El rostro como m¨¢scara
En realidad el rostro humano a este fot¨®grafo solo le interesaba como m¨¢scara, cada una con la suya, unipersonal y un¨ªvoca
Hay fot¨®grafos que ven el rostro como un paisaje: cada pliegue un valle, cada arruga un barranco, una mejilla tersa y luminosa una playa, la luz de los ojos un amanecer o una ca¨ªda de la tarde. Esta clase de fot¨®grafos salen de excursi¨®n con la c¨¢mara al hombro por este territorio de la piel y disparan el objetivo como lo hacen los cazadores. Tiran a la pieza que vuela. Alberto Schommer no pertenec¨ªa a este tipo de fot¨®grafos. No era un paisajista sino un espele¨®logo. Sab¨ªa que en el rostro humano se inician distintas galer¨ªas que conducen cada una de ellas a un estrato del alma. En esa oscura charca llena de s¨ªmbolos y peces oscuros se sent¨ªa a sus anchas chapoteando hasta encontrar la mejor sombra. Aunque su obra es extensa y abarca la segunda mitad del siglo XX, Schommer pasar¨¢ a la historia por sus retratos psicol¨®gicos como uno de los grandes artistas de la imagen. Sus criaturas deseaban ser manipuladas por ¨¦l con tal de formar parte de ese relato de la Transici¨®n. Ten¨ªa autoridad para hacer levitar al cardenal Taranc¨®n y que se dejara atar las manos con una soga. Ped¨ªa a un l¨ªder pol¨ªtico que se metiera en un envoltorio de plexigl¨¢s y obedec¨ªa. Pintores, escritores, cantantes, personajes exc¨¦ntricos, serios o vanidosos fueron reducidos en su estudio a figuras de circo a las que hac¨ªa pasar por el aro o les obligaba a adoptar posturas de equilibrista antes de disparar hacia el techo la descarga de magnesio. Lo hac¨ªa cuando percib¨ªa que el alma de su criatura hab¨ªa aflorado en el rostro como una leve pasi¨®n que emerge de la gruta de la memoria.
Guardo un recuerdo personal de este artista. Por lo que a m¨ª respecta, me oblig¨® a apoyarme con el codo de forma displicente en una columna d¨®rica. Hizo que cambiara de postura, gesto y mirada durante media hora a su antojo y tal vez cuando vio que un soterrado cabreo me sub¨ªa hasta los ojos dispar¨® la ¨²ltima bala. Entonces Schommer me parece que se dijo: ya eres m¨ªo, ya te he cazado. En realidad el rostro humano a este fot¨®grafo solo le interesaba como m¨¢scara, cada una con la suya, unipersonal y un¨ªvoca.
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