¡®El verano de los camaleones¡¯ (5): ¡®Depredador paciente¡¯
M¨®nica Mart¨ªn-Grande, guionista de series como 'Compa?eros', contin¨²a su relato. 'Metralla' y sus amigos dan una paliza a Antonio aprovechando que ha bebido
En la orilla del r¨ªo el suelo era fangoso, pero a Antonio no le importaba. Adem¨¢s, llevaba pantalones largos, como le aconsej¨® su madre. Estaba sentado mirando como Metralla enganchaba con destreza un pedazo de carnaza en el imperdible que colgaba del interior del retel y despu¨¦s lo echaba al r¨ªo, lo aseguraba y repet¨ªa el ritual con la siguiente trampa. Ya llevaba tres. Era como una coreograf¨ªa ensayada durante a?os y ejecutada a la perfecci¨®n. Dio otro sorbo de la botella. El l¨ªquido ya no le quemaba.
- Ma?ana, cuando vengamos a por las trampas, estar¨¢n a rebosar.
Y Santi y Metralla se sentaron junto a ¨¦l, flanque¨¢ndole uno por cada lado. Se fij¨® en la chica a la que no hab¨ªa visto nunca. Estaba fumando apoyada en un ¨¢rbol. Brillaba. Ten¨ªa la piel blanca, casi transparente, como la de los huevos de renacuajo antes de eclosionar. Pod¨ªa ver claramente sus venas y la sangre fluyendo por ellas, acumul¨¢ndose en las ramificaciones, latiendo. No ten¨ªa nada que ver con la piel multicolor de su madre.
- ?Sabes cual es la diferencia entre el cangrejo rojo y el de aqu¨ª? - Metralla parec¨ªa m¨¢s grande a la luz de la l¨¢mpara de gas.
Antonio esper¨® la respuesta sin responder.
- El rojo, el invasor, es cabez¨®n y casi no tiene cola. Los de aqu¨ª ten¨ªan la cabeza peque?a y una cola enorme. ?A cu¨¢l te pareces m¨¢s?
Santi sofoc¨® una risa.
- No lo s¨¦.
- Vamos a comprobar si te ha crecido desde el verano pasado.
Y todo volvi¨® a empezar. Y aunque lo estaba esperando, Antonio trat¨® de oponer resistencia, la poca que la absenta le permit¨ªa. Las risas y los gritos se mezclaban con el barro, con los pu?etazos, con el aliento et¨ªlico de los chicos. Sinti¨® como le arrastraban, ya desnudo, hasta el r¨ªo. Decidi¨® rendirse para no alimentar el ensa?amiento, como la culebra parda cuando finge estar muerta para evitar al depredador. Y a partir de ese momento todo fue agua, fango, golpes, fango, oscuridad, agua, golpes. Golpes. M¨¢s golpes.
- Bienvenido al pueblo, Bolacha. Este verano lo vamos a pasar muy bien, ya ver¨¢s.
Y despu¨¦s, durante mucho rato, nada m¨¢s que el silencio.
Y la oscuridad.
Esa noche miles de cangrejos salieron del agua y poblaron las orillas del r¨ªo. Pod¨ªa o¨ªr el chasquido de sus pinzas y el sonido casi met¨¢lico de sus cuerpos al rozarse, movi¨¦ndose como una sola coraza, acarici¨¢ndole los pies en su viaje a ninguna parte.
Antonio abri¨® los ojos, a¨²n estaba oscuro, aunque el cielo empezaba a clarear por las esquinas. Se visti¨® con lo que encontr¨® de su ropa y ech¨® un vistazo a los reteles. Estaban vac¨ªos, a pesar de que el olor de la carnaza era nauseabundo. Quiz¨¢ lo de los cangrejos no hab¨ªa sido un sue?o.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.