Binomios de lujo en la literatura
La nueva novela de Harper Lee saca a la luz las grandes alianzas entre autor y editor
En el reino del No abundan ?aliados o ami-enemigos??profesionales o manipusurpadores? ?dioses en las sombras o demonios?
La ruptura del silencio de Harper Lee con la publicaci¨®n de Ve y pon un centinela, la novela perdida de la cual sali¨® Matar a un ruise?or, no solo permite ver el coraz¨®n genuino de una obra, sino que como una centella ilumina el territorio de los noes literarios reconvertidos en alianzas secretas entre escritores y editores que a veces dan obras maestras o grandes libros.
Scott Fitzgerald y Thomas Wolfe con Maxwell Perkins, T. S. Eliot con Ezra Pound, Harper Lee con Tay Hohoff, Raymond Carver con Gordon Lish...
Binomios de lujo que son en s¨ª mismos una novela: una apasionada relaci¨®n de intereses intensa convertida en un combate de seducci¨®n por ambas partes, donde cada una defiende lo suyo y trata de convencer al otro.
Si, como se dice, el primer soplo de inspiraci¨®n lo dan los dioses y el autor hace de Prometeo, el impulso final del libro lo dan los buenos editores con consejos, sugerencias o reorientaciones de toda clase: desde tocar el t¨ªtulo hasta una coma, pasando por recorte de p¨¢ginas o escenas; y reestructuraci¨®n, eliminaci¨®n o potenciaci¨®n de personajes, enfoques o argumentos.
Los silencios de Faulkner y Lowry
El caso de William Faulkner con su tercera novela tiene un doble resultado, recuerda Javier Aparicio: "Le sucedi¨® con Flags in the Dust (1927), la novela que trat¨® de publicar con Horace Liveright, el editor que le hab¨ªa sacado sus dos primeros libros y que la rechaz¨®, al igual que otros 11 sellos. Su agente Ben Wasson le envi¨® el original a la desesperada al editor Harrison Smith de Harcourt Brace, cuyo director Alfred Harcourt acept¨® editar la novela a condici¨®n de que Smith y su equipo hicieran una edici¨®n intensa. Tras suprimir unas 40.000 palabras, de alterar algunos pasajes y de modificar planteamientos, naci¨® una versi¨®n abreviada titulada Sartoris, en 1929. Mientras todo aquello ocurr¨ªa, Faulkner trataba de reponerse a ese desd¨¦n y empez¨® a escribir la que ser¨ªa una obra maestra del siglo XX: El ruido y la furia".
Un autor que no hizo caso a su editor, y con ¨¦xito, fue Malcolm Lowry con Bajo el volc¨¢n, recuerda Valerie Miles, escritora, editora y directora de Granta en espa?ol. Y Lowry lo hizo p¨²blico en una carta famosa de 40 p¨¢ginas donde explicaba por qu¨¦ no segu¨ªa las indicaciones de Jonathan Cape.
En el calor h¨²medo del Nueva York de 1957, diez veces le dijeron No a Harper Lee por su manuscrito de Ve y pon un centinela. En mitad del verano, en el peque?o sello Lippincot vieron algo en esas 293 p¨¢ginas¡ pero con algunos cambios. Ella acept¨®. Tay Hohoff se puso a trabajar con la autora de Alabama hasta que en 1960 surgi¨® Matar a un ruise?or, Pulitzer de 1961.
¡°Cuando uno lee Ve y pon un centinela una de las cosas que m¨¢s llama la atenci¨®n es la intensidad de los flashbacks de Scout. Es un personaje infantil/juvenil con tal fuerza que en cierto modo eclipsa la voz adulta que narra. Ver esto fue el m¨¦rito del editor original¡±, explica Mar¨ªa Eugenia Rivas, directora editorial de HarperCollins Ib¨¦rica, editores de la novela in¨¦dita de Lee en espa?ol. Tay Hohoff tom¨® del original un suceso ocurrido en los a?os 30 como una evocaci¨®n y retrato de los derechos civiles y la segregaci¨®n racial y donde la ni?a ve en el padre a un h¨¦roe bajo el t¨ªtulo de Matar a un ruise?or. Y as¨ª, entre novelista y editora, lleg¨® a su s¨¦ptimo d¨ªa de creaci¨®n el mundo de Maycomb.
No as¨ª el del universo carveriano, se?alado ahora como de usurpadores. Raymond Carver le dio a leer sus cuentos a su amigo y editor Gordon Lish. Le gustaron, aunque consider¨® que no brillaban lo suficiente, que detr¨¢s de ellos se ocultaba un potencial que requer¨ªa, b¨¢sicamente, cuatro cosas: podarlos de adjetivos, dar menos rodeos sin perder la intenci¨®n, reducir la sentimentalidad y cambiarles el final. El resultado fue el Carver minimalista, desolado y contundente de t¨ªtulos como ?De qu¨¦ hablamos cuando hablamos de amor? Todo se supo despu¨¦s, y se sembr¨® la duda de hasta d¨®nde meti¨® mano Lish y si el editor hab¨ªa inventado al escritor.
