Dos genios unidos en el tiempo
De Orson Welles tambi¨¦n se celebra el centenario: con Cervantes forma un glorioso t¨¢ndem separado por cuatro siglos
Recibo al mismo tiempo la en¨¦sima reencarnaci¨®n (la de la Biblioteca Cl¨¢sica de la RAE) de aquel Quijote que patrocin¨® el Instituto Cervantes en 1998 ¡ªy que tantos y tan variados hijos ha engendrado a mayor gloria y peculio de mi envidiado Francisco Rico¡ª y la meritoria adaptaci¨®n que de la inmortal novela ha realizado Andr¨¦s Trapiello (Destino), al que tambi¨¦n auguro ping¨¹es beneficios cervantinos. El Quijote ha sido y es, junto con la lengua, nuestra industria cultural m¨¢s duradera y exportable, por lo que no es de extra?ar la proliferaci¨®n de ediciones en todos los formatos y modalidades (no olvido la edici¨®n "popular y escolar" que P¨¦rez-Reverte ha elaborado tambi¨¦n para la RAE). El cuarto centenario de la segunda parte ha funcionado bien como reclamo, huesos del autor aparte; hasta se ha reeditado con ese motivo el DVD Don Quijote de Orson Welles, que recoge el montaje que Jess Franck (es decir, Jes¨²s Franco) realiz¨®, bajo la "supervisi¨®n general de Oja Kodar", la ¨²ltima pareja de Welles, del ca¨®tico material que, desde 1957 hasta su muerte en 1985, el genio del cine fue rodando intermitentemente sobre la m¨¢s inmortal de las novelas espa?olas. Welles estaba fascinado por el hidalgo, como certifica la intensidad de algunas de esas im¨¢genes, rodadas sin guion ni plan, en las que don Quijote (interpretado magistralmente por Francisco Reiguera, entonces exiliado en M¨¦xico) y su escudero (Akim Tamiroff) pasean sus melancol¨ªas, m¨¢s all¨¢ de la ucron¨ªa, por el bronco paisaje de la Espa?a franquista. Y es que, como confes¨® el director al final de su vida, la pel¨ªcula que intentaba hacer no era exactamente El Quijote, sino "un ensayo sobre Espa?a". De Welles, el segundo genio de ese glorioso t¨¢ndem separado por cuatro siglos, tambi¨¦n se celebra el centenario; con ese pretexto se han publicado o reeditado algunos libros interesantes, de los que paso a dar cuenta. Anagrama se ha descolgado con la publicaci¨®n de Mis almuerzos con Orson Welles, un volumen que recoge las conversaciones mantenidas, de 1982 a 1985, por el director con Henry Jaglom; Welles, que para aquel entonces se hab¨ªa convertido en un mito neutralizado por los tiburones de la industria, se despacha a gusto sobre el cine de su tiempo, sobre sus filias y fobias, y sobre la vida y milagros de la gente de Hollywood. M¨¢s inter¨¦s tiene, en mi opini¨®n, la reedici¨®n (por Capit¨¢n Swing) de Ciudadano Welles, que recoge las conversaciones (entreveradas de cartas y notas) mantenidas en los a?os sesenta y setenta por el autor de Ciudadano Kane y Peter Bogdanovich. Es all¨ª donde leo, entre otras cosas, un esclarecedor cruce entre los dos hombres de cine a prop¨®sito de Mr. Arkadin, una pretendida novela de O.?W. (posterior a la pel¨ªcula hom¨®nima) que tambi¨¦n ha reeditado Anagrama. Welles: "Peter, yo no escrib¨ª una sola palabra de esa novela. Ni nunca la he le¨ªdo¡±. Bogdanovich: ¡°Entonces, ?c¨®mo pudieron publicarla con tu nombre como autor?". Welles: "Alguien la escribi¨® en franc¨¦s para sacarla en los peri¨®dicos en forma de follet¨ªn (¡) No s¨¦ c¨®mo lleg¨® a ser publicada, encuadernada, ni qui¨¦n cobr¨® por ello". Lo cierto es que la novela fue editada por Gallimard en 1954 como supuesta "traducci¨®n" de la que habr¨ªa escrito Welles; hoy d¨ªa numerosos estudiosos y cr¨ªticos (empezando por Jonathan Rosenbaum, el editor de Ciudadano Welles) coinciden en que el "traductor", el escritor y guionista Maurice Bessy fue, en realidad, el autor del libro. Por lo dem¨¢s, no lo hizo mal, el ghost writer. Me pregunto a qui¨¦n ir¨¢n a parar los derechos de la novela.
