Los Sabade?os sue?an con cantar en la ONU
El grupo folcl¨®rico canario cumplen medio siglo en el mundo hispanohablante
En Cien a?os de soledad, los p¨¢jaros que Amaranta ?rsula se llev¨® de Canarias para repoblar Macondo volv¨ªan a las islas. En 50 a?os, Los Sabande?os han hecho ese viaje de ida y vuelta en innumerables ocasiones como un grupo hispanoamericano en toda regla. Por esos lazos del destino han llegado hasta aqu¨ª, pero no habr¨ªan existido, o al menos no como hasta hoy, si su fundador y director, Elfidio Alonso, se hubiera exiliado a Venezuela bajo la amenaza de un Consejo de Guerra en la dictadura, o un accidente de tr¨¢fico hubiera segado su vida, reci¨¦n creado el grupo, en la actual ¡°curva de Elfidio¡±.
El mediosiglo sabande?o es una anomal¨ªa; se explica con la l¨®gica del n¨¢ufrago, del que sobrevive y lo puede contar. La honrosa parranda de las romer¨ªas locales de su tierra, pr¨®diga en fiestas, se erigi¨® en una de las agrupaciones musicales, en nuestro idioma, m¨¢s conocidas en el mundo. Y su sue?o, al cabo de 50 a?os, es cantar en la ONU.
Es un caso de ¨¦xito pese al h¨¢ndicap insular, que amarga m¨¢s la periferia en otras facetas. ?C¨®mo han podido Los Sabande?os superar sus fronteras de cristal, como dir¨ªa Carlos Fuentes, y articular este sincretismo inagotable de su producci¨®n discogr¨¢fica? En el centenar de discos publicados (cerca de tres millones de copias vendidas) est¨¢ presente esa ¡®matraquilla¡¯ del mestizaje y la transculturaci¨®n que aprendieron del cubano Fernando Ortiz y de siglos de emigraci¨®n isle?a: la latitud impensable de un archipi¨¦lago que se finge parte ultramarina de Am¨¦rica, adonde va y viene como los canarios de Garc¨ªa M¨¢rquez como si cambiara de habitaci¨®n dentro de la misma casa. El oc¨¦ano, la atlanticidad que invoca el escritor y fil¨®logo Juan Manuel Garc¨ªa Ramos, y a la que dedicar¨¢ el grupo su pr¨®ximo disco, en septiembre, impregna de sentido metaf¨®rico esta letan¨ªa de a?os hecha a base de ponerse obst¨¢culos.
Uno de los mayores riesgos que contrajo el grupo fue atreverse muy pronto con el cancionero de Am¨¦rica Latina (ya en su cuarto disco, en 1970, inaugur¨® la trilog¨ªa Los Sabande?os cantan a Hispanoam¨¦rica). Atahualpa Yupanqui, el patriarca argentino ¨Cal que ahora han llevado a escena en Madrid Mar¨ªa Lavalle y Asunci¨®n Balaguer-, les reproch¨® cuando eran novatos que a?adieran a la zamba seis compases, y veinte a?os despu¨¦s superaron el m¨¢ster de ese hermanamiento en la ¡®catedral¡¯ musical de Cosqu¨ªn (C¨®rdoba, Argentina). Pero ser profetas en su tierra, con todos los premios posibles, no les salv¨® en los inicios del recelo insular, plasmado en hipocor¨ªsticos de corta vida, como el de los sabandijas. Han dialogado con Agapito Marazuela y los raimon-serrat de la Transici¨®n. Julio Fajardo, cantautor, fue uno de los primeros sabande?os, y, en parte, lo es tambi¨¦n Mar¨ªa Dolores Pradera, tan habitual con ellos como la ¨²nica voz femenina propiamente del grupo. Con Kraus lograron un disco de oro.
