Aquellos fantasmas de Bloomsbury
Cuatro hermanos, entre ellos Virginia Woolf , fueron el origen de un grupo inolvidable
Los cuatro hermanos Stephen, hijos del bi¨®grafo, editor y alpinista Leslie Stephen, vivieron en Kensington educados en las formalidades acartonadas de la sociedad victoriana hasta que, muertos los padres, se trasladaron como una forma de rebeld¨ªa soterrada al distrito de Bloomsbury, un barrio decadente, lleno de estudiantes indolentes y parejas divorciadas. En aquella casa de estilo georgiano, el 46 de Gordon Square, los cuatro hermanos, Thoby, Virginia, Vanessa y Adrian, comenzaron a vivir sin ataduras con las nuevas amistades que Thoby hab¨ªa recabado en el Trinity Collage de Cambridge, un grupo denominado Los Ap¨®stoles, que pas¨® a la historia, menos por lo que apartaron al arte y a la literatura como por ser los primeros exploradores de la nueva moral, la libertad de costumbres, el elitismo y la seducci¨®n, las se?as de identidad de la cultura contempor¨¢nea.
Los amigos de Thoby eran j¨®venes veintea?eros desenfadados, Lytton Strachey, Clive Bell, Saxon S¨ªdney-Turner, Walter Lamb y Desmond McCarthy, a los que despu¨¦s se unir¨ªan Duncan Grand, Roger Fry y Leonard Wolf. Solo Virginia alcanz¨® un puesto muy relevante en el mundo literario y en menor grado Vanessa como pintora, gracias a su hermana. Virginia, neur¨®tica desde la adolescencia, casada con Leonard Wolf, aglutin¨® a aquella dorada pandilla, a la que se sumaron el escritor E. M. Forster, el economista Maynard Keynes y el fil¨®sofo Bertrand Russell. La presencia de las chicas entre aquellos muchachos era un caso ins¨®lito. Algunos eran homosexuales ¡°pero no de una forma irremediable¡±, como dec¨ªan ellos. El aura de aquella ¨¦poca viene marcada por unas fotos evanescentes en que se ve a estos seres con pantalones blancos de pliegues, sombreros fl¨¢ccidos y a ellas con vestidos anchos y pamelas; todos ten¨ªan casas de campo donde aparec¨ªan recostados en hamacas durante las eternas vacaciones de verano o en viajes ex¨®ticos, con la seguridad de que su dicha era merecida despu¨¦s de haber derribado todas las convenciones sociales, pero su dise?o de inocentes cazadores de mariposas no pod¨ªa ocultar las turbulentas pasiones.
Ante todo eran adoradores de la belleza, incluso a la hora de morir, lance que Thoby fue el primero en experimentar como una representaci¨®n est¨¦tica. Siendo muy j¨®venes todav¨ªa los cuatro hermanos viajaron a Venecia, Florencia, Br¨ªndisi, Patras, Olimpia, Atenas, con ba¨²les forrados de loneta, pasajeros en camarotes de lujo en todos los barcos y vagones de primera clase del Oriente Express. Thoby y Vanessa enfermaron durante el viaje; ella se recuper¨®, pero aquel chico encantador muri¨® en Londres de fiebre tifoidea despu¨¦s de haber regresado a casa. Ten¨ªa 26 a?os. Morir de un juvenil empacho de Grecia era la suprema elegancia. Tiempo despu¨¦s, su hermana Virginia elev¨® el suicidio a categor¨ªa literaria, de modo que el alumno que no sepa que la escritora se adentr¨® en el r¨ªo Ouse con los bolsillos del abrigo llenos de piedras podr¨ªa aprobar, tal vez, el examen de Literatura, pero no el de Psiquiatr¨ªa.
Exquisita educaci¨®n
Las pasiones envasadas bajo la exquisita educaci¨®n discurr¨ªan normalmente en aquel grupo de adoradores de s¨ª mismos hasta que irrumpi¨® Vita Sackville-West en la vida de Virginia Wolf. Esta famosa pareja se conoci¨® durante una cena con Clive Bell en diciembre de 1922. Cuatro d¨ªas despu¨¦s, Vita invit¨® a Virginia a un almuerzo a solas. De ese encuentro cada una sac¨® su propia impresi¨®n. Vita le dijo a su marido: ¡°Simplemente adoro a Virginia Wolf y t¨² tambi¨¦n la adorar¨¢s. Te rendir¨¢s ante su encanto y personalidad. Es completamente natural. Viste de un modo bastante atroz. Pocas veces he quedado tan prendada de alguien¡±. Virginia anot¨® en su diario: ¡°No es muy de mi gusto severo: recargada, bigotuda, con los colores de un periquito y toda la soltura de la aristocracia, pero sin el genio del artista¡±. Pese a ello, Vita fue la pasi¨®n m¨¢s turbadora de Virginia, una historia de amores l¨¦sbicos plagada de celos.
Vita Sackville-West era poeta, novelista, periodista, viajera, pero sobre todo ejerc¨ªa el oficio desenfadado de ser una arist¨®crata nacida en el castillo de Knole con ra¨ªces hasta el siglo XVI, aunque en su ¨¢rbol geneal¨®gico se hab¨ªa colgado una tal Pepita, su abuela materna, hija de una gitana acr¨®bata espa?ola casada con un barbero y luego con un bailar¨ªn hasta convertirse en amante de Lionel Sackville, a quien le hizo cinco hijos, entre ellos, la madre de Vita. Se cas¨® con Harold Nicolson, diplom¨¢tico, viajero y homosexual, que despu¨¦s de hacerle dos hijos vio con agrado las amantes que pasaban por la vida de su mujer. Se cuentan hasta dieciocho las mujeres con las que tuvo una historia de amor l¨¦sbico y aunque la m¨¢s t¨®rrida la vivi¨® con Violet Tresusis, hija de Alice Keppel, amante de Eduardo VII, la m¨¢s literaria, complicada y morbosa fue con Virginia Wolf.
Recibida como una intrusa
De Vita le atra¨ªa m¨¢s que su belleza su pasado en el castillo de Knole, el desenfado con que romp¨ªa las reglas de una aristocracia tan arraigada, pese a lo cual esta amiga fue recibida como una intrusa en el grupo de Bloombury, ¡°una importaci¨®n innecesaria para nuestra sociedad¡±, dec¨ªa Vanessa. Los respectivos maridos, Leonard y Harold, contemplaban con distante inquietud esta historia entre sus mujeres, cada vez m¨¢s intensa, m¨¢s ineludible hasta que en diciembre de 1925 se acostaron juntas por primera vez en Long Barn, la casa que Vita pose¨ªa cerca del castillo de Knole. Parece que la iniciativa fue de Virginia, pese a que la m¨¢s experta era Vita, que a partir de ese d¨ªa no ces¨® de aventar las brasas de ese fuego pero deteni¨¦ndose en el ¨²ltimo momento ante sus llamas para que ese juego no cesara, hasta que un d¨ªa la abandon¨® y Virginia humillada escribi¨® la novela Orlando, una biograf¨ªa de esta pasi¨®n y fue as¨ª c¨®mo la venganza, los celos y la melancol¨ªa escalaron una cumbre de la literatura.
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