Alice McDermott: ¡°El detalle es la pincelada¡±
Ganadora del National Book Award y nominada tres veces al Pulitzer, la novelista apuesta por historias sutiles y dom¨¦sticas cargadas de profundidad
Quiz¨¢ la vida sea eso, situaciones o sensaciones que vuelven, que nos pasaron en su momento por el lado y nos avisaban, pero que no supimos ver o darles importancia y ahora, al regresar, cobran sentido al tiempo que lamentamos nuestra torpeza en su primera visita. Algo de eso hay en los desordenados recuerdos, entre su infancia y su vejez, de Marie Commeford, esa modesta Alguien (Libros del Asteroide; Min¨²scula, en catal¨¢n) que da t¨ªtulo a la ¨²ltima novela de la discreta pero profunda, como su obra, Alice McDermott (Nueva York, 1953). Como su progenitora literaria, hija de irlandeses cat¨®licos en un Brooklyn que ya lucha lejos de su hogare?o esplendor contra cucarachas y pisos tapiados, Marie y los suyos respiran un aire con part¨ªculas de tristeza en suspensi¨®n y una desgracia latente. Siempre hay ¡°el olor a una tragedia a¨²n por definir¡± y el cuerpo delgado de una vecinita es ¡°una invitaci¨®n andante a la desgracia¡±. Una boda es feliz apenas 24 horas y un m¨¦dico te acaba operando el ojo que no deb¨ªa. Y todo se soporta olvidando de manera intermitente que ¡°la cotidianeidad de los d¨ªas era un velo, una fina tela que te distorsionaba la vista¡±. O sea, que, en el fondo, la vida era esto, solo que lo camuflamos de otras cosas¡
Me interesa reflejar esa balanza, o ese duelo, entre realidad e ilusi¨®n, y esa capacidad que tiene la gente de admirar la vida¡±
¡°La vida la vivimos entre dos oscuridades, sabiendo que es temporal y que la mortalidad nos hace fr¨¢giles en todo momento; eso est¨¢ en toda mi obra pero aqu¨ª quiz¨¢ m¨¢s y en un solo personaje... Sabemos que somos mortales pero tenemos unas ganas locas de vivir, amamos, construimos grandes esperanzas; me interesa reflejar esa balanza, o ese duelo, entre realidad e ilusi¨®n y esa capacidad de admirar la vida que tiene la gente a pesar de saber c¨®mo acabar¨¢ todo¡±, recita McDermott, manos entrelazadas, vestida de blanco, crema y rosa, todo pastel, desde una punta del sof¨¢, segura de la esencia de su s¨¦ptimo libro, ¨²ltimo de una obra avalada por la cr¨ªtica y que en 1998 obtuvo el National Book Award por Un hombre con encanto (Tusquets).
Desprende Alguien un inexorable determinismo, ¡°no hab¨ªa manera de evitar aquel futuro¡±, dice al principio la protagonista, que se obstina en no aprender a cocinar lo que le ense?a su madre para que no le ocurra lo mismo que a su mejor amiga, que pierde a su progenitora al poco de asimilar sus consejos ante los fogones, como si as¨ª pudiera parar el tiempo o el destino. La reacci¨®n de Marie viene marcada por la t¨¢cita cosmovisi¨®n de la autora: ¡°Creo en un cierto sentido del tiempo y del lugar; la Historia hace que los personajes est¨¦n donde est¨¢n; eso les ha hecho como son; no se rebelan, se han entregado al fluir de los tiempos que les ha tocado¡ Pero tienen momentos, peque?os, interiores si quiere, no grandilocuentes, para decidir c¨®mo reaccionar ante episodios concretos de la vida. Marie toma diversos: opta por un segundo hijo a pesar de su peligroso primer parto; quiz¨¢ salva a su hermano al ocultarle una noche la medicaci¨®n¡ S¨ª, fluimos ante los grandes acontecimientos, pero la vida ofrece instantes en que nuestras decisiones pueden marcar un rumbo vital¡±.
Casi no hay personaje en Alguien que no se refugie en una costumbre, ni que sea la de sacar el tapete de la mesa y doblarlo de determinada manera para poner el hule sobre el que se comer¨¢: el fondo ritual de la vida cotidiana como flotador ante la marejada del sobrevivir. ¡°Contra el desorden y la confusi¨®n de hoy, los detalles, los gestos repetidos, nos dan seguridad¡±, deja caer distra¨ªdamente McDermott, consciente de que parte de la sensibilidad y del lenguaje que aflora en la novela pertenece a sus padres, primera generaci¨®n de inmigrantes en esa ¡°isla encantada¡± que era el Brooklyn de preguerra mundial. ¡°El barrio y los modales y las tradiciones tienen un peso capital en el libro¡±, resume.
