En el ed¨¦n mallorqu¨ªn de Robert Graves
Una visita a la casa de Dei¨¤ donde el escritor y mit¨®grafo ingl¨¦s vivi¨® la mitad de su vida. Su hijo William rastrea los ecos de su existencia cuando se cumplen 120 a?os de su nacimiento
Tan pronto la luna nueva dejaba ver su primer anillo luminoso, Robert Graves sal¨ªa al jard¨ªn de su casa en las monta?as de Dei¨¤ (Mallorca), levantaba la cabeza para mirarla y hac¨ªa nueve reverencias en silencio¡ Y si hab¨ªa apuros econ¨®micos, hac¨ªa girar tres veces la moneda de plata de su bolsillo para que, por lo menos, sus poemas no escasearan.
Lo hac¨ªa en noches parecidas a las de estos d¨ªas, en coincidencia con el 120 aniversario de su nacimiento en Londres, el 24 de julio de 1895. Fue su primer nacimiento. Esa imagen del poeta que reverencia la Luna vislumbrado en la oscuridad acompa?a a William casi 30 a?os despu¨¦s de la muerte de su padre, el 7 de diciembre de 1985.
Huele a tomates y limones y las flores est¨¢n desmelenadas. La tormenta veraniega de la noche anterior alborot¨® los olores y el jard¨ªn. Miguel, el amo de la finca, trata de enderezar la tomatera mientras charla con William, uno de los ocho hijos que tuvo el escritor con sus dos esposas. La casa donde vivieron en Dei¨¤ es un viaje a otro tiempo por obra y gracia de la Fundaci¨®n Robert Graves, bajo la administraci¨®n del gobierno balear, dirigida, sin remuneraci¨®n, por su hijo William.
A esa Sierra de Tramuntana, cuyo paisaje es hoy Patrimonio de la Humanidad, lleg¨® Robert Graves en el oto?o de 1929. Ya hab¨ªa escrito poemarios, su autobiograf¨ªa y la vida de su amigo Lawrence de Arabia. En Dei¨¤ vivir¨ªa hasta su muerte, con el par¨¦ntesis de la Guerra Civil espa?ola y la II Guerra Mundial. Lleg¨® con la poeta Laura Riding, su segunda pareja, algunos fantasmas en la cabeza y muchas ideas para escribir¡ Sobre su vida, sobre su experiencia en la Gran Guerra, sobre el imperio romano, sobre las huellas mitol¨®gicas, sobre la Luna como diosa inspiradora, sobre paisajes... Pero, sobre todo, sobre amores, desamores y anhelos de amor hechos versos impregnados de romanticismo en poemas de corte cl¨¢sico, profundos y meditativos. Como se?ala su hijo: ¡°Casi toda su poes¨ªa ven¨ªa de cierta desesperaci¨®n por no sentirse correspondido¡±.
Dec¨ªa en su poema La paja:
"Amor correspondido; pero mejor no correspondido
si este instrumento fortuito es un aviso
de lejanas angustias catacl¨ªsmicas.
Si ella tuviera paz al calor de mis recuerdos,
?no permanecer¨ªa firmemente mi mano en esta roca?
?No habr¨¢ sido mi vehemencia quien la haya perdido?".
Versos con los que reviv¨ªa amores y romances furtivos. Buscaba hacer retroceder la tristeza y la melancol¨ªa. Noches oscuras, d¨ªas brumosos, sentimientos iluminados por la Luna. Laberintos emocionales.
Escrib¨ªa todas las ma?anas. En silencio. Sus hijos lo sab¨ªan y ejerc¨ªan de ni?os autoexiliados en el patio, en los jardines o en la huerta. ¡°No le gustaba que hici¨¦ramos ruido. Era un poco distante con nosotros¡±, cuenta William. ¡°Despu¨¦s de comer hac¨ªa la siesta. Dorm¨ªa con los brazos pegados al cuerpo, una costumbre que le qued¨® de la Guerra¡±.
La presencia de aquel ni?o llamado Robert von Ranke Graves, hijo de poeta, que aprendi¨® a escribir al comp¨¢s de los ritmos celtas y se hizo narrador, ensayista, mit¨®grafo y poeta de avasalladora obsesi¨®n l¨ªrica desde los 15 a?os sigue aqu¨ª, en Dei¨¤.
