Tedio
?Qu¨¦ le llev¨® a Von Kleist a trocar el cl¨¢sico requiebro amoroso de llamar a la amada ¡°?vida m¨ªa!¡± por el siniestro de ¡°?muerte m¨ªa!¡±?
Estando el amor y la muerte tan bien enlazados de suyo, no es tan infrecuente que los amantes, por cualesquiera de los lances er¨®ticos en que est¨¦n inmersos, que var¨ªan seg¨²n la ¨¦poca, se vean impelidos a entregar el ¨²nico don que poseen los seres humanos mortales: la vida misma. As¨ª, se muere y se mata por celos, pero tampoco es raro que unos amantes, cuando las circunstancias impiden la formalizaci¨®n de su relaci¨®n, opten por consenso por el suicidio. En este sentido, hay una abundant¨ªsima literatura sobre este tema del ¡°morir de amor¡±, y, en especial, en nuestra ¨¦poca, cuyo origen y destino estuvo signado por el romanticismo, tan radicalmente apasionado y egotista.
Todo lo apuntado en el p¨¢rrafo anterior, digamos que, en principio, est¨¢ muy bien, pero, para concretar, es producto de la visi¨®n de una pel¨ªcula, Amour fou (2014), ¡°amor loco¡±, de la cineasta austriaca Jessica Hausner (1972), donde se escenifica el intenso desvar¨ªo rom¨¢ntico del escritor prusiano Heinrich von Kleist (1777-1811), un ins¨®lito campe¨®n de la necrofilia er¨®tica, cuyo af¨¢n de plena intensidad no solo le condujo a aborrecer la vida, sino a buscar denodadamente una pareja suicida, porque le resultaba insoportable el hecho ineluctable de morirse a solas, o, si se quiere, que deseaba morir matando al ser amado. Pero no se trata de ning¨²n relato de ficci¨®n de este notabil¨ªsimo escritor alem¨¢n: Von Kleist empez¨® por propon¨¦rselo a su amada mujer, Wilhelmine von Zenge, que estaba dispuesta a acompa?arle hasta la tumba, pero sin por eso caer en ella, y, tras recibir estas calabazas f¨²nebres, no cej¨® en el empe?o hasta hallar a Henriette Vogel, una joven burguesa, al parecer algo neurast¨¦nica, que se mostr¨® propicia al sacrificio y se dej¨® matar un 21 de noviembre de 1811.
?Qu¨¦ le llev¨® a Von Kleist a trocar el cl¨¢sico requiebro amoroso de llamar a la amada ¡°?vida m¨ªa!¡± por el siniestro de ¡°?muerte m¨ªa!¡±? Miembro de una aristocr¨¢tica familia prusiana, que le encamin¨®, como entonces correspond¨ªa, a una carrera militar, que ¨¦l pronto abandon¨® en aras de su vocaci¨®n literaria, Von Kleist, adem¨¢s de convertirse en un desclasado, jam¨¢s obtuvo el menor reconocimiento en vida, a pesar de su abundante y muy interesante producci¨®n po¨¦tica, dram¨¢tica y novel¨ªstica. ?Solo la falta de reconocimiento social justifica, como luego apunt¨® Nietzsche, el que este desdichado autor se hundiese en un ensimismamiento para acabar explotando como un volc¨¢n en erupci¨®n?
Es dif¨ªcil encontrar una causa determinante para el indudable colapso ps¨ªquico de Von Kleist, gran parte de cuya obra gira morbosamente en torno al parad¨®jico placer de t¨¢natos, pero la versi¨®n que nos da, en Amour fou, Jessica Hausner, cineasta muy atenta a los problemas del desarraigo, elude esta u otra de las interpretaciones m¨¢s razonablemente t¨®picas. Antes, por el contrario, Hausner, centrando su atenci¨®n en el momento en que el desdichado escritor conoci¨® y acab¨® convenciendo a la pobre Henriette para morir + bien las triviales conversaciones familiares, engarzadas ya por las bobadas publicadas en la prensa. En este contexto asfixiante, el fan¨¢tico delirio er¨®tico de Von Kleist va cobrando paulatinamente fuerza como desesperado punto de fuga frente al tedium vitae de lo previsible, muy propio de un teatro de marionetas, tema este al que le dedic¨® un brillante ensayo. En realidad, Von Kleist, cual demonio crucificado, m¨¢s que suicidarse, deseaba que desapareciese la humanidad de un disparo.
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