Gringos en Cuba
En 1979, Fidel Castro y Jimmy Carter usaron la m¨²sica para escenificar un acercamiento entre los dos pa¨ªses. No prosper¨®
Est¨¢ comenzando la invasi¨®n estadounidense de Cuba y, de momento, no se tiene noticia de incidentes. Los turistas ya conocen el gran secreto: m¨¢s all¨¢ de ideolog¨ªas, el supuesto enemigo manifiesta una pasi¨®n total por el American way of life.
Estos d¨ªas, no he podido dejar de pensar en Havana Jam ¡¯79. Un festival que se desarroll¨® en tres noches de 1979, en el Teatro Karl Marx habanero: un te¨®rico encuentro de m¨²sicos gringos y cubanos. Dizzy Gillespie plant¨® la semilla: durante la parada de un crucero en el puerto de La Habana, el trompetista se escap¨® del recorrido previsto y conect¨® con m¨²sicos afrocubanos.
A finales de los setenta, Fidel Castro y el entonces presidente estadounidense, buscaban ¨Co pretend¨ªan buscar- un sigiloso acercamiento entre los dos pa¨ªses. Se necesitaban gestos para escenificar esa voluntad. Entr¨® en escena CBS, seguramente la principal discogr¨¢fica mundial en aquella d¨¦cada. Se ofreci¨® a llevar a Cuba una ecl¨¦ctica selecci¨®n de sus artistas: Weather Report, Stephen Stills, la pareja Kris Kristofferson-Rita Coolidge, Billy Joel y un dream team, la CBS Jazz All Stars. Colaron tambi¨¦n a la Fania All Stars, casi una provocaci¨®n: para las autoridades locales, la salsa era un expolio de su patrimonio cultural.
Como diplomacia, aquella fue costosa. Volaron 134 personas en un ch¨¢rter. Previamente, tres aviones llevaron toneladas de equipo audiovisual: la inversi¨®n se recuperar¨ªa gracias a la grabaci¨®n de un especial de TV y discos en directo; se esperaba que surgir¨ªa gran m¨²sica del encuentro entre los invitados y sus anfitriones.
Ya en la isla, todo se volvi¨® misterioso: si aquello era un primer paso para romper el embargo, nadie se enter¨®. El entusiasmo castrista por la reconciliaci¨®n cultural pareci¨® desvanecerse. Los medios oficiales no publicitaron el evento. Ni siquiera se anunci¨® quienes integraban aquella ¡°embajada yanqui¡±. Tampoco se pod¨ªa comprar entradas: fueron repartidas entre la nomenklatura del PCC y obreros ejemplares, probos estajanovistas que ¡ªlo he visto¡ª tienden a dormirse en espect¨¢culos que les resultan indiferentes.
Volvamos a 1979: los forasteros fueron puestos en cuarentena. Les instalaron en el hotel Marazul (hoy, Tropicoco), en Playas del Este. Un establecimiento cutre y lo bastante lejos de La Habana para evitar la ¡°contaminaci¨®n ideol¨®gica¡±: no hab¨ªa taxis y solo pudieron moverse en visitas vigiladas al Tropicana o al Museo de la Revoluci¨®n.
Para los m¨²sicos cubanos y los enterados que consiguieron entradas en el mercado negro, aquellos tres d¨ªas fueron un fest¨ªn; lo cuentan en Havana Jam, un documental que est¨¢ preparando el periodista Ernesto Juan Castellanos. Los for¨¢neos lo vivieron como una pesadilla: hubo problemas para ensayar y conflictos burocr¨¢ticos; las prometidas jam sessions no fueron posibles.
A pesar del control al que estaban sometidos, algunos de los visitantes pillaron drogas. La sorpresa del programa era el Trio of Doom, la uni¨®n de John McLaughlin, Tony Williams y Jaco Pastorius; el bajista apareci¨® muy colocado y revent¨® el concierto, que fue el primero y el ¨²ltimo del supergrupo.
?Y saben qui¨¦n triunf¨® finalmente? No Stephen Stills, que present¨® una canci¨®n para la ocasi¨®n, ¡°Cuba al fin¡±. Tampoco Kristofferson, que dedic¨® ¡°The living legend¡± a Fidel. Fue Billy Joel, demostrando que los cubanos incluso entonces conectaban con el gusto mainstream de sus vecinos estadounidenses. T¨ªpicamente, Joel rompi¨® filas con sus colegas: se neg¨® a que su actuaci¨®n cubana fuera grabada en audio o en video.
Tampoco hubo frutos pol¨ªticos. Unos meses despu¨¦s, los sandinistas conquistaban el poder en Nicaragua y Cuba volv¨ªa a ser el peligro caribe?o. Los planes de distensi¨®n de Jimmy Carter eran olvidados por su sucesor, Ronald Reagan. Seguir¨ªan 35 a?os m¨¢s de hostilidades.
Babelia
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