Una velada con S¨®crates
Tras su ¨¦xito en M¨¦rida, la indagaci¨®n sobre los ¨²ltimos d¨ªas de S¨®crates, a la vez retrato y compendio de su pensamiento, ha recalado en el Romea barcelon¨¦s
S¨®crates. Juicio y muerte de un ciudadano, de Mario Gas y Alberto Iglesias, es un texto muy bien armado y bellamente escrito. No teman ustedes encontrarse con un serm¨®n o un asunto lejano: todo lo contrario. Gas lo ha dirigido a la brechtiana usanza: un espect¨¢culo breve, claro, did¨¢ctico, ir¨®nico y apasionado. La escenograf¨ªa de Paco Azor¨ªn es sencilla, b¨¢sica: un ¨¢gora con bancadas al fondo. El aire brechtiano comienza con los actores proponi¨¦ndonos ¡°una velada con S¨®crates¡±, resumiendo su vida y su pensamiento en unas cuantas frases certeras como dardos, antes de encarnar a los principales personajes.
Vamos a conocer a un hombre al que le gustaba, m¨¢s que nada en el mundo, hablar, discutir y razonar, y cuyos nortes eran la verdad, la honestidad y la justicia. O sea, un tipo inc¨®modo, peligroso. Era ¨ªntegro. Era valiente. No se mord¨ªa la lengua. No se le pod¨ªa comprar. Por tanto, hab¨ªa que acabar con ¨¦l. Le acusaron de proponer nuevos dioses y corromper a la juventud, pero el motivo era lo de menos. Fue el primer fil¨®sofo condenado a muerte. Poco m¨¢s tarde cayeron tambi¨¦n sus principales acusadores, evidenciando el inmenso error. Su punto flaco: era arrogante. Tan soberbio como Stockmann en Un enemigo del pueblo. En el juicio se enfrenta a un tribunal de enemigos y no mide el peligro: se presenta como la voz de la verdad. Sesenta hombres piden su muerte. Hace una chanza inoportuna con una moneda, que caer¨¢ sobre su cabeza como una losa. Los sesenta ascienden a m¨¢s del doble. ¡°Con un solo gesto¡±, reflexiona, ¡°he desbaratado mi humilde pr¨¦dica¡±. M¨¢s tarde a?ade esta frase capital: ¡°Nazco cada d¨ªa, vivo en todas las ¨¦pocas y nunca morir¨¦¡±.
Jos¨¦ Mar¨ªa Pou acerca su llama a las palabras del fil¨®sofo y le da vida, cuerpo y mirada. Un S¨®crates sensacional
Pienso en S¨®crates, predicando sin pretenderlo por calles y plazas, ajusticiado porque sus palabras resultan revolucionarias, y no me cuesta ver sus huellas en Cristo, aunque S¨®crates no era milagrero ni sacrificial (pero tuvo ap¨®stoles, con Plat¨®n, Fed¨®n y Crit¨®n a la cabeza); pienso en Galileo cuestionando cualquier idea recibida, aunque el pisano hubiera vendido a su madre para librarse de la muerte; pienso en Montaigne (paup¨¦rrimo el griego, acaudalado el franc¨¦s), que compart¨ªa la misma sed de conocimiento, aunque S¨®crates no escribi¨® obra alguna, porque cre¨ªa que cada uno deb¨ªa desarrollar sus propias ideas.
S¨®crates es Jos¨¦ Mar¨ªa Pou, que acerca su llama a las palabras del fil¨®sofo, y le da vida, cuerpo y mirada. Un S¨®crates sensacional, elocuente y vehemente, sin una gota de ret¨®rica (¡°S¨¦ que soy un min¨²sculo guijarro pensante que ama y desea el sol que nos da calor y la claridad del d¨ªa azul, salpicada de blancos algodones¡±), con la bonhom¨ªa de Michel Simon y la astucia may¨¦utica de Charles Laughton en Tempestad sobre Washington.
