El reino de Roque Guinart
Las huellas del lugar donde se habr¨ªa topado Cervantes con el bandolero Rocaguinarda, al que convirti¨® en personaje
¡°Sucedi¨®, pues, que en m¨¢s de seis d¨ªas no le sucedi¨® cosa digna de ponerse en escritura; al cabo de los cuales, yendo fuera del camino, le tom¨® la noche entre unas espesas encinas, o alcornoques, que en esto no guarda la puntualidad Cidi Hamete que en otras cosas suele¡¡±.
As¨ª reanuda Cervantes su narraci¨®n, que contin¨²a con don Quijote y Sancho pele¨¢ndose entre ellos, el caballero andante por ver de darle a su escudero, aprovech¨¢ndose de la soledad del sitio, los tres mil azotes que ¨¦ste se hab¨ªa negado a recibir en el palacio de los duques y que, seg¨²n el falso Merl¨ªn, se necesitaban para sacar a Dulcinea de su encantamiento en r¨²stica aldeana y el pobre Sancho defendi¨¦ndose como pod¨ªa de lo que a todas luces era una imposici¨®n injusta de su amo (¡°?Eso no ¡ªdijo Sancho¡ª: vuesa merced se est¨¦ quedo; si no, por Dios verdadero que nos han de o¨ªr los sordos!¡±) y, luego, tras separarse y dormir un rato, por el descubrimiento del escudero de que el bosque en el que se encontraban estaba lleno de hombres colgados de las ramas de los ¨¢rboles. ¡°No tienes de qu¨¦ tener miedo ¡ªle tranquiliz¨® don Quijote¡ª, porque estos pies y piernas que tientas y no ves sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos ¨¢rboles est¨¢n ahorcados, que por aqu¨ª los suele ahorcar la justicia, cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta¡±, una explicaci¨®n que al pobre Sancho Panza le sirvi¨® para seguir durmiendo, no muy tranquilo, es verdad, pero que con el amanecer se demostr¨® ilusoria cuando los aparentes ahorcados, que eran m¨¢s de cuarenta, saltaron de donde estaban y rodearon a don Quijote y a su escudero ¡°dici¨¦ndoles en lengua catalana que se estuviesen quedos y se detuviesen, hasta que llegase su capit¨¢n¡±.
La Panadella, Igualada, Jorba... ?D¨®nde se producir¨ªa el asalto?
El capit¨¢n, ¡°el cual mostr¨® ser de hasta edad de treinta y cuatro a?os, robusto, m¨¢s que de mediana proporci¨®n, de mirar grave y color morena¡± y que ven¨ªa montado ¡°sobre un poderoso caballo, vestida la acerada cota, y con cuatro pistoletes (que en aquella tierra se llaman pedre?ales) a los lados¡±, no era otro que el c¨¦lebre bandido catal¨¢n Roque Guinart, trasunto cervantino del hist¨®rico y real bandolero Rocaguinarda, al que quiz¨¢ Cervantes conoci¨® personalmente, de ah¨ª que lo convirtiera en personaje de su novela, bien que con su apellido ligeramente cambiado como tambi¨¦n hiciera con el de Ger¨®nimo de Passamonte (Gin¨¦s en la ficci¨®n quijotesca). Pero, ?en qu¨¦ lugar exacto se producir¨ªa el encuentro?, pienso mientras contemplo el paisaje desde una cafeter¨ªa del Port de La Panadella, en la frontera de las provincias de L¨¦rida y Barcelona, rodeado de jubilados de Martorell que han venido de excursi¨®n y, de paso, a comprar los c¨¦lebres pans de pessec que se fabrican en la panader¨ªa de enfrente. ?Aqu¨ª, en lo que hoy es una gran estaci¨®n de servicio venida a menos desde la construcci¨®n de la autopista de Barcelona a Zaragoza pero que en tiempos fuera un grupo de ventas para viajeros y arrieros cuyas construcciones a¨²n se mantienen en pie, bien que abandonadas ya, o en los intrincados montes que rodean el camino hasta Igualada, la primera gran poblaci¨®n de la provincia barcelonesa? ?En los alrededores de Porquerisses o de Santa Mar¨ªa del Cam¨ª, dos aldeas diminutas cuyos campos de labor se los disputan desde hace siglos una docena de familias que ignoran todo de don Quijote, incluso de la preciosa iglesia rom¨¢nica que pervive adosada a una mas¨ªa en la segunda de las dos aldeas, o en los de Jorba, ya m¨¢s grande y habitada gracias a su cercan¨ªa a Igualada, la capital de la comarca del Anoia y durante mucho tiempo de la industria del papel y de la piel catalanas? ?En qu¨¦ recodo exacto del camino ¡ªpienso mientras lo recorro¡ª ocurrir¨ªa el asalto de los dos capitanes de infanter¨ªa que iban a Barcelona para embarcarse en galeras junto a un grupo de viajeros variopintos, frailes y damas con sus criadas entre ellos, o el encuentro de Roque Ginart con Claudia Jer¨®nima, la muchacha que acababa de matar a su novio por celos? ?En qu¨¦ bosques se ocultar¨ªan durante los tres d¨ªas que don Quijote y Sancho permanecieron con Roque Ginart y sus hombres, acogidos a su protecci¨®n y admirando su modo de vida, que no era precisamente tranquilo: ¡°Aqu¨ª amanec¨ªan, acull¨¢ com¨ªan; unas veces hu¨ªan, sin saber de qui¨¦n, y otras esperaban, sin saber a qui¨¦n¡±?
Sentado en una terraza en la Plaza Mayor de Igualada, poblaci¨®n que hierve de gente no s¨¦ si por la hora o porque es viernes, repaso el camino hecho y pienso qui¨¦nes de todas las personas que me cruc¨¦ por ¨¦l o que ahora veo pasear tranquilamente con sus familias o merendar a mi lado ser¨¢n descendientes de aquellos bandidos que, al parecer, infestaban las sierras del interior catal¨¢n como la Sierra Morena que hace unos d¨ªas cruc¨¦ y que ahora queda tan lejos. Porque lo que resulta claro es que alguno descender¨¢ de ellos.
Los bandoleros catalanes
En su indispensable manual Para leer a Cervantes,el gran medievalista y cervantista catal¨¢n Mart¨ªn de Riquer, citado aqu¨ª varias veces ya, dedica un amplio cap¨ªtulo a explicar el fen¨®meno del bandolerismo en su tierra, mucho menos conocido que otros del resto de Espa?a, pero que, seg¨²n sostiene, tuvo igual o m¨¢s importancia, cuantitativa y cualitativamente, que ¨¦stos. Seg¨²n Mart¨ªn de Riquer, el bandolerismo era un mal end¨¦mico en Catalu?a contra el que luchaban sin ¨¦xito los virreyes de la Corona. Se trataba, adem¨¢s, de un bandolerismo con estrechas relaciones con los gascones franceses, derivado de las antiguas luchas feudales, lo que le daba un matiz pol¨ªtico; de hecho, los bandoleros se divid¨ªan, seg¨²n su origen, en familias, como los nyeros o los cadells, enfrentadas entre ellas a su vez por el dominio de tal o cual regi¨®n o comarca.
Perot Rocaguinarda, uno de sus principales representantes a finales del siglo XVI, aparece en dos obras de Cervantes, El Quijote y La cueva de Salamanca, lo que para Riquer demuestra que el escritor debi¨® de conocerlo personalmente. ?Quiz¨¢ porque lo asalt¨®?
Babelia
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