A orillas del Guadiana
La ruta de la Plata, por Sevilla, es uno de los caminos posibles de los que habla Cervantes
Azor¨ªn se va, pero yo contin¨²o el viaje. El viaje de don Quijote no se termina nunca, ni siquiera se sabe por d¨®nde va realmente. Innumerables y eternas han sido las discusiones que sobre ello han tenido los cervantistas, unos diciendo que si don Quijote fue por aqu¨ª o por all¨¢ y otros diciendo lo contrario, sin que ninguno de ellos tenga la raz¨®n del todo. Y es que Cervantes en su novela no hace una geograf¨ªa real, sino lo que mi amigo Pedro Garc¨ªa Mart¨ªn, historiador y coleccionista de objetos relacionados con El Quijote (posavasos, carteles, cromos, sellos, vitolas) llama una geopo¨¦tica, esto es, una representaci¨®n de la geograf¨ªa intervenida por la literatura.
En la segunda salida de don Quijote, por ejemplo, la geopo¨¦tica se impone a la geograf¨ªa hasta tal extremo que pocos son los datos que Cervantes da a los lectores de su novela, tanto que se limitan pr¨¢cticamente a dos frases: ¡°Tornaron a su comenzado camino de Puerto L¨¢pice (tras la aventura de los molinos de viento) y a obra de las tres del d¨ªa le descubrieron¡± y ¡ªdespu¨¦s de d¨ªas andando hacia el sur, se supone, en los que le sucedieron varias aventuras m¨¢s¡ª ¡°se entraron por una parte de Sierra Morena, que all¨ª junto estaba¡±. As¨ª, sin m¨¢s: ¡°por una parte de Sierra Morena¡± ?Pero qu¨¦ parte de Sierra Morena? ?La oriental, que cruzaba el camino real de Granada por el antiguo puerto del Muradal (a¨²n no exist¨ªa el de Despe?aperros), o la occidental del valle de Alcudia, que cruzaba el que iba a Sevilla y que Cervantes anduvo tantas veces? Nadie se pone de acuerdo en el tema (hay argumentos para defender los dos itinerarios como ciertos), as¨ª que yo, tras dudar durante varios d¨ªas y consciente de que tome la decisi¨®n que tome va a ser contestada por alg¨²n lector, tiro una moneda al aire (hablo figuradamente) y me voy hacia el camino de la Plata, o sea, el de Sevilla, que es el itinerario que defienden dos cervantistas tan reputados como Agostini y Astrana Mar¨ªn y el que dibuj¨® el ge¨®grafo Tom¨¢s L¨®pez siguiendo las observaciones del capit¨¢n de ingenieros Jos¨¦ de Hermosilla en la edici¨®n del Quijote de la Real Academia Espa?ola de 1780. Por alg¨²n sitio ten¨ªa que ir.
Y no he elegido mal, barrunto desde el principio. Pues, tras dejar atr¨¢s Puerto L¨¢pice y el pueblo de Las Labores, que sigue siendo de San Juan, en seguida empiezo a ver a lo lejos los reflejos de las Tablas de Daimiel. Aunque antes, cerca de Villarrubia de los Ojos, pueblo famoso por su singularidad hidrol¨®gica, asisto al prodigioso fen¨®meno que estudi¨¦ en el colegio siendo adolescente sin entenderlo nunca muy bien: el nacimiento o renacimiento del r¨ªo Guadiana despu¨¦s de kil¨®metros desaparecido. Un grupo de manantiales, algunos secos y otros con agua, son los ojos por los que el r¨ªo vuelve a ver la luz del mundo en medio de una llanura en la que el sol ciega, de tan intenso. Como exclam¨® don Quijote tras regresar de la cueva de Montesinos: ¡°?Oh lloroso Guadiana, y vosotras sin dicha hijas de Ruidera, que mostr¨¢is en vuestras aguas las que lloraron vuestros hermosos ojos!¡±.
En el camino hacia Fuente el Fresno, el primer pueblo de Ciudad Real que el de la Plata se encuentra viniendo desde Toledo, el Guadiana va creciendo por mi izquierda alimentado por los arroyos que bajan de los Montes de Toledo, que por aqu¨ª alcanzan los 1.200 metros de altitud, 600 m¨¢s que los de la llanura sobre la que se elevan. Oculto en medio de ellos, a mitad de camino entre Villarrubia y Fuente el Fresno, el santuario de la Virgen de la Sierra se encarama como un nido sobre ellos al abrigo de un hond¨®n y de un manantial de agua famoso en toda la comarca. As¨ª lo dice el santero, que est¨¢ sentado a su lado de charla con unos amigos de Villarrubia, de donde es ¨¦l tambi¨¦n seg¨²n dice, que han venido a coger agua de la fuente.
¡ªF¨ªjese si ser¨¢ buena este agua que hab¨ªa quien la llevaba en garrafas para venderla. Tuvimos que poner un l¨ªmite¡ª se enorgullece el santero, que ocupa el puesto desde hace tiempo, pero que a¨²n no ha llegado a santo.
¡ªDe santero a santo hay un cacho¡ª bromea uno de sus amigos, al que se le ve feliz contemplando el paisaje desde aqu¨ª arriba.
Y no es para menos. Desde el muro que rodea al santuario, al que de cuando en cuando la gente sigue llegando en coches a coger agua o a visitar a la Virgen de la Sierra, que est¨¢ en una capillita al final del claustro o patio de venta que la antecede, la gran llanura de Ciudad Real se extiende como una l¨¢mina en la que espejean en primer plano las Tablas de Daimiel y el retorcido hilo del r¨ªo Guadiana, que avanza con dificultad, tal es la horizontalidad de aqu¨¦lla.
El misterio de los r¨ªos sumergidos
Durante tiempo se asegur¨® que el r¨ªo Guadiana desaparec¨ªa, al igual que sus afluentes el Z¨¢ncara y el Cig¨¹ela, y que volv¨ªa a aflorar por los llamados ojos de Villarrubia, a 30 kil¨®metros de distancia, tras dibujar bajo la llanura el acueducto m¨¢s largo de todo el planeta.
Hoy, la opini¨®n general es que el Guadiana nace realmente en los ojos de Villarrubia, fruto de las escorrent¨ªas de los cercanos Montes de Toledo, y que el r¨ªo de las lagunas de Ruidera es otro.
Sea como sea, el misterio de los r¨ªos sumergidos se mantiene en una tierra en la que el agua es un bien tan preciado, por escaso, que su aprovechamiento es toda una filosof¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.