Ocultamientos
Nos llenamos tanto la boca con las mir¨ªficas bondades intangibles del Libro que a menudo nos olvidamos de que cada libro es tambi¨¦n un bien de consumo sujeto a las circunstancias del mercado. Protestamos si en el etiquetado de un producto de supermercado se nos miente o se nos oculta taimadamente informaci¨®n; pero nadie lo hace si la trapacer¨ªa (si les parece muy fuerte el t¨¦rmino, puedo sustituirlo por enga?ifa u ocultamiento) tiene lugar en las p¨¢ginas de derechos de un libro. Observo con preocupaci¨®n que, con mucha frecuencia, a algunos editores "se les olvida" hacer constar que un libro determinado ya fue publicado anteriormente por la misma editorial: y es que se trata de vender como novedad lo que ya no lo es. Sobre mi atiborrada mesa de trabajo abundan los ejemplos de reediciones que ocultan que lo son. Escojo al azar una de las ¨²ltimas que me han llegado: la biograf¨ªa Karl Marx, de Francis Wheen, publicada por Debate. La misma editorial public¨® el mismo libro y en la misma traducci¨®n en 2000, pero de eso nada se dice en la "nueva". Al contrario, en la p¨¢gina de derechos se (des)informa de que esta de 2015 es la "primera edici¨®n". Seg¨²n las normas del ISBN, para que exista una reedici¨®n (y no una mera reimpresi¨®n) el libro tiene que tener modificaciones: en la de Karl Marx se ha incluido un pr¨®logo (bastante digno, por cierto) de ocho p¨¢ginas de C¨¦sar Rendueles. Quiz¨¢s la primera edici¨®n de la bio no se vendi¨® tan bien como esperaban sus editores, pero ahora, con el viento de izquierda soplando con br¨ªo, habr¨¢n pensado que el libro merece otra oportunidad. Lo que los lectores/consumidores no se merecen es que les tomen por tontos.
Jergas
?ltimamente muchos peque?os ahorradores y fondopensionistas han podido comprobar en sus propias carnes y cuentas la radical paradoja de la jerga bancaria y financiera. A consecuencia de la inestabilidad econ¨®mica, de la desaz¨®n griega y de irracionalidades que ser¨ªa prolijo analizar aqu¨ª, resulta que la llamada ¡°renta fija¡± ha demostrado ser m¨¢s vol¨¢til que la variable: quienes hab¨ªan depositado en ellas sus ahorrillos para un futuro de jubiletas desahogados comprobaron que, ?alehop!, de repente y con rapidez perd¨ªan las rentillas que les hab¨ªan prometido ¡°seguras¡±. Y cuando una (o uno) ped¨ªa aclaraciones en su banco, se encontraba con que la jerga volv¨ªa a enredarla en su propio sinsentido. Una (o uno) no entender¨¢ nunca a los bancarios, seguramente porque ellos mismos no entienden a menudo lo que les dicen que digan. Pero podemos intentarlo. Dos libros recientes ayudan a "traducir" la imprecisa german¨ªa al rom¨¢n paladino de los sujetos econ¨®micos. Tomen nota. El primero es C¨®mo hablar de dinero (Anagrama), de John Lanchester (el autor de la novela Capital, tambi¨¦n publicada en Anagrama): all¨ª me he enterado, por ejemplo, de la importancia del llamado "¨ªndice de las camareras calientes" (se nota qu¨¦ g¨¦nero controla la jerga) para comprender el estado de la econom¨ªa. El segundo, m¨¢s completo, es Econom¨ªa para el 99% de la poblaci¨®n (Debate), del coreano Ha-Joon Chang, cuyas dotes divulgativas ya se pusieron de manifiesto en su 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo (Debate). Les garantizo que, si los leen, sabr¨¢n algo m¨¢s que los bancarios que le explicaron a mi amiga la contingente variabilidad de su plan de pensiones de renta fija. Lo que, en todo caso, no sirve de mucho.
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