Decepci¨®n
Miedo me daba la continuaci¨®n de 'True Detective'. Y la maldita decepci¨®n ha aparecido. No es mala, pero s¨ª rutinaria, simplemente visible y audible, vulgar
Era frecuente la aparici¨®n del escalofr¨ªo, el mal rollo en el cuerpo y en la cabeza al meterte en la cama, la hipnosis, el clima turbio y desasosegante, la sensaci¨®n del mal y del horror y la tortuosa complejidad de los obsesionados polic¨ªas en descifrar a los monstruos y acabar con ellos, la piedad hacia esos dos hombres irremediablemente infelices y que viven una soledad elegida pero dur¨ªsima o han sido condenados a ella por sus mentiras, en la primera temporada de una serie apasionante, amarga y enfermiza llamada True Detective. Tambi¨¦n es imposible olvidarte del honesto y desesperado destroyer que encarnaba Matthew McConaughey y de ese compa?ero que no entiende las tinieblas del existencialista, pero que tambi¨¦n posee las suyas, aunque sus miserias sean estrictamente humanas.
El list¨®n que hab¨ªan colocado Nic Pizzolatto, esplendido creador y guionista exclusivo de la serie, y el estilo y la atm¨®sfera que le imprim¨ªa Cary Fukunaga, director de todos los cap¨ªtulos, era demasiado alto. Miedo me daba su continuaci¨®n. Y la maldita decepci¨®n ha aparecido. Reconoces el tormentoso universo de Pizzolatto, pero ya no est¨¢ Fukunaga, la dirige diversa gente, y c¨®mo se nota. No es mala, pero s¨ª rutinaria, simplemente visible y audible, vulgar. No s¨¦ si Colin Farrell es buen o mal actor. Solo que me carga. Y me acuerdo de Rustin Cohle y de Martin Hart. Sospecho que a perpetuidad.
Mientras hablo con sus cultivados padres de True Detective, dos criaturas mellizas y encantadoras me cuentan que la serie que les gusta a ellos es Acacias, 38. Me lo explican: ¡°Es de una mam¨¢ a la que le roban su beb¨¦ y de una mala que envenena a su ni?a. Y el pap¨¢ dice que la vida es muy corta¡±. Cuando les pregunto que d¨®nde han visto eso me contestan desarmantemente: ¡°En Soria¡±. Voy a pasar de las ficciones de HBO y a bucear en las telenovelas espa?olas de sobremesa. Aseguran que los ni?os siempre dicen la verdad.
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