¡®El share y la separata¡¯ (3): ¡®?Cinco y acci¨®n!¡¯
Eduardo Ladr¨®n de Guevara, guionista de 'Cu¨¦ntame c¨®mo pas¨®', contin¨²a su relato. Hoy, el protagonista tiene un enfrentamiento con una actriz
Desde muy temprano, sentado en mi despacho, miro hacia la pantalla del televisor en circuito cerrado y los veo con el guion en la mano, unas hojas llenas de anotaciones y subrayados. Me enternece observarlos as¨ª, casi desvalidos, memorizando la ¨²ltima palabra, la frase dif¨ªcil de decir, o escuchando la recomendaci¨®n del director, que sue?a con hacer una pel¨ªcula de culto, pero que hasta el d¨ªa de hoy solo puede presumir de haber dirigido un largometraje del que prefiere no hablar no sea que se caguen en su padre.
Son las diez de la ma?ana, y sentado a mi mesa me llevo la taza de caf¨¦ a los labios, un caf¨¦ que tiene el sabor a excremento seco de grulla. No escupo el brebaje porque cuando voy a hacerlo me doy cuenta de que una becaria, a trav¨¦s de la ventana, no me quita ojo de encima. Me trago, pues, la ponzo?a y enciendo el televisor que conecta con el set. Lo primero que hago cada ma?ana, antes de ponerme a escribir, es enterarme de lo que se cuece abajo. La pantalla cobra vida y ah¨ª est¨¢ el marem¨¢gnum de focos encendidos, de voces, de ¨®rdenes, de actrices ojerosas y con bigud¨ªes prendidos en el cabello, de figurantes a los que, tan temprano, ya les duelen los pies. Y un par de segundos m¨¢s tarde hace su entrada en el set el actor estrella, que llega con el ce?o fruncido porque ya est¨¢ al tanto de la audiencia que hicimos ayer, y a¨²n no ha decidido qui¨¦n va a pagar el pato del desastre. El ¨²nico que lo sabe soy yo: el gilipollas del guionista.
Llega, saluda a unos pocos, y se sienta, lo que aprovecha la peluquera para fijarle el biso?¨¦ que tiene una esquinita despegada, y que le ha costado al productor cuatro mil euros.
-?Joder! -farfulla este para s¨ª mismo entre triste e indignado, porque hace n¨²meros y cae en la cuenta de que, ya, se ha pasado un veinte por ciento del presupuesto inicial.
Me llevo de nuevo la taza a los labios y bebo lo que queda, como un pavo. Ya est¨¢, tragado. Mi boca se llena de un sabor nauseabundo, pero domino la arcada que me sobreviene mientras observo con atenci¨®n lo que se cuece abajo donde est¨¢n todos congregados a la espera de o¨ªr la orden de ?Cinco y acci¨®n! A m¨ª, ese momento me recuerda al de los caballos purasangres cuando se disponen a ser encajonados antes de comenzar correr. Se les ve a punto de estallar de tensi¨®n. Las diez y media de la ma?ana.
Con lo que m¨¢s disfruto es con estos momentos previos cuando, sin que ellos lo sepan, en mi cub¨ªculo, soy testigo de lo que se cuece abajo. Me fascina ver al equipo preparase para rodar, ignorantes de que soy un voyeur que sabe al dedillo de su p¨¢nico esc¨¦nico o del esfuerzo que hacen para no transmitir dudas. Y, de pronto, oigo y veo a una actriz muy joven, que se pone a agitar el guion exclamando, con los ojos abiertos como si hubiera visto una rata muerta: -?Joder, yo esta mierda de texto no lo digo! ¨CY lanza el libreto lejos, estrell¨¢ndolo contra un aparador del decorado.
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