De paseo con Francis Al?s
El artista belga presenta dos exposiciones en Ciudad de M¨¦xico tomando como eje sus peripecias po¨¦ticas
En 2004, Francis Al?s decidi¨® reunir cerca de quince a?os de trabajo en una exposici¨®n titulada Diez cuadras alrededor del estudio. Y, en efecto, lo que ah¨ª se mostraba eran las obras que hab¨ªa llevado a cabo en las inmediaciones de su estudio, ubicado desde entonces en el Centro Hist¨®rico de la Ciudad de M¨¦xico.Es curioso que Al?s utilizara la palabra "estudio", cuando lo que ¨¦l defin¨ªa como "todo lo que vi, escuch¨¦, encontr¨¦, hice o deshice, entend¨ª o malentend¨ª" en ese per¨ªmetro hab¨ªa sucedido, de hecho, directamente en la calle.
As¨ª que el estudio era, y sigue siendo en alguna media, el espacio en el que, literalmente, se estudian las posibilidades de una obra que, sin embargo, se producir¨¢ afuera. Y producir tiene aqu¨ª el doble significado de elaborar y tambi¨¦n de ocasionar, porque el trabajo de Al?s depende en buena medida de lo que pueda suceder sobre la marcha. De hecho, podr¨ªa decirse que con sus paseos, Al?s ha arrojado luz sobre un viejo tema, adem¨¢s del propio deambular: la peripecia. La obra Si eres un espectador t¨ªpico, lo que realmente haces es esperar a que suceda el accidente (1996), es un buen ejemplo de ello. A lo largo de diez minutos seguimos (detr¨¢s de la c¨¢mara operada por el artista) la ruta que describe una peque?a botella de agua (que funciona como un doble del peripat¨¦tico autor) por las calles del centro de la ciudad. La vemos detenerse y tomar decisiones; avanzar apurada y cambiar de direcci¨®n en un instante (una sensaci¨®n cercana a la que produce un perro que parece estar llegando tarde a una cita); llegamos incluso a conmovernos ante sus devaneos y tropiezos: como cuando intenta cruzar el turbulento arroyo del Eje Central. Al final, lo logra. Pero entonces se escucha un golpe seco y la c¨¢mara cae al piso. Toma unos segundo comprender que el artista (del que nos hab¨ªamos olvidado) ha sido atropellado. Quedaba entonces claro que el arte de Al?s no s¨®lo ten¨ªa que ver con lo que se le ocurr¨ªa, sino con lo que pod¨ªa, de hecho, ocurrirle.
El artista recorre de madrugada
Lo que para un transe¨²nte com¨²n son contratiempos y distracciones, para el artista eran afortunados accidentes, en el sentido del pintor que ve una posibilidad en la gota que ha ca¨ªdo de modo fortuito sobre la tela. As¨ª, el hecho, m¨¢s bien funesto, de pisar un chicle pod¨ªa ser transformado por Al?s en un acontecimiento escult¨®rico. Una fotograf¨ªa, El momento donde ocurre la escultura, daba cuenta de la ef¨ªmera y azarosa construcci¨®n formada bajo un zapato que buscaba seguir adelante. Esto no quer¨ªa decir que Al?s no tuviera control sobre su trabajo, muchas de las piezas de esa ¨¦poca eran en realidad aut¨¦nticas puestas en escena; como la video instalaci¨®n Choques, en la que el artista ofrec¨ªa distintos puntos de vista de un curioso accidente que ¨¦l mismo protagonizaba, al caer nueve veces al suelo por la gracia de un perro que "inesperadamente" se cruzaba en su camino. Pero aun en este caso donde la peripecia era provocada, "el desarrollo y la resoluci¨®n de la pieza ¨Ccomo ¨¦l mismo explic¨®- se inscrib¨ªan en un campo de posibilidades completamente abierto".
Con el tiempo, Al?s se ha salido de aquel limitado radio de acci¨®n para llevar sus ideas a otras partes. Pero el procedimiento sigue siendo casi el mismo. Estos d¨ªas, por ejemplo, puede verse en la Sala de Arte P¨²blico Siqueiros de la Ciudad de M¨¦xico una reciente creaci¨®n en video, Paradoja de la praxis # 5, en la que el artista recorre de madrugada las calles de Ciudad Ju¨¢rez, uno de los sitios m¨¢s golpeados por la violencia asociada al narcotr¨¢fico, y mientras camina va haciendo rodar un bal¨®n en llamas, que por momentos es la ¨²nica fuente de luz en este pueblo casi fantasma. El artista y su bola de fuego se desplazan por las avenidas desiertas, iluminando a su paso los muros y puertas de casas y establecimientos ruinosos, hasta que, hacia el final, la pelota se apaga y todo queda completamente a oscuras. Una versi¨®n, podr¨ªamos decir, del video de la botella de agua, s¨®lo que aqu¨ª m¨¢s que la esfera encendida misma nos va interesando aquello que deja ver a su paso: una ciudad devastada a la que, sin embargo, el artista desaf¨ªa atraves¨¢ndola con la calma de quien se pasea por un bello parque. No cabe duda de que "a veces algo po¨¦tico puede volverse algo pol¨ªtico", como Al?s suele decir. Principio que parecer¨ªa inspirar tambi¨¦n algunos de los videos que se muestran a la par en el Museo Tamayo. Uno de ellos, No cruzar¨¢s el puente antes de llegar al r¨ªo (2008), registra la tentativa de unir Marruecos y Espa?a por medio de una hilera kilom¨¦trica de ni?os llevando barcos de juguete en las manos. Por supuesto, se trata de un acto simb¨®lico que se queda en el empe?o conmovedor que ponen los j¨®venes, desde cada costa, para formar, a pesar de las olas, algo semejante a una fila. Un esfuerzo comparable al que hace el propio Al?s en sus numerosos intentos para entrar, c¨¢mara en mano, en el coraz¨®n de distintos remolinos de polvo (Tornado, 2000-2010). La peripecia, pues, pero llevada al extremo.
Hotel Ju¨¢rez, SAPS, Calle Tres Picos No. 29, Polanco. Hasta el 26 de julio. Francis Al?s: Relato de una negociaci¨®n, Museo Tamayo, Paseo de la Reforma No. 51, Bosque de Chapultepec. Hasta el 16 agosto. Ambas en Ciudad de M¨¦xico.
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