Ni?a, este ¡®Trist¨¢n¡¯ es algo tremendo
Para la directora de escena Katharina Wagner hay vida despu¨¦s de la resoluci¨®n del famoso "acorde de Trist¨¢n". Su bisabuelo Richard propon¨ªa en Trist¨¢n e Isolda, su drama musical estrenado ahora hace 150 a?os, un experimento psicol¨®gico fascinante: un acorde disonante cuya necesaria resoluci¨®n se pospone y no se concede hasta cuatro horas despu¨¦s. Una idea genial que unifica la obra. Una pregunta formulada al comienzo cuya respuesta no conocemos hasta el final de la velada durante la bell¨ªsima Muerte de amor que canta Isolda frente al cad¨¢ver de su amado: su historia de amor tendr¨¢ lugar irremediablemente en el m¨¢s all¨¢. Pero no. Isolda no muere y el rey Marke se la lleva por la fuerza de vuelta a su palacio de Cornualles. La vida sigue y Katharina deja bien claro con este ¨¦xito rotundo que le quedan todav¨ªa muchos a?os de vida al Festival de Bayreuth, muy pronto con ella como directora en solitario.
Trist¨¢n e Isolda
Libreto y m¨²sica de Richard Wagner. Con Stephen Gould, Georg Zeppenfeld, Evelyn Herlitzius, Iain Paterson y Christa Mayer. Coro y Orquesta del Festival de Bayreuth. Direcci¨®n musical: Christian Thielemann. Direcci¨®n esc¨¦nica: Katharina Wagner.
Bayreuth, Festspielhaus. Hasta el 23 de agosto.
Esta vez los destellos de ingenio de sus pol¨¦micos Maestros cantores de 2007 encontraron acomodo en la coherencia del conjunto. Katharina y su equipo esc¨¦nico aciertan al subrayar la acci¨®n interior de la obra, precisamente lo que Wagner mismo quer¨ªa resaltar al llamar a esta ¨®pera "Handlung" (acci¨®n). Los actos extremos son metaf¨®ricos y tienen lugar en la cabeza de sus protagonistas: el laberinto de escaleras que impide su uni¨®n en el primer acto o en el tercero con Trist¨¢n viendo por doquier a Isolda dentro de un tetraedro. Tan solo el segundo acto tiene algo de acci¨®n exterior, y su ubicaci¨®n en una prisi¨®n vigilada a?adi¨® un plus de tensi¨®n que se mantuvo incluso durante el intimista d¨²o de amor cantado de espaldas al p¨²blico y frente a un espejo. Todos podemos ser Trist¨¢n e Isolda. Hoy y siempre.
A pesar del inesperado ¨¦xito de la r¨¦gie, el verdadero triunfador fue Christian Thielemann que volv¨ªa a dirigir Trist¨¢n trece a?os despu¨¦s de su ¨²ltima producci¨®n en Viena. El director berlin¨¦s comparte con su partenaire esc¨¦nica la concepci¨®n vitalista de la obra que plasma en un fluir musical continuo. Pero es un flujo y reflujo perfectamente planificado. Parte de una visi¨®n org¨¢nica y hol¨ªstica de la partitura que no descuida los m¨¢s oscuros recovecos. Explora como nadie las posibilidades ret¨®ricas de la obra: alarga pausas, cambia de plano, pisa el freno o mete una marcha m¨¢s. Nadie domina la ac¨²stica del Festspielhaus como ¨¦l y consigue de la orquesta texturas impresionistas y momentos clim¨¢ticos asombrosos.
En el apartado vocal no todo funcion¨® a la perfecci¨®n, a pesar del alto nivel general. La soprano Evelyn Herlitzius, que sustituy¨® a Anja Kampe hace pocas semanas, destac¨® por su caracter¨ªstica intensidad esc¨¦nica, pero encarn¨® a una Isolda crispada en exceso y con poca progresi¨®n dram¨¢tica. Fue por momentos m¨¢s Elektra que Isolda. El tenor Stephen Gould tampoco termin¨® de manejar bien su magn¨ªfico torrente vocal y compuso un Trist¨¢n irregular. Mucho mejor Kurwenal y Brangania que encontraron en el bar¨ªtono Iain Paterson y la mezzo Christa Mayer int¨¦rpretes m¨¢s equilibrados y compactos, aunque el rey Marke del bajo Georg Zeppenfeld fue lo mejor de la noche: voz cavernosa, intensa y bien moldeada en el mon¨®logo del segundo acto.
La inauguraci¨®n de la 104? edici¨®n del Festival de Bayreuth tuvo todos los ingredientes de glamour y expectaci¨®n habituales. La an¨¦cdota de la noche la protagoniz¨® la canciller Angela Merkel al romperse su silla durante el primer entreacto, algo que muchos confundieron con un vah¨ªdo. Y es que ya lo dijo el propio Wagner en una carta a su amada Mathilde Wesendonck: "Ni?a, este Trist¨¢n es algo tremendo".
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