Licencia para improvisar
Lina Morgan lleg¨® a rondar el 20 por ciento de lo recaudado en los teatros de Madrid
Era demiurga de sus personajes: los interpretaba con perspectiva cenital, tal y como el compadre Fidel maneja los mu?ecos de su bulul¨² en Los cuernos de don Friolera, marcando una distancia debida, brechtiana sin propon¨¦rselo, entre el artista creador y su criatura. Su arte era popular¨ªsimo y, por lo tanto, no para cierto p¨²blico: colgaba el cartel de No hay localidades incluso cuando hac¨ªa dos funciones diarias. Su Teatro de La Latina lleg¨® a sumar ¨¦l solito cerca del 20% de la recaudaci¨®n anual de la cartelera madrile?a, en una ¨¦poca en la que en Madrid hab¨ªa 35 teatros y en la que los talibanes del verismo (de la interpretaci¨®n realista, v¨ªvida y met¨®dica y de la plena asunci¨®n de las emociones del personaje como v¨ªa ¨²nica del actor verdadero), tend¨ªan a negar el m¨¦rito a cualquier forma esc¨¦nica que no fuera la que predicaban ellos.
Como todos los grandes clowns, ten¨ªa un talento afilad¨ªsimo para el directo. Las grabaciones de sus funciones dan una medida aproximada de la efectividad de su t¨¦cnica (la contorsi¨®n chaplinesca, el gesto extremado, la mueca grotesca, la acci¨®n que se queda congelada para los dem¨¢s personajes, mientras el suyo sigue improvisando variaciones, arabescos y cabriolas sobre el mismo tema), pero no dan una p¨¢lida idea de la corriente energ¨¦tica que levantaba en la platea ni de la comuni¨®n en la carcajada que produc¨ªan sus intervenciones, entre un p¨²blico de toda edad y de extracci¨®n sociocultural cada vez m¨¢s variopinta.
Frente a un teatro de usar y tirar, financiado generosamente y programado para autodestruirse pocos meses o semanas despu¨¦s de su estreno (una vez que lo ha disfrutado una ¨¦lite), el de Lina Morgan estaba hecho para durar no menos de dos a?os en cartel: hubo un p¨²blico de cierta edad que abandon¨® el teatro cuando ella, Juanito Navarro (su ex pareja art¨ªstica) y otros que cultivaban el g¨¦nero arrevistado colgaron la toalla. Los textos que interpret¨® distaban mucho de los mejores de los a?os dorados de la revista, pero la Morgan hubiera sido capaz de sacarle jugo c¨®mico a las P¨¢ginas Amarillas.
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