Los se?ores de la propaganda
El Atlantida film fest muestra en varios documentales la relaci¨®n entre cine y dictaduras

Es bien sabido que una de las armas que utiliz¨® Adolf Hitler para seducir al pueblo alem¨¢n fue su magistral uso de la propaganda. Con Goebbels como eje central del gigantesco aparato de marketing del Reich, nada fue dejado al azar: ni los carteles que acusaban a los jud¨ªos de expoliar a Alemania donde estos aparec¨ªan caracterizados como monstruos con tirabuzones, ni la elecci¨®n de la esv¨¢stica como s¨ªmbolo del r¨¦gimen, ni ¨Cnaturalmente- la difusi¨®n de im¨¢genes que presentaban a los nazis como dignos herederos de Troya, Esparta o el Imperio romano.
Aunque parezca lo contrario, el cine propagand¨ªstico est¨¢ mas vivo que nunca y desde los v¨ªdeos del Estado isl¨¢mico (cuya ¨²ltima entrega, con cautivos siendo ahogados mientras dos c¨¢maras lo filmaban todo rivaliza en crueldad con los m¨¦todos del Tercer Reich), a los documentales norcoreanos, pasando por determinadas piezas visuales de grandes corporaciones que ¨Cespecialmente en Estados Unidos- tratan de vender para¨ªsos port¨¢tiles a cualquiera que tenga el dinero para comprarlos. La propaganda sigue siendo una arma de destrucci¨®n masiva y en el Atlantida film fest (festival de cine online organizado por Filmin) se puede ver estos d¨ªas algunos ejemplos de ello.
El m¨¢s pol¨¦mico (y seguramente el mejor) es el documental de Felix Moeller Forbidden films, donde el realizador alem¨¢n muestra por primera vez retazo de 40 piezas de propaganda nazi que hab¨ªan permanecido encerrados bajo siete llaves hasta hoy. Los cortos (por llamarlos de alg¨²n modo) recorren todas las obsesiones de los nacionalsocialistas y Moeller complementa el macabro descubrimiento con entrevistas con historiadores , cin¨¦filos y soci¨®logos alemanes, que diseccionan la innegable potencia visual del r¨¦gimen a la hora de trasladar a la poblaci¨®n un mensaje de ira y miedo.
Lo mejor (y quiz¨¢s lo peor) del filme de Moeller es la demostraci¨®n de que 70 a?os despu¨¦s, la propaganda nazi sigue siendo tan poderosa como lo fue en su d¨ªa (basta con echar un vistazo a El triunfo de la voluntad, de Lenni Riefensthal, para cerciorarse de ello) y su utilizaci¨®n de las herramientas ¡®publicitarias¡¯ un ejemplo de c¨®mo la realidad puede ser alterada a voluntad y empaquetada para ser consumida por un pueblo ¨¢vido de enemigos y soluciones r¨¢pidas. Como dice el periodista Richard Brody en The New Yorker, lo m¨¢s curioso de todo es que estas piezas f¨ªlmicas no fueron realizadas para provocar algo: ¡°la guerra ya estaba en marcha; los jud¨ªos ya estaban siendo deportados y exterminados¡±, sino que ¨²nicamente serv¨ªan para reforzar la visi¨®n del pueblo llano que lo que se estaba haciendo desde las altas instancias era totalmente necesario para la supervivencia de Alemania.
En el mismo marco festivalero puede verse otro documental llamado simplemente Propaganda y producido por Corea del Norte (queden todos advertidos) donde se retratan las contradicciones del capitalismo y en el que el supuesto confort del estilo de vida occidental se presenta como una suerte de hombre del saco que en realidad esconde un infierno social, pol¨ªtico y financiero. Dirigido por la realizadora neozelandesa Sabine Slavko no deja de ser un rara avis con algunos ejemplos interesantes aunque haya sido financiado por un pa¨ªs que presume de opacidad y la cumple a rajatabla.
De esa opacidad habla tambi¨¦n Aim high in creation, la extra?a obra que narra la no menos extra?a peripecia de Anna Broinowski, una australiana obsesionada con la propaganda norcoreana que consigui¨® el permiso para adentrarse en la impenetrable maquinaria del cine del pa¨ªs y que retrata uno de los g¨¦neros (podemos llamarlos as¨ª, aunque se componga de dramas, thrillers, westerns o documentales) m¨¢s desconocidos de la historia del s¨¦ptimo arte. ¡°La gente cree que ya no hacen nada, pero es porque ese cine nunca sale del pa¨ªs, nadie puede verlo, s¨®lo se usa para consumo interno y tiene un calado pol¨ªtico muy definido¡± contaba Broinowski a EL PA?S hace unos d¨ªas.
Menos propagand¨ªsticos pero radicalmente pol¨ªticos y vinculados en cierto modo a los mecanismos internos de los monstruos financieros (en lo que se han convertido determinados pa¨ªses al fin y al cabo) son otras piezas que se pueden estos d¨ªas en el festival: el mejor es UK Gold, un documental con narraci¨®n de Dominic West (el inolvidable McNulty de la serie The wire) que explica a las claras como determinadas corporaciones consiguen evadir el pago de impuestos a trav¨¦s de todo tipo de tretas (algunas legales, otras alegales y un buen n¨²mero de ellas completamente ilegales) mientras los pol¨ªticos y las instituciones del Reino Unido se distraen mirando a la v¨ªa l¨¢ctea. Con m¨²sica de Thom Yorke (Radiohead) y Robert del Naja (Massive attack), UK Gold recuerda al oscarizado documental Inside job, y es una demoledora radiograf¨ªa de lo f¨¢cil que es para los gigantes de la econom¨ªa esquivar los d¨¦biles controles de un sistema ¨Caparentemente- edificado para su tranquilidad y beneficio.
Las otras pel¨ªculas que deber¨ªan remover los est¨®magos cin¨¦filos son Children 404 y Village Mod¨¨le. La primera es una terror¨ªfica recopilaci¨®n de testimonios de ni?os y adolescentes rusos que explican las vejaciones y abusos que sufren en su vida diaria. Una pieza dur¨ªsima que pone de manifiesto los peligros de la red y lo sencillo que resulta en un mundo conectado abusar de la informaci¨®n y convertir lo que antes era la persecuci¨®n en el patio de un colegio en una aniquilaci¨®n identitaria en toda regla, para la que no hay soluciones obvias o inmediatas. El segundo, Village Mod¨¨le, vuelve al modelo propagand¨ªstico norcoreano para descubrir un pueblo fantasma en un ejercicio de cine francamente desconcertante pero que demuestra que, al contrario de lo que muchos afirman, al s¨¦ptimo arte no se le acaban las pilas.
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