¡®El verano de los camaleones¡¯ (4): ¡®Especie amenazada¡¯
M¨®nica Mart¨ªn-Grande, guionista de series como 'Compa?eros', contin¨²a su relato. Hoy, 'Metralla' revela a Antonio el verdadero prop¨®sito de su excursi¨®n al r¨ªo
Iban cargados con una lamparita de gas, de esas que dependen de una peque?a bombona azul y que alumbraba lo suficiente como para ver donde pisaban pero demasiado poco como para apartar la oscuridad. Los reteles de fabricaci¨®n casera y una nevera port¨¢til completaban el equipo.
Los destellos de unas luces les pusieron alerta. Se agacharon.
- Son los guardias. - Casi gimi¨® Antonio.
- Buscan pescadores furtivos, ?no habr¨¢s visto alguno por aqu¨ª¡?
Miraron con sorna su miedo. ?l nunca hac¨ªa cosas prohibidas. Antonio nunca hac¨ªa nada malo. Nunca. Era como su madre.
Aprovechando la parada le pasaron una botella. Una botella de agua mineral, pegajosa donde alg¨²n d¨ªa tuvo la etiqueta y abollada, rellena con un l¨ªquido verdoso.
- Es absenta. La destila mi padre.
- Me he tra¨ªdo agua. - Y antes de alcanzar su cantimplora de fieltro, Metralla se hab¨ªa hecho con ella y la hab¨ªa lanzado lejos.
- Si vienes con nosotros, es con nuestras reglas.
Antonio se qued¨® con la botella suspendida en el aire, sin saber qu¨¦ hacer. En ese momento se arrepinti¨® de no haberse dado la vuelta cuando escuch¨® aquel golpe tan fuerte en su casa. Echaba de menos la protecci¨®n del camale¨®n.
- Dale, que es para hoy.
Y bebi¨®. Las miradas de los tres chicos empujaron la botella hasta sus labios y bebi¨®. El l¨ªquido era amargo y cuando entr¨® en su boca abras¨® su paladar y sus enc¨ªas. Se lo trag¨® r¨¢pido y apret¨® los ojos para soportar el fuego que corr¨ªa por su garganta. Le quitaron la botella de las manos y se la pasaron. Y la ronda volvi¨® a ¨¦l. Trat¨® de rechazarla con un gesto.
- Vamos, Bolacha, no seas nenaza.
Bolacha. Antonio se qued¨® mirando fijamente a Metralla, con la botella suspendida en el aire.
- Te dije que ¨¦ste nos iba a cortar el rollo. - Ahora habl¨® la chica a la que no hab¨ªa visto nunca.
- El verano pasado nos divertimos mucho con ¨¦l, ?o no?
Y no s¨®lo el verano pasado. Tambi¨¦n el anterior, y el otro, y el otro. Y Antonio volvi¨® a beber. Esta vez fue un trago m¨¢s largo. Y el liquido purg¨® las humillaciones, los insultos, las miradas de su padre y el color de la piel de su madre. Cuando abri¨® los ojos y baj¨® la botella, la noche era m¨¢s clara y las voces de los dem¨¢s entraban desdobladas en sus o¨ªdos.
Metralla recordaba c¨®mo tiempo atr¨¢s el r¨ªo estaba lleno de cangrejos, cangrejos peque?os y sabrosos, de patas blancas. Despu¨¦s introdujeron una especie nueva, el rojo, esperando que convivieran, pero eso no sucedi¨®. El reci¨¦n llegado acab¨® con el aut¨®ctono. Lo extermin¨®.
- Y a eso hemos venido esta noche, Bolacha, a hacer justicia. A acabar con el cangrejo extranjero.
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