El fantasma del ¨¦xodo, cruel materia literaria
El drama de Siria que atraviesa los caminos de Europa recuerda episodios similares a lo largo de la historia y c¨®mo los escritores los plasmaron en sus obras. Varios autores de hoy invitan a su lectura
Un ¨¦xodo lento de africanos surca el mediterr¨¢neo desde hace varios a?os... Ahora, una multitud errante viene de Oriente. En alg¨²n lugar de esa ruta y en medio de esa multitud, una madre agotada lleva en la espalda a su ni?a que sonr¨ªe y saluda con su manita, ajena al dolor de la huida. Al final del camino habr¨¢n recorrido unos tres mil kil¨®metros desde Siria debido a la guerra civil. Y solo es la primera estaci¨®n.
No se sabe c¨®mo plasmar¨¢ la literatura esta huella sombr¨ªa. Por lo pronto, varios escritores y pensadores desandan el rastro que han dejado en los libros, a lo largo de la historia, migraciones, di¨¢sporas, ¨¦xodos y exilios.
¡°Para recordar que no hay nada nuevo y que todo es siempre nuevo, para recordar que somos, sobre todo, migrantes, fugitivos, refugiados, para repudiar a quienes usan esa tradici¨®n para atacar a quienes ahora deben serlo, yo recomendar¨ªa leer ¡ªo releer¡ª el ?xodo: el relato de c¨®mo unos hombres y mujeres decidieron escapar de la esclavitud¡±, dice el periodista y escritor Mart¨ªn Caparr¨®s.
En las ra¨ªces de la literatura occidental Homero habla de ello en Odisea. El fil¨®sofo Javier Gom¨¢ recuerda aquel viaje de regreso de un veterano de guerra como ¡°una met¨¢fora del viaje de la vida humana, pero en particular de quienes viajan por regiones extranjeras. La epopeya contiene el arquetipo de dos actitudes hacia el extranjero: la hospitalidad cosmopolita de los feacios y la hostilidad del c¨ªclope Polifemo. Contiene asimismo el arquetipo de ese sentimiento llamado ¡®nostalgia¡¯. La responsabilidad de ese dolor recae en los hombres, que hacemos mal las cosas. Tambi¨¦n de nosotros depende la soluci¨®n¡±.
La fotograf¨ªa del drama y El Bosco
Y ha tenido que ser la fotograf¨ªa de un ni?o ahogado en una playa de Turqu¨ªa, el pasado 2 de septiembre, para que el mundo reaccionara ante el auxilio de los sirios. El holand¨¦s, Cees Nooteboom estaba concentrado escribiendo un libro cuando vio en la portada de EL PA?S esa imagen que segundos despu¨¦s relacion¨® con un cuadro de El Bosco: ¡°El presente muestra a un hombre de uniforme y botas pesadas con un ni?o en sus brazos. Del ni?o s¨®lo pueden verse las peque?as piernas y sus peque?os pies. Todav¨ªa es tan peque?o que alguien m¨¢s debi¨® haberle puesto los zapatos. Usted sabe inmediatamente que el ni?o est¨¢ muerto, se puede ver en la cara del hombre de uniforme. ?l est¨¢ sufriendo, pero no por s¨ª mismo, sino por el ni?o, el fracaso (quiebra) del mundo. El d¨ªa anterior yo estaba escribiendo sobre El Bosco -el libro a¨²n estaba abierto en mi mesa. En ¨¦l hay un famoso cuadro de un museo en Rotterdam, el Santo Christopher. La historia es muy conocida: Un gigante pagano, Reprobus, encuentra un ni?o en la orilla del r¨ªo y entiende que quiere ir al otro lado. ?l lo levanta sobre sus hombros y vadea a trav¨¦s del agua. En el r¨ªo el ni?o se vuelve m¨¢s y m¨¢s pesado, hasta que casi ya no puede llevarlo. El ni?o es Cristo. Desde entonces el hombre se llama San Crist¨®bal, el hombre que llev¨® a Cristo. ?l es el protector de todos los viajeros. En la pintura, Crist¨®bal tiene la misma actitud que el soldado en la playa turca. Doblado ligeramente hacia adelante, con extremo cuidado lleva al ni?o al otro lado del r¨ªo, donde estar¨¢ a salvo. En el cuadro, ese hombre mira hacia la derecha, al igual que el hombre del presente con el ni?o en brazos tiene su rostro hacia la derecha. Es como si este ni?o tambi¨¦n fuera demasiado pesado, y lo es, por el peso de la muerte. El ni?o era demasiado pesado para Europa, porque Europa no existe. No pod¨ªa llevar a ese ni?o¡±.
Casi 30 siglos despu¨¦s de esa historia, el periodista y escritor Javier Reverte ha recorrido el planeta y ha sido testigo de refugiados como los de la guerra de los Balcanes. Tambi¨¦n ha visto ¡°fotos de caravanas parecidas en los ¨¦xodos de ayer y de hoy, en la guerra de Espa?a por la frontera de Catalu?a (lo cuenta en El tiempo de los h¨¦roes) y en los que escapan del Levante. El drama en sus ojos: los ni?os miran como adultos y los adultos lloran como ni?os¡±. Le recuerdan el William Faulkner de Los invictos, ¡°aquellos d¨ªas del fin de la Guerra de Secesi¨®n cuando miles de negros vagaban por el sur de EE UU. Hu¨ªan, escribe Faulkner, ¡®con las manos vac¨ªas, ciegos para todo aquello que no sea su esperanza o su sino¡±.
