P¨¢nico
Las patadas de la reportera h¨²ngara y la zancadilla a un hombre que intenta romper el cerco con su hija en brazos provocan entre estupor y asco
Es discutible y arriesgada esa sentencia (?o fue un eslogan publicitario?) convencida de que una imagen vale m¨¢s que mil palabras. Unas veces s¨ª y otras no. Depende de la capacidad de sugerencia de esa imagen y del valor o la inteligencia de esas mil palabras. Hemos visto im¨¢genes que captan el horror en estado puro y que provocan en el receptor estupor y compasi¨®n en grado extremo. El fot¨®grafo Kevin Carter capt¨® a un beb¨¦ africano y esquel¨¦tico agonizando en el suelo y al que acechaba al lado un paciente buitre. Gan¨® el Pulitzer con ese documento escalofriante, pero tambi¨¦n fue acusado de no hacerse cargo del ni?o despu¨¦s de fotografiarlo. Al parecer no era cierto. La criatura estaba al lado de un centro de acogida. Un tiempo despu¨¦s, Carter se suicid¨®. ?Acumulaci¨®n de espanto, depresi¨®n, impotencia, soledad, sentido de culpa? Vaya usted a saber.
La reportera h¨²ngara responsable de filmar la realidad desesperada de tanta gente en busca de refugio, supuestamente no posee la naturaleza de un buitre ni tiene su sanguinaria paciencia. Sus patadas a una ni?a y la zancadilla a un hombre que intenta romper el cerco con su hija en brazos (a lo peor estaba convencida, como los precavidos Fern¨¢ndez D¨ªaz y Maroto, de que esos ni?os eran infiltrados yihadistas) provocan entre estupor y asco.
Cuenta la dama que sufri¨® un ataque de p¨¢nico y se pregunta qu¨¦ va a ser de sus hijos al haber perdido el curro. La psiquiatr¨ªa y los investigadores de los efectos de algunas drogas tienen la imposible misi¨®n de encontrar nuevos or¨ªgenes de los ataques de p¨¢nico. Tal vez solo se trate de un ataque de hijoputez, de sadismo, de ensa?amiento con el d¨¦bil, o de un estado natural y permanente. Esta mujer no solo ser¨¢ comprendida por los que apalean y abrasan a mendigos. Tambi¨¦n por mogoll¨®n de civilizados europeos, pero necesitamos concentrar el mal en alguien concreto. Ya la tenemos. Todos tranquilos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.