Periodismo

Parece haber unanimidad y rasgamiento de vestiduras entre el gremio period¨ªstico por la decisi¨®n de la alcaldesa de Madrid de implantar una web en la que desmientan (espero que con inapelables datos) las informaciones err¨®neas que aparecen en los medios de comunicaci¨®n. Creo que antes estos desmentidos de los pol¨ªticos se realizaban mediante ruedas de prensa y los comunicados que redactaban sus justicieros jefes de prensa, celosos asesores, la indignaci¨®n o el infinito morro de los propios pol¨ªticos.

Y todos somos conscientes de que los medios jam¨¢s mienten, ni omiten lo que saben porque la pol¨ªtica de la empresa lo desaconseja o podr¨ªa mosquear al poder financiero, ni intentan manipular a su incondicional clientela, ni tergiversan las sagradas noticias. Sabemos que lo ¨²nico que les importa es publicar esa cosa tan inmaculada e indispensable llamada verdad. Y que todos ellos son independientes, libres, plurales y no s¨¦ cu¨¢ntas cosas m¨¢s. Que nadie escribe al dictado de los intereses de su medio. Que el mundo funciona mucho mejor gracias a estos paladines de la justicia, del eterno terror del poder, de los investigadores de la gran cloaca.

Y, c¨®mo no, que la mentira, las promesas incumplidas, la corrupci¨®n, el arte interpretativo, forman parte de las ancestrales esencias del poder pol¨ªtico. Pero como todos somos humanos, vamos a suponer que alguna vez los periodistas se equivocan (sin mala intenci¨®n, por supuesto) o inventan inocuas falsedades o, sin saberlo, transforman su b¨²squeda de la verdad en un ej¨¦rcito implacable que defiende o ataca a los que gobiernan, o los que pretenden relevarlos en el reparto de la gran tarta.

Digo yo que los que mandan tendr¨¢n derecho a defenderse si pueden demostrar que lo que se ha publicado sobre ellos es falso. Al parecer, la libertad de expresi¨®n solo es propiedad de este crisol de virtudes llamado periodismo.