Existen los suicidas: ?y por qu¨¦?
El director Nabil Ayouch cuenta muy bien esta historia tenebrosa, te explica las razones del embri¨®n del yidahismo
Siempre hay un motivo gozoso, o melanc¨®lico, o hambriento de sensatez, o de incertidumbre, para que uno de los poetas imprescindibles del siglo XX, un fulano con bigote que fumaba en pipa llamado Georges Brassens, te susurre lucidez, corrosi¨®n y consuelo en sus maravillosas canciones. Despu¨¦s de ver la pel¨ªcula marroqu¨ª Los caballos de Dios recuerdo inevitablemente Morir por las ideas, que le sirvi¨® a aquel libertario gen¨¦tico, racional y corrosivo para que el Partido Comunista franc¨¦s y gente que arriesg¨® su vida en la Resistencia dedujeran que ese tipo que les parec¨ªa tan contestatario, tan suyo, expresara imperdonablemente semejantes herej¨ªas. Dec¨ªa, entre otras blasfemas cosas: ¡°Morir por las ideas, la idea es excelente. Yo estuve a punto de morir por no haberla tenido. Los charlatanes locuaces que predican el martirio casi siempre se quedan mucho tiempo aqu¨ª abajo. La vida es el ¨²nico lujo que tenemos¡±.
LOS CABALLOS DE DIOS
Direcci¨®n: Nabil Ayouch.
Int¨¦rpretes: Abdelhakim Rachid, Abdelilah Rachid, Hamza Souidek.
G¨¦nero: drama. Marruecos, 2012.
Duraci¨®n: 115 minutos.
Y tambi¨¦n me acosa, c¨®mo no, la reciente noticia de que dos fulanos, uno de ellos instruido, se cargaron el otro d¨ªa en Tunez a 43 turistas en T¨²nez (condenando a su propia gente, cuya supervivencia depende en gran parte del turismo, a la carest¨ªa, el paro, la hambruna, la desesperaci¨®n), en nombre de la sagrada guerra contra el infiel, esa gente que forman parte de un burdel. Y est¨¢ claro que el mundo supuestamente civilizado es capaz de arrasar con bombas at¨®micas la existencia de cientos de miles de civiles en Hiroshima y Nagasaki en nombre de la democracia y del mundo libre. Siempre hay excusas para la masacre del enemigo, sobre todo si has vencido.
Los caballos de Dios, como la pel¨ªcula palestina Paradise now, habla de las razones, o de las circunstancias, o de la naturaleza, o del proceso que genera la actividad homicida de un monstruo. Habla de ni?os en las chabolas de Casablanca, criados en la miseria, en la pr¨¢ctica del f¨²tbol como ¨²nico escape, en el s¨¢lvese quien pueda, en la violencia para poseer territorio, en el ¨²nico consuelo de la familia aunque ¨¦sta sea un desastre, en el acoso de una polic¨ªa corrupta acechando sus sucias salvaciones cotidianas. Saben que el presente es agobiante o resignado y que tampoco tienen futuro, son presa f¨¢cil de esa gente solidaria y autoritaria que les aseguran que tras su sufrimiento, su frustraci¨®n, su imposibilidad de encontrar un horizonte y el bien de los suyos, machacados en su ni?ez y en su adolescencia, encontrar¨¢n el sentido de su vida, su familia ser¨¢ protegida, vengar¨¢n al oprimido, follar¨¢n en la eternidad con multitud de mujeres semejantes a las que amaron o desearon en la tierra (y me pregunto: ?qu¨¦ pasa con las yihadistas suicidas, ellas tambi¨¦n van a disponer de chulazos sin fin?). Pero tambi¨¦n en ese estructurado fanatismo puede surgir la sospecha de que quieres seguir viviendo y no matar a ning¨²n desconocido, aunque todo en tu vida haya estado y seguir¨¢ crudo.
El director Nabil Ayouch cuenta muy bien esta historia tenebrosa, te explica las razones del embri¨®n del yidahismo. Y le entiendes. Y te provoca mucho miedo.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.