Yo, sustituto de Stieg Larsson
David Lagercrantz escribe un texto en exclusiva para EL PA?S en el que cuenta c¨®mo se enfrent¨® a la continuaci¨®n de la saga Millennium
Echo de menos esas horas tempranas, las cuatro de la ma?ana, en las que en Estocolmo no se o¨ªa un ruido y mi familia a¨²n dorm¨ªa: me tomaba mi caf¨¦ espresso y me sentaba delante del ordenador a escribir como si me fuera la vida en ello.
Cierto, no siempre era f¨¢cil, pero a veces incluso echo de menos esa intensidad febril que en ocasiones rayaba en el terror: el terror de no ser digno del legado de Stieg Larsson.
Esa preocupaci¨®n fue mi motor, y puedo decir sin lugar a dudas que quien m¨¢s me aterrorizaba era Lisbeth Salander. ?C¨®mo pod¨ªa tratar a un personaje tan ic¨®nico sin decepcionar a la gente? Recuerdo que al principio me notaba demasiado torpe. Era como si quisiese poner demasiado empe?o, as¨ª que pas¨¦ muchas horas suprimiendo y suavizando cosas. Principalmente prescind¨ª de emociones. El sentimentalismo y el melodrama no van con Lisbeth.
Sus sentimientos deb¨ªan entreverse ¨²nicamente, y me di cuenta de que cuando mejor est¨¢ es en acci¨®n, cuando pelea y se espera que pierda. Si era capaz de dar con las escenas adecuadas, ella cobrar¨ªa vida. Sin embargo segu¨ªa existiendo un problema que me llev¨® mucho tiempo resolver: ?c¨®mo recuerda Lisbeth Salander?
Porque no es s¨®lo la personalidad de Lisbeth lo que hace de ella un personaje tan asombroso. Al igual que Batman o Superman o cualquier otro gran superh¨¦roe, ella posee su propia mitolog¨ªa, que constituye un elemento crucial de su fuerza explosiva. Pronto ca¨ª en la cuenta de que eso era lo que quer¨ªa mostrar y desarrollar. As¨ª que ten¨ªa que volver a su infancia, cuando su mal¨¦volo padre, Alexander Zalachenko, maltrat¨® y viol¨® a su madre y Lisbeth jur¨® vengarse. Sin embargo comprend¨ª que acabar¨ªa con parte de la m¨ªstica si hac¨ªa que fuese ella misma la que recordara todos esos incidentes. La cadena de acontecimientos parec¨ªa m¨¢s fuerte si ¨¦stos se ve¨ªan desde fuera, insinuando ¨²nicamente su rabia y su dolor.
Intu¨ª que necesitaba un filtro. Asimismo me di cuenta de que el propio Stieg Larsson se hab¨ªa debatido con esta misma cuesti¨®n: casi siempre hace que sea el viejo abogado Holger Palmgren, primer tutor de Lisbeth, quien relate la infancia de la hero¨ªna. Claro est¨¢ que ¨¦ste es un ardid cl¨¢sico. Los genios mitificados de la literatura a menudo se observan mejor desde cierta distancia. Hace falta un doctor Watson que cree el mito y mantenga el misterio que rodea su poder. Desde el punto de vista de la protagonista, la mayor parte de las cosas son l¨®gicas y evidentes, pero cuando ese mismo proceso es observado por otra persona, entendemos mejor qu¨¦ es lo extraordinario en ¨¦l. Contribuye a despertar nuestro asombro. Decid¨ª emplear los mismos recursos que Stieg Larsson. Y as¨ª y todo me negaba a rendirme por completo.
Continu¨¦ ahondando en los pensamientos y recuerdos de Lisbeth Salander, poniendo a prueba los l¨ªmites. No es ninguna exageraci¨®n decir que ¨¦se fue el proceso que me permiti¨® calarla y despu¨¦s, una noche, una espl¨¦ndida y despejada noche, descubrir su gran secreto.
A partir de ese d¨ªa fue como si escribiera ella misma. Empec¨¦ a comprender por qu¨¦ ten¨ªa que golpear de nuevo: con dureza, sin piedad. Supe c¨®mo ten¨ªa que continuar la historia, y ya la echo de menos. ?Conf¨ªo en que disfruten ley¨¦ndola!
Traducci¨®n del ingl¨¦s de Ruth Urbom.
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