Una alianza de dioses fue la pactada en La tierra bald¨ªa. Un universo po¨¦tico con un dios creador, T. S. Eliot, y otro en la sombra, Ezra Pound, su amigo, poeta y editor. ¡°El autor corrigi¨® aquel manuscrito de forma nada complaciente y Eliot qued¨® tan complacido que con el tiempo (y c¨¦lebre ya), autoriz¨® la publicaci¨®n de ese manuscrito zurcido de modo minucioso por Pound. Es casi un libro de Eliot como de Pound¡±, cree el escritor Andr¨¦s Trapiello.
No siempre las voces de los amigos son atendidas. Thomas Wolfe no lo hizo con Francis Scott Fitzgerald sobre su novela Del tiempo y el r¨ªo (1935), aunque al final s¨ª, pero sin querer. ¡°Fitzgerald le dijo que la novela necesitaba una poda. Esto ofendi¨® a Wolfe que se defendi¨® alegando que su libro era algo as¨ª como ¡®o lo tomas o lo dejas¡±, cuenta el cr¨ªtico J. Ernesto Ayala-Dip. La duda la resolvi¨® el m¨ªtico editor Maxwell Perkins: pidi¨® a Wolfe quitar un mont¨®n de p¨¢ginas. Y fue un ¨¦xito.
No fue la ¨²nica intervenci¨®n memorable de Perkins, un dios en la sombra de varios universos luminosos. ¡°Es el caso paradigm¨¢tico de un gran editor interventor¡±, asegura Ayala-Dip. Fue ¨¦l, que hab¨ªa trabajado con nombres ya famosos como Henry James o Edith Wharton, quien crey¨® en un joven Fitzgerald, all¨¢ por 1920. Una relaci¨®n intensa de la cual surgieron obras como El gran Gatsby. Suyo es tambi¨¦n alguna parte del territorio Hemingway.
Julio Verne, creador de mundos ¨²nicos, tambi¨¦n supo lo que era eso. Lo vivi¨® con El secreto de Wilhem Storitz, ¡°una novela manipulada y semiescrita por su hijo Michel, y por su editor de toda la vida, Jules Hetzel¡±, recuerda Javier Aparicio, cr¨ªtico, escritor y director del M¨¢ster en Edici¨®n de la Universitat Pompeu Fabra, de Barcelona. Y a Vladimir Nabokov el caos de su Habla memoria se lo reorganiz¨® Victor Gollanz.
La receptividad es la clave. A veces viene de fuera de la editorial, dice Trapiello. Se refiere a cuando ¡°Honor¨¦ de Balzac, en una cr¨ªtica muy elogiosa de La Cartuja de Parma, de Stendhal, objetaba su comienzo, a su juicio muy circunstanciado, recomendando una poda. Stendhal le dio la raz¨®n: quit¨® los episodios que la lastraban y que hoy podemos leer en los ap¨¦ndices de la edici¨®n de La Pl¨¦iade, pero no en el libro como tal¡±.
Pactos y alianzas convertidos en duelos con unas reglas donde se admiten todas las armas, menos los piropos industriales.
La funci¨®n del editor
"Un texto forma una parte org¨¢nica de la imaginaci¨®n de otra persona y hay que persuadir, no imponer", reconoce Valerie Miles, escritora, editora y directora de la revista Granta en espa?ol. A menudo, a?ade, " no se trata de cambiar el texto, sino de conocer las intenciones del escritor. El 'm¨¦rito' de un texto consiste en la nula o casi nula distancia entre las intenciones y lo efectivamente conseguido por el autor. El editor es un lector profesional, un especialista, mantiene una distancia respecto del texto y advierte aspectos que se le escapan al escritor, enfrascado en sus palabras, su sintaxis, su estilo. El editor calibra los efectos del libro. Los obst¨¢culos se presentan cuando confundimos los prop¨®sitos y los t¨¦rminos: ?la obra mejora o se pretende s¨®lo vender m¨¢s ejemplares? No es lo mismo".
¡°A nadie le gusta que se metan con sus textos. Esta es una cuesti¨®n, y otra muy distinta y una maldici¨®n inevitable es que un texto puede necesitar una correcci¨®n o una priorizaci¨®n o eliminaci¨®n de algunas de sus partes¡±, dice el cr¨ªtico Ernesto Ayala-Dip.
¡°Es muy frecuente, y cada vez m¨¢s, que el editor, as¨ª como el agente o lectores de confianza, propongan cambios en el original¡±, asegura Javier Aparicio.
¡°El libro que el lector tiene en sus manos es el resultado de la interacci¨®n entre decenas de personas, todas ellas con intereses y aproximaciones distintas¡±, afirma Patricio Pron.
Como creyera Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, "un buen escritor no se conoce tanto por lo que publica como por lo que echa al cesto de la basura". O como dijera, con su humor brit¨¢nico, el editor Michael Joseph: "Es f¨¢cil llevarse bien con los autores... si a uno le gustan los ni?os".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.