Deliciosa operaci¨®n de cataratas
Cuarenta y un intentos fallidos es un ramillete de piezas publicadas en semanarios a lo largo de varias d¨¦cadas. Son 41, pero, en modo alguno, fallidos
Uno no recuerda lo que echa de menos a la inteligencia hasta que se la vuelve a encontrar. Como, por ejemplo, en cualquier libro, reportaje o art¨ªculo que firme Janet Malcolm (Praga, 1934). Colaboradora de The New York Review of Books y The New Yorker, es una de los mejores exponentes de la excelencia de la no ficci¨®n. La doctora Malcolm con, por ejemplo, estos reportajes sobre artistas recogidos bajo el t¨ªtulo de Cuarenta y un intentos fallidos nos somete a una deliciosa operaci¨®n de cataratas sin anestesia ni dolor. Es un placer ser espectadores de c¨®mo Malcolm nos ensancha el mundo sin dejar de ser igual de misterioso aunque ahora interpretable. Como sucede con el rock and roll y el cr¨ªtico Greil Marcus, desear¨ªas que Janet Malcolm se lo hubiera le¨ªdo TODO y te hablase de TODO. Hasta el cascarrabias de Harold Bloom aplaude a Malcolm. Ambos, al tratar de libros y autores, generan parecida ansia de entender y disfrutar de la lectura. Pero mientras que Bloom exige siempre adhesi¨®n y es, demasiadas veces, un Falstaff gru?¨®n, Malcolm es generosa y elegante. No impone nada. No va contra nadie. No te pide que te pongas a su lado. Si quieres la escuchas, y tambi¨¦n, si as¨ª lo deseas, puedes ir t¨² solo m¨¢s all¨¢ de donde te dej¨®.
Cuarenta y un intentos fallidos es un ramillete de piezas publicadas en semanarios a lo largo de varias d¨¦cadas. Leemos todos esos supuestos tiros en falso sobre el cuerpo del pintor posmoderno de los ochenta, David Salle. Son 41, pero, en modo alguno, fallidos. De una manera circular, Malcolm desgrana en las propias palabras de Salle su concepto del arte: b¨²squeda, miedo, olvido, dinero, falta de amor e independencia. Su radical compromiso con lo creado desde la misma forma de pintar: sin rectificado, engendrando la sorpresa en la inmediata respuesta a una pregunta que no esperas, a una pincelada y un color que la intuici¨®n te sugiere en el presente m¨¢s absolutamente inmediato y sin vuelta atr¨¢s.
Recupera no sin iron¨ªa alfombras, chales, sesiones interminables para llegar a las fotos victorianas de Julia Margaret Cameron, su error de enfoque convertido en originalidad, y los vaivenes cr¨ªticos de su motivaci¨®n y la leg¨ªtima b¨²squeda de un lugar propio para un patito feo. Te introduce en el cuarto de revelado de Edward Weston, de los desnudos y sus modelos y sus amantes, en un juego de pistas m¨ªstico y carnal al mismo tiempo. Hay m¨¢s c¨¢mara. Thomas Struth fotograf¨ªa f¨¢bricas abandonadas y retratos de la reina y consorte en Buckingham. Diane Arbus y su b¨²squeda de freaks para una foto buena, maniquea, salvaje, qui¨¦n sabe si m¨¢s cierta que verdadera. Y, claro, tambi¨¦n los escritores.
Con ellos incide con la idea de que solo es posible la creaci¨®n como algo m¨¢s que entretenimiento si se parte de una exclusi¨®n, de una rotura, de una imposibilidad de encontrar un lugar arm¨®nico si no es el propio creador quien lo inventa. Pero es que no hay alternativa. ?Es posible aceptar el mundo sin volverlo a crear? ?C¨®mo demonios se sobrevive solo como espectador? Desde la m¨¢s generosa erudici¨®n, Malcolm te incluye en sus paseos con el artista, y casi parecen ambos estar escuchando, atentos, tu opini¨®n. En cierto modo, su prosa es tan el¨¢stica que te espera, te anima a cogerle el paso, no te dejar¨¢ atr¨¢s. Visita la novela de Bloomsbury, los distintos domicilios de Virginia y Vanessa Stephen, en toda aquella pirueta transgresora que solo pod¨ªa ser si el trampol¨ªn era la correcci¨®n y los cors¨¦s victorianos. Novelas, biograf¨ªas, cartas y visitas a las estancias donde pas¨® todo para aquella comuna creativa, disparatada, moderna. Disecciona sin bandera ni trinchera la misoginia de la novelista ?Edith Wharton. Reafirma la familia Glass, el extra?amiento, la arrogancia mortal de ese cuerpo sin defensas. Su autor, Salinger, complejo, custodio de los ni?os, de los bichos raros de las familias, suicidas, astronautas, inadaptados. Por no hablar de los cigarros en sus personajes: fumando y buscando ceniceros donde consumirse. Cigarrillos como tramas paralelas que prenden y se apagan, queman y se olvidan en cualquier lugar de la habitaci¨®n. O la bomba de la incorrecci¨®n pol¨ªtica que va desde dos autoras separadas casi por cien a?os, pero la misma pura y denostada literatura popular: Gene Stratton-Porter y Cecily von Ziegesar (autora de la serie Gossip Girl), sin hacerlas trizas, valorando lo enigm¨¢tico de su ¨¦xito, de su motivaci¨®n art¨ªstica. En resumidas cuentas, un fest¨ªn sin empacho. Por lo talentoso de la prosa de Janet Malcolm tanto como por su profundo agradecimiento hacia cualquiera que construya un escudo con el que guarecerse y recordarnos que solo el arte vence a la muerte y nos hace tambi¨¦n a nosotros, a ratos, inmortales.
Cuarenta y un intentos fallidos. Janet Malcolm. Traducci¨®n de Inga Pellisa. Debate. Barcelona, 2015. 255 p¨¢ginas. 20,90 euros.
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