Enorme, transparente trabajo actoral, que parece brotar sin esfuerzo: para mi gusto, una de las grandes interpretaciones de la carrera de Pou, y hay mucho donde escoger.
Borja Espinosa ya estaba estupendo en Litus y Waikiki Honolulu, y aqu¨ª da un nuevo paso adelante: interpreta a ?nito, fiscal de la causa, como un joven Creonte, con voz poderosa y temible, con gran convicci¨®n, pisando fuerte. El veterano Pep Molina (M¨¦leto, el poeta acusador), notable en el recuerdo de Ay, Carmela o Follies, entre muchas otras, a¨²n ha de librarse de un sorprendente envaramiento y un tono algo impostado. No ha de ser f¨¢cil interpretar a un mentecato envidioso, pero tiene un mon¨®logo ¡°servido¡±, de hechuras shakespearianas en el que le corroe la culpa, y al que no saca todo el jugo que puede. Ramon Pujol y Guillem Motos, los disc¨ªpulos, est¨¢n muy bien, con autoridad y una sabia alternancia de furia y calma: es precioso el pasaje que abre el espect¨¢culo, donde se alternan para narrar los ¨²ltimos momentos de S¨®crates.
Da gusto ver de nuevo a Amparo Pamplona, que ya fue pareja de Jos¨¦ Mar¨ªa Pou en La cabra y aqu¨ª encarna a Jantipa, esposa del fil¨®sofo. Tambi¨¦n tiene un mon¨®logo de mucho lucimiento, aunque con un pero: Jantipa proced¨ªa de una familia aristocr¨¢tica y ella la interpreta, a pie de escenario, con un leve deje r¨²stico, que rebaja su verdad con algunos acentos convencionales, cercanos a la composici¨®n. Completa el reparto Carles Canut, conmovedor en la escena de la c¨¢rcel, cuando trata de salvar a S¨®crates, perfumando con aire de western crepuscular, a lo Walter Brennan, la sobria ternura en la relaci¨®n de los dos viejos amigos.
En el tercio final sobrevuela la gran pregunta: ?por qu¨¦ decide S¨®crates aceptar la sentencia? Pod¨ªa escapar, pero aunque la condena sea injusta se niega a transgredir las leyes que tanto ha defendido. Admirable actitud, coronada por una melanc¨®lica iron¨ªa: ¡°Tengo 70 a?os: solo ten¨ªan que haber esperado un poco¡±. Ese soliloquio, cumbre del espect¨¢culo, que escuchamos en off, con una nitidez de primer¨ªsimo plano sonoro, y con gran eco, literal y metaf¨®rico, mientras vemos a Pou solo en el escenario, mir¨¢ndonos, interrog¨¢ndonos, produce una emoci¨®n muy pura y muy extra?a, como si esa voz nos hablara ya desde el otro lado. Comparecen de nuevo todos los actores, como al comienzo, y vuelven a ser int¨¦rpretes y personajes a un tiempo, y Pou es narrador y es S¨®crates, y percibimos, frase a frase, con los disc¨ªpulos compartiendo un imaginario informe forense, el lento avance del veneno por su cuerpo, un veneno que le convierte en estatua, y pienso en el avance del color sepia en la foto de Butch Cassidy y Sundance Kid camino de la muerte, ya rumbo a la leyenda. Y en Rossellini, que pod¨ªa haber firmado la ¨²ltima frase: ¡°Crit¨®n, le debemos un gallo a Asclepio. No seas descuidado y p¨¢gaselo¡±. No se pierdan esta funci¨®n, que volver¨¢ al Romea y har¨¢ gira por toda Espa?a.
Buenas vacaciones y hasta septiembre.?
S¨®crates, juicio y muerte de un ciudadano. Texto de Mario Gas y Alberto Iglesias. Direcci¨®n de Mario Gas. Int¨¦rpretes: Jos¨¦ Mar¨ªa Pou, Borja Espinosa, Pep Molina, Amparo Pamplona, Carles Canut, Ramon Pujol y Guillem Motos. Teatro Romea. Barcelona. Hasta el 2 de agosto.
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