La ceguera como don
Cada texto de Sacks es una lecci¨®n de montaje, o de edici¨®n. Monta o edita la existencia de sus pacientes
Lo primero que conviene aclarar en un taller de escritura es que la literatura y la vida son territorios aut¨®nomos, incluso cuando aceptemos en toda su extensi¨®n la idea de que la literatura es met¨¢fora de la realidad o no es nada. Como territorios aut¨®nomos, cada uno tiene sus propias leyes. As¨ª, la realidad es la comarca de lo contingente, entendiendo por contingente aquello que puede pasar o puede no pasar, sin que sea posible saber por qu¨¦ pasa o no. En un texto literario, en cambio, todo lo que sucede debe ser necesario. Lo dec¨ªa aquel escritor ruso que ahora no me viene (cuando aparece una pistola en la primera p¨¢gina de un cuento, alguien debe matarse con ella en la ¨²ltima). Por cierto, que la diferencia entre contingencia y necesidad se muestra, con calidades humor¨ªsticas, en Amanece, que no es poco, la pel¨ªcula de Cuerda.
La realidad, en otras palabras, puede permitirse el lujo de ser ca¨®tica porque tiene a su favor el hecho de haber sucedido. Nadie se la plantea en t¨¦rminos de verosimilitud. No leemos la prensa con el mismo tipo de exigencia con el que leemos una novela. Sin embargo, hay discursos que hablando de ella, de la realidad, tienen un comportamiento semejante al literario. Es el caso del historial cl¨ªnico, en el que, cuando es bueno, todas las piezas encajan entre s¨ª como deber¨ªan encajar en un relato. ?A qu¨¦ se debe este misterio? A la mirada del m¨¦dico que, de todo lo que escucha y observa, selecciona y articula solo aquello que puede poner al servicio del sentido.
Oliver Sacks es, desde este punto de vista, un maestro. En Un antrop¨®logo en Marte, por ejemplo, cuenta la historia de un ciego que, cuando se va a casar, en torno a los 40 a?os, decide ir al m¨¦dico para averiguar el origen de su ceguera, sobre el que jam¨¢s se hab¨ªa preguntado. Y resulta que solo tiene unas cataratas, por lo que en buena l¨®gica, si se le operara, volver¨ªa a ver (hab¨ªa perdido la visi¨®n sobre los tres o cuatro a?os). As¨ª se hace, y el hombre recupera la vista para alegr¨ªa de su entorno. Su vida personal, en cambio, se convierte en un infierno. Ya no se atreve a cruzar la calle, que antes atravesaba sin problemas con la simple ayuda del bast¨®n. Y las copas de cristal, sobre el mantel dispuesto para el almuerzo, le parecen objetos amenazantes hasta que logra ¡°verlas¡± con el tacto. La recuperaci¨®n de la vista, en resumen, le ha arruinado la vida. Cuenta entonces Sacks que el hombre no para hasta que logra quedarse ciego de nuevo. ¡°Y en esta ocasi¨®n recibe la ceguera como un don¡±.
He ah¨ª un cuento circular perfecto, obtenido de la bruta realidad, que hasta el mism¨ªsimo Cort¨¢zar habr¨ªa envidiado. Cada texto de Sacks es una lecci¨®n de montaje, o de edici¨®n. Monta o edita la existencia de sus pacientes del tal modo que construye historiales cl¨ªnicos que sirven por igual a la ciencia y a la literatura. Si este hombre no pasara a la historia de la una, deber¨ªa pasar a la de la otra. ?Pero por qu¨¦ no permitirle, como a Freud, tener un pie en cada disciplina?
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