Un hombre decente
Le gustaba pensar en sus libros como en unos nuevos episodios nacionales
Rafael Chirbes escrib¨ªa cada vez peor. Esa es la conclusi¨®n a la que lleg¨® ¨¦l mismo cuando hace dos a?os reley¨® La buena letra y Los disparos del cazador para agruparlas en un volumen que empez¨® llam¨¢ndose Posguerra y termin¨® titul¨¢ndose Pecados originales. Las palabras eran importantes para Chirbes. Por eso consideraba que, mientras en aquellas novelas de los a?os noventa todo estaba en su sitio, las ¨²ltimas eran puro caos. Cuando En la orillagan¨® el Premio Nacional de Literatura respondi¨® as¨ª, v¨ªa sms, a una felicitaci¨®n: ¡°A los que los dioses quieren perder primero los vuelven locos. En eso estamos¡±. En medio de una oleada de rechazos (Jordi Savall, Colita), algunos se sorprendieron de que ¨¦l aceptara tal honor. Reconoc¨ªa que sus personajes le tirar¨ªan el premio a la cabeza pero pensaba que el galard¨®n no era propiedad del Gobierno sino del ¡°pueblo espa?ol¡±. Cansado de verse en los papeles, rechaz¨® la oferta de exponer por escrito unas razones que ten¨ªa bien fundadas: el d¨ªa de la entrega ¡ª¡°si me dejan hablar¡±¡ª le dir¨ªa al ministro lo que pensaba de su pol¨ªtica. El dinero lo destinar¨ªa a una asociaci¨®n de gente que ¡°lo est¨¢ pasando mal¡±, a?adi¨® por tel¨¦fono antes de remachar: ¡°Esto no tiene por qu¨¦ saberse¡±. Supongo que no importa que se sepa hoy. Tal vez es cuando importa m¨¢s.
As¨ª era Chirbes. Cuando la cr¨ªtica elogiaba Crematorio como el gran retrato de la Espa?a de la corrupci¨®n, respond¨ªa que todos los personajes eran ¨¦l. Pon¨ªa rasgos suyos en los peores porque odiaba el manique¨ªsmo f¨¢cil. Le gustaban los malos inteligentes. Como dijo de Goya ¡ªuno de sus pintores favoritos junto a Francis Bacon¡ª ¡°pinta la Espa?a de su tiempo, pero pinta tambi¨¦n sus propios fantasmas¡±.
Se sab¨ªa de memoria a Gald¨®s y le gustaba pensar en sus libros como en unos nuevos episodios nacionales. ¡°No me invento nada¡±, aclaraba. ¡°Si algunos leyeran lo que escribo¡ A muchos constructores los he visto desayunar con champ¨¢n en el bar de Beniarbeig¡±. Sus historias cierran todas las salidas a la bondad de los personajes pero ¨¦l era un hombre generoso capaz de elogiar con vehemencia a un novelista joven o de fijar una entrevista en Madrid en la fecha que conviniera a un vecino al que quer¨ªa traer al m¨¦dico en coche.
Cin¨¦filo sin pose, siempre recordaba que de ni?o le gustaba ir con su abuela al cine a Valencia porque en la capital le dejaban entrar a ver pel¨ªculas que en Tavernes ten¨ªa prohibidas. No sabemos si lleg¨® a ver Leviat¨¢n, la asfixiante pel¨ªcula de Andr¨¦i Zvi¨¢guintsev que parece salida de una de sus novelas. ¡°La ver¨¦ en cuanto pueda¡±, agradeci¨® apasionado la recomendaci¨®n. "No te digo yo que no tenga cierta tendencia rusa (y sovi¨¦tica), he frecuentado mucho a esa gente (en los libros; en la realidad s¨®lo conozco a un ruso melanc¨®lico que vive en Madrid). Quiz¨¢ haya llegado el momento de atreverme de una vez a huir al fr¨ªo. La verdad es que me marchito en esta California en la que nunca llueve, ni nieva ni puedes ponerte una bufanda, pura tripita de buey¡±. Ya no escrib¨ªa novelas sino testamentos, dec¨ªa con fastidio. Hablaba en serio. No sab¨ªamos cu¨¢nto. Maldita sea.
Babelia
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