Finanzas de Houellebecq
Bernard Maris, v¨ªctima del atentado de ¡®Charlie Hebdo¡¯, disecciona al escritor franc¨¦s en un libro p¨®stumo. He aqu¨ª un extracto de 'Houellebecq economista'
?Houellebecq habla de econom¨ªa?
No, dir¨¦is, y tendr¨¦is raz¨®n. Como todo gran escritor, habla de lo que habla todo poeta o escritor desde el origen de las palabras o de la escritura, como Homero en la Il¨ªada, en que el destino se ensa?a con H¨¦ctor, como Ronsard en Mozuela, vamos a ver si la rosa, o como Proust en En busca del tiempo perdido: habla de la irreversibilidad del tiempo. ¡°Si hay una idea, una sola, que atraviesa todas mis novelas, hasta la obsesi¨®n quiz¨¢, es la de la irreversibilidad absoluta de todo proceso de degradaci¨®n, una vez iniciado¡±.
Ahora bien, la econom¨ªa liberal se basa en la supuesta inexistencia de la flecha del tiempo, como la mec¨¢nica newtoniana, es decir, en la reversibilidad del tiempo. Los precios suben, pero la ley de la oferta y la demanda los har¨¢ bajar. El paro aumenta, pero el descenso de los salarios lo har¨¢ decrecer, etc¨¦tera. Todo acaba siempre por arreglarse. ?Se agotan los recursos? La productividad resolver¨¢ el problema. ?Desaparecen especies? El hombre crear¨¢ otras. Todo conduce siempre al equilibrio, exactamente como una canica lanzada en un taz¨®n termina por estabilizarse al cabo de cierto n¨²mero de oscilaciones, correspondientes al juego de la oferta y la demanda.
Esta hip¨®tesis de la reversibilidad ha sido criticada, evidentemente, por los economistas historicistas (Marx), as¨ª como por Nicholas Georgescu-Roegen, el ¨²nico que ha tratado de aplicar a la econom¨ªa la idea de entrop¨ªa, y una vez m¨¢s por nuestro querido Keynes, que utilizaba la imagen de la calma despu¨¦s de la tormenta para ilustrar el mito liberal del equilibrio resultante del juego de la oferta y la demanda: despu¨¦s de la tempestad viene la calma, es decir, el equilibrio, s¨®lo que mientras tanto el mundo puede quedar devastado. Pero la corriente dominante de los economistas, los Nobel, los expertos, los consejeros, desprecia a Marx, a Georgescu-Roegen y m¨¢s a¨²n a Keynes.
Houellebecq habla, pues, de econom¨ªa contra los economistas incapaces de concebir ninguna degradaci¨®n o irreversibilidad
Houellebecq habla, pues, de econom¨ªa contra los economistas incapaces de concebir ninguna degradaci¨®n o irreversibilidad. Cada cual inicia su propio proceso de degradaci¨®n envejeciendo. No hay una segunda oportunidad. (...) La vida no se repite.
?Es esta degradaci¨®n lo que est¨¢ en el origen del mal que generan los machos? Sin duda. Las mujeres, en cambio, sufren la violencia, la tortura, los golpes, como todos los d¨¦biles, como el peque?o Bruno, de Las part¨ªculas elementales, que en el internado sufre la tortura de los fascistones de su dormitorio y la repugnante risa de los vencedores. Burla y cinismo, las ubres de nuestra civilizaci¨®n.
Este mundo, nuestro mundo, se hunde en el horror y el desorden, a pesar del aumento de la esperanza de vida, ese se?uelo que no hace otra cosa que prolongar vidas fracasadas como las cremas antienvejecimiento prolongan la juventud del rostro. Creced, multiplicaos, vivid m¨¢s tiempo, henchid la tierra¡ Al final de vuestra degradaci¨®n volver¨¦is a ser part¨ªculas elementales.
El capitalismo conoce momentos de paz y nuestro poeta se alegra de vivir en un mundo temporalmente apaciguado
Naturalmente, ning¨²n problema humano puede resolverse sin la estabilizaci¨®n de la poblaci¨®n mundial, sin la gesti¨®n inteligente de los recursos renovables, sin la vuelta a una econom¨ªa c¨ªclica y no de crecimiento, sin prestar atenci¨®n a los peligros clim¨¢ticos¡ Y Houellebecq explica que siente como una misi¨®n el dar testimonio de nuestro mundo: ¡°Siempre he preferido la poes¨ªa, siempre he detestado contar historias. Pero sent¨ª [¡] algo parecido a una especie de deber [¡]; me requer¨ªan para salvar los fen¨®menos¡±.
Por eso escribe Ampliaci¨®n del campo de batalla: ¡°Es un libro saludable y creo tambi¨¦n que no podr¨ªa publicarse hoy d¨ªa, porque nuestras sociedades han llegado ya a ese estadio terminal en que se niegan a reconocer su malestar¡±. Y por eso escribe El mapa y el territorio, donde el protagonista, Jed Martin, salva los fen¨®menos, los objetos y el espacio con sus fotos, con sus cuadros, y adem¨¢s los oficios de esta ¨¦poca de hierro en que el crecimiento y la competencia estaban a¨²n a la orden del d¨ªa. Da testimonio de nuestra ¨¦poca de competencia y globalizaci¨®n econ¨®mica. Da testimonio. Del sentido del bien y del mal en la civilizaci¨®n comercial y t¨¦cnica.
Es verdad que el capitalismo conoce momentos de paz y nuestro poeta se alegra de vivir en un mundo temporalmente apaciguado en el que la renuncia a la violencia f¨ªsica como modo de solucionar conflictos le parece una de las pocas ventajas del paso a la edad adulta. Bienaventurados los mansos. Bienaventurados los vencidos. Bienaventurados aquellos a quienes Nietzsche calificaba de resentidos y esclavos, por quienes un hombre que se hizo pasar por Dios sufri¨® el suplicio de los esclavos, la crucifixi¨®n.
Pero Michel Houellebecq no es cristiano, porque no puede perdonar. El odio a los dem¨¢s, a su madre, a los torturadores del dormitorio, a ese muchacho que baila con la chica a la que desea, el sufrimiento, las l¨¢grimas fueron heridas incurables y el terreno abonado para su poes¨ªa. Los monstruos le ense?aron a no amarse y a no amar la vida. ¡°Aprender a ser poeta es desaprender a vivir¡±.
Houellebecq economista (Anagrama), de Bernard Maris, se pone a la venta el 16 de septiembre por 14,90 euros (9,99, en formato electr¨®nico). Traducci¨®n de Antonio-Ptometeo Moya.
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