nombre. Fueron sus primeras firmas aut¨¦nticas. Cuando Dal¨ª lleg¨® a la Residencia de Estudiantes en 1922 ten¨ªa 18 a?os, s¨®lo sab¨ªa contar hasta diez y apenas hablaba unas palabras en castellano. Desde la ventana del segundo pabell¨®n, Luis Bu?uel y Federico Garc¨ªa Lorca lo vieron atravesar por primera vez el jard¨ªn con la chalina y la melena de bohemio modernista y ambos quedaron enamorados de aquel ser que parec¨ªa un arc¨¢ngel. A partir de ese momento, entre ellos dos se estableci¨® una competici¨®n sorda para arrebatarse mutuamente aquella presa, la cual a su vez parec¨ªa complacerse yendo del uno al otro para encelarlos.
Por su parte, Federico Garc¨ªa Lorca hab¨ªa conseguido licenciarse en Derecho en la facultad de Granada sin abrir un solo libro gracias a la protecci¨®n de Fernando de los R¨ªos, catedr¨¢tico de Pol¨ªtico, amigo de la familia, quien luego movi¨® su influencia para que fuera recibido solo como m¨²sico o poeta en agraz, en la Residencia de Estudiantes, un centro enfocado a los estudios cient¨ªficos. Tampoco Dal¨ª ten¨ªa otra raz¨®n de caer por all¨ª que el inter¨¦s de su padre, grave notario de Figueres, en encontrar un lugar seguro y burgu¨¦s para su hijo en Madrid. En cambio, Bu?uel lleg¨® a matricularse para ingeniero agr¨®nomo, tal vez porque en Calanda su progenitor, que volvi¨® rico de las Indias, hab¨ªa comprado tierras despu¨¦s de casarse con la joven m¨¢s guapa del pueblo. ¡°?A qui¨¦n me ha mandado?¡±, se quejaba el director de la Residencia, Alberto Jim¨¦nez Fraud a Fernando de los R¨ªos. ¡°El joven Lorca anda por aqu¨ª todo el d¨ªa inventando juegos con sus amigos y no deja estudiar a nadie¡±.
Mientras la mayor¨ªa de los residentes iban para ingenieros, bi¨®logos y qu¨ªmicos, lo que les obligaba a un notable esfuerzo en el estudio, el poeta, el pintor y el cineasta, los tres todav¨ªa sin futuro, azuzados por otro se?orito holgaz¨¢n, Pep¨ªn Bello, viv¨ªan en estado de inocencia jugando a inventar gansadas surrealistas infantiles que hoy no har¨ªan la m¨¢s m¨ªnima gracia. De forma turbia se enredaban y desenredaban, hasta que la Guerra Civil deshizo el tri¨¢ngulo y el surrealismo real, no el pl¨¢stico ni el literario, los devor¨®, pero a cada uno a su manera.
Despu¨¦s de rasgar un ojo con una cuchilla de afeitar en Un perro andaluz, la fama le sobrevino a Bu?uel durante el estreno de su pel¨ªcula La edad de oro en 1930, en un cine de Montmartre en el que tuvo que montarse el propio esc¨¢ndalo al contratar a unos falsos y airados burgueses para que apedrearan la pantalla. Luego se nutri¨® del surrealismo cat¨®lico, sexo de oficio de tinieblas, de procesiones, tambores, de coronas de espinas, de corazones de v¨ªrgenes traspasados por siete pu?ales y medias con costura. Por otra parte, ?existe surrealismo m¨¢s intenso que una violenta tramontana establecida durante una semana en el Ampurd¨¢n? Dentro de ese viento loco, los payeses sueltan las peores animaladas. Dal¨ª comenz¨® a repetir en los c¨ªrculos surrealistas de Par¨ªs las frases geniales, paranoicas, sin sentido que hab¨ªa o¨ªdo a sus paisanos en los bares de Figueres.
La malvada medusa de Gala sab¨ªa que el surrealismo pl¨¢stico y literario es sustancialmente imposible, puesto que el tiempo en que se tarda en elaborar un cuadro o un poema mata la espontaneidad del subconsciente y quiebra el principio del automatismo ps¨ªquico. El surrealismo solo funciona en acci¨®n, con hechos imprevisibles, disparatados, actuando en el circo medi¨¢tico, al margen del cuadro o del poema, de modo que Gala cogi¨® el l¨¢tigo y no par¨® de azotar las nalgas de su criatura oblig¨¢ndola a realizar cada d¨ªa un n¨²mero m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa.
Pero la explosi¨®n sangrienta de la Guerra Civil fue la macabra experiencia colectiva que hizo posible vivir el surrealismo de verdad. ?Qu¨¦ verso de Poeta en Nueva York podr¨ªa alcanzar una met¨¢fora m¨¢s insondable que una descarga de fusil al amanecer en un barranco de V¨ªznar con la vega de Granada a los pies?. El surrealismo dej¨® de ser un juego. Al enterarse de la muerte de Lorca, desde la barrera Dal¨ª grit¨®: ¡°?Ol¨¦!¡±, como si su martirio hubiese sido un lance taurino. A continuaci¨®n, recomend¨® al Caudillo de Espa?a que continuara firmando sentencias de muerte porque eso le rejuvenec¨ªa mucho. Andr¨¦ Breton nunca imagin¨® que el ¨²nico surrealismo posible solo se compon¨ªa de sangre verdadera. El resto eran payasadas.
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