Israel a trav¨¦s de sus series
Una atractiva rendija por la que cotillear las entra?as de Israel.
Cualquier aficionado a las series ha o¨ªdo ya hablar ¡ªy mucho¡ª de la cantera israel¨ª y su papel inspirador en Hollywood. Los casos m¨¢s famosos son Hatufim, g¨¦nesis de Homeland; BeTipul, en la que se bas¨® In Treatment; o Ramzor, que dio luz a Traffic Lights.
Pero hay vida en el panorama de las series israel¨ªes m¨¢s all¨¢ de las que cruzan el Atl¨¢ntico (y el Mediterr¨¢neo). Algunas, de hecho, son dif¨ªcilmente exportables porque, en vez de abordar tem¨¢ticas universales, hablan a los propios israel¨ªes de pedazos de su sociedad con los que se cruzan a diario en las calles, pero que desconocen por completo. En el crisol israel¨ª, personajes como un palestino neur¨®tico obsesionado por ser m¨¢s jud¨ªo que los jud¨ªos, un nacionalista religioso ansioso por encontrar pareja o un jud¨ªo ultraortodoxo confuso ante el estrecho camino que le han marcado desde la infancia son, ante todo, una ventana a comunidades que viven a pocas manzanas, pero parece que lo hicieran a a?os luz.
La ¨²ltima gran sensaci¨®n en Israel es Fauda. Fauda significa en ¨¢rabe caos o l¨ªo, y es el c¨®digo para indicar que algo va mal que usa una unidad de mistaarvim que busca incesantemente a Abu Ahmed, el malo mal¨ªsimo palestino. Los mistaarvim son fuerzas especiales del Ej¨¦rcito israel¨ª que aprenden a hablar ¨¢rabe sin acento, a rezar en una mezquita o a vestirse como ¨¢rabes para infiltrarse en los territorios palestinos. Es una serie de acci¨®n intensa, bien construida y con giros interesantes. Pasa de puntillas por el elefante en la habitaci¨®n (la ocupaci¨®n israel¨ª de Palestina), pero no presenta ni una imagen edulcorada de los mistaarvim ¡ªque torturan y matan a inocentes desarmados¡ª ni una estereotipada de los palestinos. Acaba de terminar su primera temporada.
Avod¨¢ Arabit (literalmente "trabajo ¨¢rabe", una forma despectiva de decir en hebreo ¡°chapuza¡±) tiene un tono mucho m¨¢s c¨®mico. A trav¨¦s del humor y la exageraci¨®n, la serie aborda un tema sensible: el lugar de los palestinos con ciudadan¨ªa israel¨ª en un Estado, el suyo, que se autodefine como jud¨ªo y en el que son minor¨ªa. Su protagonista es Amyad, un periodista ¨¢rabe tan cobarde y pat¨¦tico que no duda en ponerse la kip¨¢ (el gorrito jud¨ªo), apoyar al equipo de f¨²tbol con la afici¨®n m¨¢s racista o denunciar a su propia familia a los servicios de inteligencia con tal de encajar en la mayor¨ªa jud¨ªa. El personaje es ante todo una autoburla de su guionista, el escritor Sayed Kashua, un palestino con ciudadan¨ªa israel¨ª que escribe sus novelas en hebreo. El tono de sitcom resulta a veces exagerado y el personaje de Amyad, de tan arrastrado, acaba por resultar grotesco, lo que en ocasiones lastra la trama. Aun as¨ª, tiene momentos memorables, como este, en el que Amyad entra en la edici¨®n local del Gran Hermano haci¨¦ndose pasar por jud¨ªo:
Otra minor¨ªa que el israel¨ª medio se cruza a diario en la calle pero desconoce casi por completo son los jud¨ªos ultraortodoxos, es decir, los que ¡ªen trazo grueso¡ª visten de negro y llevan tirabuzones. Su mundo aparece reflejado en Shteisel ¡ªserie de ritmo pausado y factura cuidada¡ª a trav¨¦s de la figura de Akiva Sthisel. Akiva es un soltero de 26 a?os (para los est¨¢ndares ultraortodoxos se le est¨¢ empezando a pasar el arroz) un tanto so?ador que se enamora de una viuda que est¨¢ saliendo poco a poco del cerrado mundo ultraortodoxo. La serie, en la que se habla una mezcla de hebreo y yidish, no cae en el clich¨¦ de mostrar a personajes oscuros ahogados por una atm¨®sfera opresiva, sino a una comunidad preocupada por los mismos retos del d¨ªa a d¨ªa: las dificultades econ¨®micas, las relaciones entre padres e hijos o la b¨²squeda de media naranja (aunque sea con boda apa?ada). Ahora mismo se est¨¢ emitiendo su segunda temporada.
Tambi¨¦n tuvo mucho ¨¦xito la galardonada Srugim. Se emiti¨® entre 2008 y 2012 y contaba las peripecias de un grupo de jud¨ªos religiosos amigos y vecinos de barrio en Jerusal¨¦n. Una especie de Friends con pocos gags y mucho desamor en la comunidad de srugim, es decir, de aquellos que llevan la kip¨¢ (de nuevo, el sombrerito jud¨ªo) bordada, s¨ªmbolo de los nacionalistas religiosos jud¨ªos. Un melodrama conseguido, pero con detalles dif¨ªciles de entender para los no israel¨ªes. Como cuando a un personaje se le revuelve el est¨®mago ante la visi¨®n de un plato de pasta no kosher. O cuando otro vuelve a sus ra¨ªces sefard¨ªes y abandona la sinagoga de rito ashkenaz¨ª (del centro y este de Europa). Aqu¨ª una buena secuencia de una cena de shabat:
Estas cuatro son las m¨¢s conocidas, pero no las ¨²nicas. Est¨¢n tambi¨¦n Pilpelim Tsehuvim (Pimientos amarillos), que transcurre en un kibutz, o Zaguri Imperia (Imperio Zaguri), que aborda las tensiones entre jud¨ªos mizrah¨ªes (provenientes del norte de ?frica y Oriente Medio) y ashkenaz¨ªes (del centro y este de Europa).
Estas series no son s¨®lo una atractiva rendija por la que cotillear las entra?as de Israel. Tambi¨¦n enganchan. Mucho.
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