La ¡®Parranda de don Luis¡¯
La f¨®rmula (al principio era la Parranda de don Luis) fue surgiendo por inercia en el Ateneo de su municipio, La Laguna (Tenerife), y la finca Sabanda de Punta del Hidalgo, a la que deben su nombre definitivo, hasta tener su casa museo y estar a punto de ser una fundaci¨®n. Introdujeron el contrabajo, y la herej¨ªa cre¨® escuela; tambi¨¦n se enfundaron al azar la manta esperancera, con que combaten el fr¨ªo los campesinos del monte de La Esperanza, y descubrieron que sus temas agradaban en las discotecas. Columbia apost¨® por Julio Iglesias, pero, sin promoci¨®n (hasta que grabaron m¨¢s tarde con el sello Manzana), Los Sabande?os se hicieron populares dando giras por toda Espa?a, como la que ahora anuncian con las bodas de oro, tras cantar en los Veranos de la Villa con la ORCAM y su buen amigo, el director V¨ªctor Pablo P¨¦rez.
Felipe VI sonri¨®, en junio, cuando le cantaron en Iza?a uno de aquellos hits, el Himno de la Lucha Canaria, dedicado, en clave social, al deporte vern¨¢culo (¡±canario, lucha, como lucharon los guanches¡±, dice la letra). Pero no siempre fue as¨ª. P¨ªo Cabanillas (siendo Subsecretario de Informaci¨®n y Turismo) les indult¨® La muralla de Quilapay¨²n. La censura les hab¨ªa obligado a decir ¡°el sable de don Manuel¡± en lugar del ¡°sable del coronel¡±. ??igo les pidi¨® en TVE que no la cantaran delante de Barnard, xen¨®fobo y amigo del yern¨ªsimo marqu¨¦s de Villaverde, pues en la canci¨®n las manos de los blancos y los negros levantan la muralla. Y Kiko Ledgard les vet¨® un bolero, El reloj (¡°reloj, no marques las horas¡,/porque mi vida se apaga¡±), ya que Franco se estaba muriendo.
Elfidio Alonso ha comentado ahora a Diario de Avisos que, tras 2.500 conciertos, les gustar¨ªa cantar en la ONU (ya lo hicieron en el Parlamento Europeo), donde en su etapa de diputado intervino a favor del Polisario. Hay una canci¨®n del grupo, Te cuento como vivo en Tenerife, del poeta argentino Hamlet Lima Quintana, que recita Jorge Valdano, tambi¨¦n paisano del papa Francisco, que acaso este no haya escuchado. Y ese desdoblamiento de personalidad, entre las dos orillas, es el que hace de Los Sabande?os un conjunto hispanohablante, que rebusca en sus ra¨ªces, en la Cantata del Mencey Loco, al guanche, cuya desventura en la Conquista ha sido el relato de buena parte de su obra. La cantata se estren¨®, hace ahora 40 a?os, con fervor y desplante; este ¨²ltimo del gobernador Fraile Poujade.
Han hecho una literatura de cantos. El Nobel guatemalteco Miguel ?ngel Asturias los escuch¨® en Tenerife poco antes de morir en Madrid, y escribi¨® en una servilleta que sus canciones ¡°valen much¨ªsimo m¨¢s que muchas obras literarias¡±. Alonso, narrador y periodista, a punto de cumplir 80 a?os (el m¨¢s veterano del grupo junto a Santiago Torres), celebra que muchas tunas espa?olas adoptaran su est¨¦tica y organolog¨ªa, como el ic¨®nico timple. Benito Cabrera, director musical, timplista y compositor, es el exponente de las caras nuevas de un grupo que ha sufrido crisis sin poner en peligro su continuidad. Habr¨ªa sido tanto como derribar un puente trasatl¨¢ntico entre Europa y Am¨¦rica, que Los Sabande?os tendieron para calmar la sed de continente tan propia de sus islas.
Carmelo Rivero es coautor junto a Mart¨ªn Rivero de la biograf¨ªa ¡®Los Sabande?os. El Canto de las Afortunadas¡¯ (El Pa¨ªs Aguilar).
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