Al margen de las masas que huyen de la guerra y la destrucci¨®n, explica Carlos Garc¨ªa Gual, ¡°la vieja Europa ha conocido muchos exiliados por sus ideas pol¨ªticas o religiosas, en aumento desde la revoluci¨®n francesa hasta los totalitarismos del siglo XX¡±. Para este fil¨®logo y experto en el mundo cl¨¢sico, Los exiliados rom¨¢nticos, de E. H. Carr, ¡°¡°evoca como ejemplos a Herzen y Bakunin. Pero fueron muchos los trasterrados europeos desde esa ¨¦poca , desde Madame de Stael y Karl Marx a poetas como Heine y los polacos Mickiewicz, Slowacki y Krasinski, y el italiano Foscolo, y Blanco White, etc¨¦tera; en el siglo XX la lista se vuelve inacabable: desde Lenin a Thomas y Heinrich Mann, y Nabokov , Cioran y Milosz, y Rafael Alberti y Cernuda y Le¨®n Felipe y tantos y tantos ¡®espa?oles del ¨¦xodo y el llanto¡¯. Aunque el destierro de poetas y pol¨ªticos no suele ser tan angustioso y m¨ªsero como el de los miles que huyen de la matanza, en uno y otro caso emite el mismo clamor de denuncia del terror y la opresi¨®n, y el ansia de libertad que ha dejado un rastro emotivo en la conciencia y la literatura europea".
Elvira Lindo abord¨® el tema en un art¨ªculo de EL PA?S en el que cita los ejemplos de Stefan Zweig, Joseph Roth o Soma Morgenstern. La escritora escribe: "El haber transitado de un libro a otro por esa ¨¦poca de hace menos de un siglo en la que miles de personas buscaban un lugar sobre la tierra en donde no ser torturadas, encarceladas y asesinadas, me ha llevado a pensar, c¨®mo no, en los acontecimientos de estos d¨ªas".
Esquirlas de la II Guerra Mundial que a Elvira Navarro le recuerdan la Suite francesa, de Ir¨¨ne N¨¦mirovski. Su lectura, afirma, ¡°es para no olvidar que en el coraz¨®n de Europa se han vivido ¨¦xodos como el de estos d¨ªas¡±. Andr¨¦s Neuman cita otro N¨¦mirovsky, Nieve de oto?o, ¡°una novelita que expone un doble ¨¦xodo: el de una familia de arist¨®cratas rusos que sale huyendo tras la Revoluci¨®n de Octubre, pero tambi¨¦n el de la anciana criada que los sigue, pues su lugar parece estar ya, ir¨®nicamente, m¨¢s junto a sus se?ores que junto a los revolucionarios en teor¨ªa destinados a liberarla del vasallaje¡±.
Lo sabe bien la autora checa Monika Zgustova: ¡°Como refugiada pol¨ªtica, el tema del exilio me parece esencial; mis novelas siempre hablan de ¨¦l. La obra que logr¨® cambiar mi visi¨®n del mundo es Mi vida, mi libertad,de la refugiada somal¨ª Ayaan Hirsi Ali¡±.
Espa?a no ha sido ajena a esas huellas. Su misma posici¨®n geogr¨¢fica la convierte en cruce de caminos. ¡°Parece que hemos olvidado que nosotros tambi¨¦n tuvimos una guerra, con vencedores, vencidos, muertos y refugiados¡±, lamenta Clara Us¨®n. Y cita Los rojos de ultramar, de Jordi Soler, que ¡°narra el exilio de su abuelo, quien tras pasar por un campo de refugiados en Francia, fund¨® en M¨¦xico una colonia de exiliados republicanos, desde la que aliment¨® su nostalgia y urdi¨® planes insensatos para matar a Franco¡±.
Y all¨¢, Am¨¦rica Latina, tambi¨¦n ha sido surcada por millares de refugiados y desplazados. Uno de los libros que mejor lo cuenta es, seg¨²n Horacio Castellanos Moya, Los migrantes que no importan, del periodista salvadore?o ?scar Mart¨ªnez. ¡°Para los centroamericanos¡±, agrega Castellanos, ¡°la migraci¨®n hacia EE UU, a trav¨¦s de M¨¦xico, ha sido un fen¨®meno intenso, desgarrador, donde se cometen atrocidades¡±.
Caminos que pueden ser liberadores pero que llevan al exilio, o que condenan a ¨¦l, como lo vivido por el poeta turco Nizam Hikmet, recordado por Santiago Gamboa: ¡°Nunca pudo regresar a Estambul, su ciudad, y por eso el exilio fue uno de los motores de su poes¨ªa y de su vida. Pod¨ªa sentirse bien en otros lugares, amar en otros lugares, pero era un hombre mutilado¡±.
Una aproximaci¨®n a la mara?a de estas huellas contempor¨¢neas la ofrece, dice Laura Restrepo, ?xodos, del fot¨®grafo brasile?o Sebasti?o Salgado: ¡°No se queda en la presentaci¨®n de la v¨ªctima, que llama a la conmiseraci¨®n al centrarse en un rostro, pero que al mismo tiempo reduce la tragedia a dimensiones manejables. Sus fotograf¨ªas de grupos masivos nos enfrentan a la magnitud inimaginable, infinita, de esa humanidad an¨®nima que se desangra por los r¨ªos caudalosos de la migraci¨®n¡±. Una historia sin fin engendrada en el origen del mito m¨¢s popular cuando Ad¨¢n y Eva son desterrados de su para¨ªso.
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