Las limitaciones del m¨²sico honrado
El nuevo disco de Mark Knopfler, 'Tracker', plantea un pl¨¢cido remanso ante la est¨²pida velocidad del mundo actual
El artista honrado reconoce sus limitaciones. El m¨²sico de coraz¨®n anda inmerso en sus arpegios y desoye la codicia. As¨ª es Mark Knopfler (Glasgow, 1949), confiable artesano cuyo fiel p¨²blico ni siquiera imagina cu¨¢nto lo maldicen los esnobs. Amasada una impensable fortuna con Dire Straits, rumboso placebo rock de los ochenta, finiquit¨® la empresa para sentirse libre, dice, y poder trabajar a peque?a escala. Lo ha hecho en diversos frentes: sus bandas sonoras funcionan en pantalla, ha grabado con Bob Dylan, Emmylou Harris y Chet Atkins, y los discos a su nombre mantienen una l¨ªnea constante, art¨ªstica y comercial. El octavo alcanza un nuevo estadio en ese desvanecimiento del ego que el sedoso guitarrista protagoniza desde que en 1972 llega a Londres para hacerse m¨²sico profesional.
El ¨¢lbum abunda en arrullos celtas, patrones de rhythm & blues, country crepuscular y pr¨¦stamos de J. J. Cale; lustrosos pero livianos arreglos donde su adusta voz recibe el ocasional contrapunto femenino de Ruth Moody; y odas a literatos olvidados: el poeta Basil Bunting, a quien conoci¨® en su gru?ona vejez, o la novelista Beryl Bainbridge, ninguneada en vida por los acad¨¦micos. Es con esas figuras ajenas a la gloria, y con el hombre de la calle, con quien Knopfler desea alinearse. Ante la est¨²pida velocidad del mundo actual, Tracker plantea un pl¨¢cido remanso: esta m¨²sica, tan arraigada en la tradici¨®n, se esfuma ante los sentidos. Modesta magia.
Tracker. Mark Knopfler. Mercury-Universal.
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