La casa se ve a lo lejos, tan pronto la carretera, salida de Palma de Mallorca, deja de serpentear y entra por el oriente a la Sierra de Tramuntana, esparcida de racimos de casas, mientras al occidente se ve el mar. Tras pasar por Dei¨¤, aparece la vivienda a los dos minutos. El letrero que anuncia el lugar est¨¢ sombreado por una parrita y sus uvas a¨²n verdes.
Un camino empinado se abre en dos. El de la derecha lleva a un estudio que muestra la l¨ªnea del tiempo de Graves y lo que pasaba en el mundo, fotos suyas y un v¨ªdeo sobre su vida. El camino de la izquierda conduce a aquel tiempo detenido que mira al Mediterr¨¢neo. Y se bifurca en el sendero hacia la casa de dos plantas, que muestra su hijo y que incluye su estudio, la peque?a imprenta donde imprim¨ªa sus obras, un sal¨®n con libros y ¡°cartas de sus amigos, desde T. S. Eliot hasta Ava Gardner¡±; mientras el sendero del sur, a?ade su hijo, ¡°lleva a la huerta, los frutales y los jardines que tanto ¨¦l cuidaba¡±.
¡°En ese rinc¨®n Robert Graves trat¨® de exorcizar el trauma que le dej¨® la Primera Guerra Mundial¡±, explica. All¨ª lo dieron por muerto el d¨ªa de su 21 cumplea?os, en 1916. Su madre recibi¨® la notificaci¨®n. Pero estaba herido en el Hospital de la Reina Alejandra, en Highgate. As¨ª naci¨® por segunda vez. ¡°Ese pasado tr¨¢gico se sum¨® al de su infernal tiempo en el colegio de Charterhouse donde fue perseguido por sus compa?eros y se refugi¨® en la poes¨ªa y el boxeo como defensa¡±, recuerda William Graves.
La amenaza de la tragedia y los jirones de amores desencontrados e incomprendidos cercaban siempre su coraz¨®n.
Quiso pasar p¨¢gina cuando lleg¨® a Dei¨¤ en 1929 en compa?¨ªa de Laura Riding. Con ella naci¨® por tercera vez. Dejaba atr¨¢s su matrimonio con Nancy Nicholson (y sus cuatro hijos), y una relaci¨®n triangular tormentosa, adem¨¢s del recuerdo del poeta Geoffrey Phibbs, del que se hab¨ªa enamorado Laura y por quien ella intent¨® suicidarse.
Al oasis de Dei¨¤ lo llam¨® Can N¡¯Alluny (la casa lejana). Muchos no terminaron de entender su entrega a Laura Riding que ejerc¨ªa de diosa absoluta de su mundo. All¨ª escribi¨® obras como Yo Claudio y Claudio el dios. Y m¨¢s poemas. Hasta que la Guerra Civil espa?ola, en 1936, los sac¨® de all¨ª.
Graves volvi¨® a Dei¨¤, diez a?os despu¨¦s. Era otro. La relaci¨®n con Riding acab¨® a comienzos de la II Guerra. Naufrag¨®. Hasta que lo rescat¨® Beryl Pritchard. Fue su cuarto nacimiento. Tuvieron cuatro hijos, el mayor de ellos, William.
?l fue uno de los cuatro ni?os que aprendi¨® a guardar silencio cuando su padre escrib¨ªa, pero que entraba en tropel con ellos tan pronto la Luna dejaba su escondite para avisarle. Graves sal¨ªa a la parte trasera de la casa en rumor de ni?os, levantaba la cabeza y ellos callaban mientras ¨¦l hac¨ªa sus nueve reverencias.
En 1948 public¨® La diosa blanca, su proyecto m¨¢s ambicioso y preferido. Un ensayo po¨¦tico, el rastro de la inspiraci¨®n de la diosa en los mortales y en la poes¨ªa. ¡°Pudo hacerse millonario repitiendo sus libros m¨¢s exitosos, pero no quiso traicionarse¡±, cuenta William Graves.
¡°Los ¨²ltimos 20 a?os perdi¨® facultades y jugaba a ser ¨¦l¡±, recuerda. Siempre arreglaba los tomates, los pimientos, estaba atento a los melones y los membrillos; cuidaba de las flores, incluidas las desde?osas del azul Klimt de la alcachofa; o se sentaba en el columpio del algarrobo que sombreaba a un olivo.