La familia tiene a¨²n un poder beat¨ªfico o paliativo, de ¨²ltima fortaleza en caso de retirada. Hasta la protagonista lamenta que sus hijos hablen de su torturado t¨ªo el cura ¡°con gran desenfado, mucha ligereza y gran animaci¨®n, como si estuvieran hablando de alg¨²n personaje de la televisi¨®n¡±, reflexiona en el libro. ¡°No hay que atribuir al pasado ese halo rom¨¢ntico de que siempre fue mejor, pero quiz¨¢ deber¨ªamos mirar un poco m¨¢s hacia atr¨¢s¡±, apunta McDermott con una voz a¨²n m¨¢s pausada si cabe, moldeada como profesora de Humanidades en la Universidad John Hopkins. ¡°Lo veo en mis estudiantes: van perdiendo tradiciones, historias sobre los or¨ªgenes de sus familias y as¨ª cada vez los m¨¢s j¨®venes conocen menos las vidas de los otros, y eso explica ese estar tan obsesivamente centrados en ellos mismos, s¨®lo en su vida: porque no saben de las de los otros¡ Y ah¨ª entran los cambios de vida familiar: los abuelos viven hoy, al menos en EE?UU, lejos de sus nietos y cuesta que se re¨²nan y se cuenten viejas historias; as¨ª no pueden ver el mundo de los otros¡±. ?Tiene eso una traducci¨®n en la literatura? ¡°Sin duda: esta tendencia entre los escritores j¨®venes hacia lo fant¨¢stico viene de ah¨ª, esa obsesi¨®n por reflejar un realismo m¨¢gico aunque vengan de un mundo muy diferente al de Garc¨ªa M¨¢rquez. La imaginaci¨®n de estos nuevos escritores se desarrolla en esos par¨¢metros¡ Conocen m¨¢s los or¨ªgenes, tradiciones y por qu¨¦ hace lo que hace Harry Potter, que la vida de sus abuelos¡±.
Casi no hay personaje en Alguien que no se refugie en una costumbre: el fondo ritual de la vida cotidiana como flotador ante la marejada del sobrevivir
Admite McDermott que los personajes de Alguien gozan de una felicidad dickensiana: gente humilde conforme con peque?as migajas de felicidad porque saben que nunca triunfar¨¢n, siendo as¨ª felices en la humildad o el conformismo. ¡°Dickens y Shakespeare son inevitables¡±, admite como influencia, con la misma naturalidad y un punto de iron¨ªa con la que, en cambio, se desmarca de las supuestas similitudes con Alice Munro o Anne Tyler. ¡°Nos comparan porque nos llamamos igual¡±, zanja sobre la Nobel. No, sus referentes son Virginia Woolf (¡°no tanto por lo que pasa como por el lenguaje que utiliza para explicarlo¡±) y Vlad¨ªmir Nabokov: ¡°Logra cosas extraordinarias con los detalles: nos hace ver mucho m¨¢s de lo que dice, hace pr¨®ximos incluso a personajes por los que no tenemos simpat¨ªa alguna¡±.
Tres veces finalista de los Pulitzer¡ªAquella noche (1987, Tusquets), En bodas y entierros (1992, Tusquets), After This (2006)¡ª es autora de novelas que en un primer redactado suelen ser extens¨ªsimas (¡°las voy recortando y dejando en lo esencial¡±), donde no hay imagen que tarde o temprano no tenga sentido (¡°ojal¨¢ pudieran hacerse novelas con post-it con fragmentos que pudieran moverse y pegarse a voluntad¡±, bromea), le preocupa poco que su literatura no sea un best seller (¡°la buena literatura necesita paciencia y s¨¦ que mi lector est¨¢ ah¨ª¡±). Seguir¨¢ apostando, pues, por una novela que no le molesta que se diga que tiene mirada de mujer porque ¡°nos fijamos m¨¢s en el por qu¨¦ y en la vida interior¡± y que est¨¢ cosida por los detalles: ¡°Los detalles crean los personajes; en pintura, cada pincelada es vital; el detalle es la pincelada de la literatura¡±.
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