Amy, mito y naufragio
El documental de la artista de 'soul' llega a los cines espa?oles este viernes
Amy, el documental que triunf¨® en Cannes y que este viernes llega a las pantallas espa?olas, nos plantea una pregunta inquietante: ?qu¨¦ se puede contar de nuevo sobre una celebridad del siglo XXI? Como la de tantos famosos de la actualidad, la vida p¨²blica de Amy Winehouse se desarroll¨® en prime time, con el mundo entero mir¨¢ndola. De alguna manera, hasta su muerte tr¨¢gica parec¨ªa prevista, predestinada, asumida con antelaci¨®n.
En realidad, nuestra informaci¨®n era escasa e incorrecta. Cuando falleci¨®, en julio de 2011, se pens¨® un¨¢nimemente que ¡°la pobre Amy¡± hab¨ªa sufrido una sobredosis de drogas ilegales. Para sorpresa general, la investigaci¨®n forense determin¨® que la causa inmediata fue una intoxicaci¨®n aguda con una droga legal: hab¨ªa consumido una enorme cantidad de vodka.
Asif Kapadia, el director de Amy, se encontr¨® con un dilema muy propio del tiempo presente: dispon¨ªa de demasiados documentos audiovisuales de la cantante, incluyendo mucho material nunca exhibido. El primer montaje de Amy duraba tres horas y los pocos que lo vieron aseguran que resultaba desolador. En su forma definitiva, son 128 minutos y, de todas maneras, todav¨ªa deja un sabor amargo.
El primer montaje de Amy duraba tres horas y resultaba desolador
T¨¦cnicamente, Kapadia ten¨ªa suficientes im¨¢genes y sonidos de Amy para que ella pudiera contar sus vivencias en primera persona. Pero no bastaba: aquello fue muy r¨¢pido y ella misma no entend¨ªa la aterradora experiencia que fue su profesionalizaci¨®n, coincidiendo con su entrada en la edad adulta. La pel¨ªcula necesitaba otras voces: amigos, familiares, asociados, doctores. Y todos ellos intervienen: la abundancia de filmaciones de Amy Winehouse permite que el realizador evite ese t¨®pico de los documentales que es la sucesi¨®n de bustos parlantes.
Esa opci¨®n narrativa por parte de Kapadia tambi¨¦n tiene sus peligros. Amy nos sumerge en una vida tumultuosa sin permitirnos ni reposo ni reflexi¨®n. Kapadia incluso refleja lo que pudo sentir la Winehouse cuando sal¨ªa a la calle, fusilada por los flases de los paparazis y los focos de los equipos de TV. Aunque se menciona la posibilidad de que su tel¨¦fono pudiera estar intervenido, no se explora la relaci¨®n ¡ªen su caso, m¨¢s parasitaria que simbi¨®tica¡ª entre los medios y los famosos a los que dan caza. S¨ª se retrata la crueldad gratuita de los presentadores de televisi¨®n, esos h¨¦roes del talk show que escenificaban las maldades de sus fabricantes de gags.
La potencia del montaje de Amy esconde, sin embargo, un claro reparto de h¨¦roes y villanos. Mitch Winehouse no sale bien parado: el padre de la artista se present¨® en la isla caribe?a donde ella estaba intentando recomponerse¡ acompa?ado por un equipo de filmaci¨®n, dispuesto a rodar un documental que se titular¨ªa finalmente Saving Amy (Salvando a Amy). Fue Mitch qui¨¦n decidi¨® que su hija no necesitaba acudir a rehabilitaci¨®n, inspirando de rebote la memorable canci¨®n Rehab, pero tambi¨¦n facilitando que sus problemas crecieran.
El padre de la cantante, Mitch Winehouse, no sale bien parado
Blake Fielder-Civil, el gran amor de la vocalista, queda retratado como un macarra, en todos los sentidos de la palabra: el dinero de su enamorada servir¨ªa para pagar el silencio del propietario de un pub al que Fielder-Civil y otros amigotes agredieron, un soborno que le ganar¨ªa una severa condena de c¨¢rcel.
La nueva edad dorada del ¡®soul¡¯ que impuls¨® ¡®Back in black¡¯
Amy Jade Winehouse lleg¨® en una ¨¦poca buena para las cantantes femeninas. Pero ella ten¨ªa argumentos m¨¢s que suficientes para destacar en el mercado. Primero, su eclecticismo natural: dominaba la sensibilidad pop del Brill Buildingneoyorquino, pod¨ªa cantar standards, manten¨ªa el tipo ante m¨²sicos de jazz, no le costaba acoplarse a los ritmos jamaicanos, hasta quer¨ªa medirse con raperos.