Su tumba est¨¢ all¨¢ arriba, en el cementerio de Dei¨¤. En una terraza de la monta?a bajo un cipr¨¦s cuya l¨¢pida en tierra dice: Robert Graves: 1895- 1985, y en medio una sola palabra: Poeta.
Desde all¨¢ se ve el mar donde cae el sol y ¨¦l se ba?aba. ¡°Casi todas las tardes se pon¨ªa un sombrero y bajaba a la cala¡±, narra su hijo. Quedaba en ba?ador, saltaba entre piedras ba?adas de oleaje hasta llegar a una enorme roca asomada al Mediterr¨¢neo, que parec¨ªa un animal bebiendo mar, entonces se retrotra¨ªa a su juventud, cuando aprendi¨® a escalar, se agarraba a aquel animal gigante con sus manos, avanzaba lento, sin que sus pies tocaran el agua, hasta llegar al morro para subirse en ¨¦l y lanzarse al agua¡. Nadaba en semic¨ªrculo y volv¨ªa a la orilla de su ed¨¦n particular.
Su vida al teatro y 'La diosa blanca'
William Graves cuenta que se va a hacer una obra de teatro sobre la vida de su padre y que en septiembre vencer¨¢n los derechos que tiene la BBC sobre Yo, Claudio, su obra m¨¢s popular. Hay cinco empresas interesadas.
Aunque el Graves mit¨®grafo es el m¨¢s conocido su poes¨ªa es de las m¨¢s importantes en Inglaterra. Su universo racional, sentimental y po¨¦tico est¨¢ en La Diosa Blanca. Fue su Libro. El que m¨¢s apreciaba y el que considera su mejor obra. Diecis¨¦is a?os tard¨® en terminarlo, de 1944 a 1960. Un cl¨¢sico de la poes¨ªa, la antropolog¨ªa, la sociolog¨ªa y la creaci¨®n literaria que vuelve ahora con una nueva traducci¨®n hecha por su hijo William, director de la Fundaci¨®n Robert Graves en Mallorca, para editorial Alianza.
Poes¨ªa y mujer como fuerzas invisibles. ¡°Mi tesis es que el lenguaje del mito po¨¦tico, en uso en el Mediterr¨¢neo y la Europa septentrional en la antig¨¹edad, era un lenguaje m¨¢gico vinculado a ceremonias religiosas populares en honor de la diosa Luna, o Musa, algunas de las cuales datan de la ¨¦poca paleol¨ªtica, y que este sigue siendo el lenguaje de la verdadera poes¨ªa¡±, afirma Robert Graves en el pr¨®logo.
A partir de ah¨ª el autor ingl¨¦s hace un recorrido por la historia de la humanidad y la manera en que expresa su sensibilidad y esta evoluciona. Sobre todo, dice Graves, a partir de que ¡°el lenguaje fue manipulado al final del periodo minoico cuando invasores procedentes de Asia Central comenzaron a sustituir las instituciones matrienales por las patrienales y remodelaron o falsificaron los mitos para justificar los cambios sociales¡±.
La Diosa Blanca fue publicada en 1948 y est¨¢ basado en teor¨ªas de la ¨¦poca, con lo cual puede que est¨¦ desfasado en algunos aspectos porque desde entonces ha habido m¨¢s investigaciones, reconoce William Graves. Pero el esp¨ªritu de la obra sigue intacto, ¡°los planteamientos e interpretaciones de la arqueolog¨ªa, la antropolog¨ªa y la sociolog¨ªa de los mitos que mi padre usa despu¨¦s po¨¦ticamente al asimilarlo todo¡±.
La Diosa es la figura tutelar en la po¨¦tica real de la vida y la creaci¨®n art¨ªstica. ¡°El poeta era el jefe de una sociedad po¨¦tica de danzantes religiosos¡±, escribe Graves. M¨²sica, ritmo, el poeta busca los sonidos musicales de la vida a trav¨¦s de todos sus sentidos, su cerebro y sus sentimientos. Y su hijo confirma que eran tres las figuras importantes: el guerrero para hacer armas y combatir, el poeta para establecer cu¨¢ndo era el momento propicio para todo, incluso para investir al sacerdote, y el sacerdote de la Diosa¡±.
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