Un bache
Llega un d¨ªa en que el tel¨¦fono deja de sonar. ¡°Creo que voy a dejar el teatro. Del todo. Trabajar de otra cosa. De hecho, ya estoy trabajando de otra cosa¡±, me dice. Para intentar animarla le cuento lo que una vez me cont¨® Nuria Espert. Despu¨¦s de su fulgurant¨ªsimo debut con Medeay de las cr¨ªticas ditir¨¢mbicas, se hizo instalar el tel¨¦fono para contestar, imaginaba, el aluvi¨®n de llamadas ofreci¨¦ndole el oro y el moro. Compr¨® una mesita para colocar el tel¨¦fono, un tel¨¦fono que no son¨® durante todo el a?o siguiente. Sonr¨ªe. Una sonrisa triste. ¡°S¨ª, pero yo no soy la Espert. Ni soy joven¡±. ¡°Es un bache¡±, le digo, ¡°ya saldr¨¢ algo¡±.
S¨¦ que de poco sirve decir eso. Le pongo entonces un n¨²mero estelar de Elaine Stritcht at Liberty, que la gloriosa diva interpret¨® cuando frisaba los ochenta. ¡°Fant¨¢stica, pero es otro mundo. Cuando empezaron a irle mal las cosas en Broadway se fue a Londres y encontr¨® un nuevo p¨²blico en el West End. Y luego volvi¨® a Nueva York. ¡°Aqu¨ª, cuando te va mal, te va mal en todas partes. Perdona, es que hoy lo veo todo negro¡±.
Mi amiga no acostumbra a quejarse. ¡°Le est¨¢ pasando a mucha gente, y con m¨¢s trayectoria que yo. No lo siento ¨²nicamente como un problema laboral. Los cuarenta es una mala edad para una actriz. Te levantas y descubres que todo ha pasado muy r¨¢pido. Un d¨ªa eres Nina en La gaviota, pongamos, y otro te llaman para hacer un papel de caracter¨ªstica y has de salir a escena con una peluca te?ida. Han pasado los a?os y no eres famosa, te dicen. Y ser famosa tampoco es ninguna garant¨ªa: a veces apenas dura lo que dura una serie. En teatro basta muy poco tiempo para salir del circuito. Nunca pens¨¦ que dir¨ªa esta frase: ¡®Salir del circuito¡¯, y ya ves, en eso estamos. Los j¨®venes no te llaman porque no te conocen. Y los de tu quinta ya han formado sus grupos, como en el juego de las sillas. Llamas a todas las puertas imaginables. Y a algunas que jam¨¢s hubieras imaginado. Ya te llamar¨¢n, te dicen. Est¨¢ muy mal la cosa, te dicen, como si no lo supieras¡±.
Ahora le cuesta horrores, me cuenta, ver otras funciones, pisar un teatro. ¡°No es solo por el dinero de las entradas, que tambi¨¦n. Es que me parte el alma, como si el teatro me hubiera expulsado. O peor: como si me hubiera muerto y entrase en una casa en la que no quedaran huellas de m¨ª. Pero no nos pongamos dram¨¢ticonacionales, que dec¨ªa Piru Navarro¡±. Se echa a re¨ªr. Ni sus ojos ni su voz ni su risa han perdido la luz.
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