Lo segundo, y quiz¨¢s no suficientemente valorado: compon¨ªa con pasmosa facilidad, escribiendo letras crudas y certeras. En Amy, el documental que se estrena este viernes en Espa?a, se incluye una entrevista primeriza donde lamenta que ahora no haya cantautores tipo James Taylor o Carole King. En realidad, aunque usaba lenguajes diferentes, ella aspiraba a ese grado de perspicacia emocional y honradez expresiva.
Y lo m¨¢s evidente: esa voz, con su pellizco de soul de la vieja escuela, felizmente alejada de manierismos. No pretend¨ªa ser una nueva Aretha Franklin: era una chica de barrio, bendecida por esa capacidad brit¨¢nica para absorber m¨²sicas lejanas, que utilizaba sus ense?anzas para intentar explicarse ante el mundo.
Su ejemplo reverbera por todo el pop triunfal de los ¨²ltimos diez a?os. El impacto de Back in black facilit¨® la aceptaci¨®n global de pulidos vocalistas londinenses como Adele o Sam Smith.
Gracias a la asociaci¨®n con Amy, han prosperado los Dap-Kings, la banda oficial del sello Daptone; uno de sus productores, Mark Ronson, ha arrasado recientemente con Uptown funk, cantada por Bruno Mars.
No hay que olvidar a Raye Cosbert, el segundo manager, que tom¨® la decisi¨®n fatal de mandarla de gira cuando Amy estaba fr¨¢gil, como si creyera que la carretera tiene virtudes salv¨ªficas para artistas quebradizos. Ella se defend¨ªa perfectamente en directo pero sus actuaciones masivas coincidieron con sus momentos de debilidad; le toc¨® lidiar con p¨²blicos envenenados, que tal vez esperaban secretamente verla hacer el rid¨ªculo.
Por el contrario, el papel de guardi¨¢n paternal recae en Nick Shymanksy, primer representante de Amy. Aunque, a toro pasado, cualquiera puede se?alar los errores. Tambi¨¦n queda bien su discogr¨¢fica Universal Music, lo que era previsible: la multinacional ha financiado el proyecto del documental.
Sensible a su mala reputaci¨®n, la industria musical se ha movido con pies de plomo alrededor de Amy: el mes pasado, el actual jefe de Universal Music en el Reino Unido, David Joseph, aseguraba haber destruido las maquetas y dem¨¢s material in¨¦dito suyo, para evitar que en el futuro salgan discos flojos o los llamados desenterrados, donde se pone nuevos fondos instrumentales a pistas de voz. Con todos los respetos, cuesta creerlo; adem¨¢s, de todo lo grabado por una figura importante se hacen m¨²ltiples copias.
En general, se podr¨ªa afirmar que Universal no cedi¨® a sus peores impulsos a la hora de vender la m¨²sica de Amy. Acept¨® que ella no ten¨ªa suficientes energ¨ªas para intentar conquistar el mercado discogr¨¢fico m¨¢s importante, el de Estados Unidos. Sac¨® correctas ediciones ampliadas de los dos ¨¢lbumes que public¨® en vida, Frank y Back to black. Como discos p¨®stumos, solo ha editado Lioness: hidden treasures (2011) y Amy Winehouse at the BBC (2012).
Lo que no se llega a explicar en Amy es la compleja naturaleza del juego en el que ella destac¨®. Sin menospreciar su inmenso talento natural, era un producto de la prodigiosa cantera pop brit¨¢nica, con sus academias especializadas y sus h¨¢biles mecanismos para cultivar proyectos vendibles.
A los 19 a?os, sin haber grabado, Amy recibi¨® 250.000 libras en concepto de adelanto de derechos de autor por sus canciones presentes y futuras. Se desenvolvi¨® seguidamente en la primera divisi¨®n del negocio musical, trabajando con productores basados en Estados Unidos, a la vez que se beneficiaba del clima creativo del barrio londinense de Camden, donde participaba en jam sessions sin llamar la atenci¨®n.
Sin embargo, a pesar de toda su potencia econ¨®mica, la industria musical no tiene un Departamento de Salud. Era evidente que algo no iba bien en Amy. Aunque los disqueros nada supieran de los antidepresivos o de los episodios de bulimia juvenil, a simple vista resultaba aberrante su adelgazamiento, su transformaci¨®n f¨ªsica: aquella chica angulosa parec¨ªa empe?ada en encarnar la versi¨®n 2.0 de las integrantes de las exuberantes Ronnettes. Segu¨ªa practicando la dieta romana: comer hasta hartarse y luego vomitar.
La cantante recibi¨® 250.000 libras con 19 a?os por derechos de autor
Podemos aceptar que Amy Winehouse fuera v¨ªctima de los modelos dominantes de belleza, que quedara damnificada por una relaci¨®n t¨®xica. Viendo el documental, nos asombra a¨²n m¨¢s saber que su baja autoestima se aplicaba incluso a sus extraordinarios poderes para componer y cantar. Es lo ¨²nico que hoy nadie pone en duda.
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