El ni?o terrible
Bercot reflexiona sobre el sistema social franc¨¦s por medio de una pel¨ªcula vigorosa
En el ¨²ltimo plano de La cabeza alta, quinta pel¨ªcula de la francesa Emmanuelle Bercot, un joven baja las escaleras del Palacio de Justicia. Apenas tiene 18 a?os, pero el edificio casi ha sido su casa durante una d¨¦cada completa. 10 a?os en los que las personas que mejor han acabado conoci¨¦ndolo son la juez de menores, su abogado, el fiscal y su educador social. Pero, ?es un delincuente o una v¨ªctima? ?Una mala hierba o un producto de nuestro presunto estado de bienestar? ?Ha hecho el estado suficiente por enderezar su comportamiento? ?O ha hecho m¨¢s a¨²n que lo suficiente, m¨¢s que todo lo posible, porque simplemente era imposible? Bercot reflexiona sobre el sistema social franc¨¦s por medio de una pel¨ªcula vigorosa, m¨¢s desequilibrada en su forma que en su fondo, que pese a una cierta reiteraci¨®n, desde luego inspirada por las reincidencias del menor, mantiene la intensidad por la fuerza de su mirada y la ausencia de esquematismos en el retrato de los guardianes del chico.
El ni?o terrible
Direcci¨®n: Emmanuelle Bercot.
Int¨¦rpretes: Rod Paradot, Catherine Deneuve, Benoit Magimel, Sara Forestier.
G¨¦nero: drama. Francia, 2015.
Duraci¨®n: 120 minutos
Por el relato pululan la posibilidad del racismo en el tratamiento de los menores por parte del sistema, el aprovechamiento de los subsidios para j¨®venes, los encomiables esfuerzos de la mayor¨ªa de los profesionales encargados de su educaci¨®n, la desidia de unos pocos y, como eje, las explosiones de violencia de un chaval que parece carne de presidio desde los ocho a?os. Con una puesta en escena menos pedestre que la de El viaje de Bettie, su anterior pel¨ªcula, Bercot aplica sin embargo un extra?o tratamiento musical en el que cuando dominan la electr¨®nica y el hardcore, la historia se enciende, pero en el que sorprende la cabezoner¨ªa y la poca originalidad a la hora de elegir el tr¨ªo n? 2, opus 100, de Schubert, y Spiegel im spiegel, de Arvo P?rt, cuando las han utilizado antes otros cien mil directores y mucho mejor encajadas.
Como Bercot muestra sin juzgar, casi todo acaba funcionando. Pero las pel¨ªculas hay que acabarlas con una imagen, con un joven esposado o en cambio en el camino de la rectitud, y entonces toma partido. Es su apuesta. Ahora corresponde al espectador ser el juez de menores cin¨¦filo y decidir sobre lo visto en la pantalla.
Babelia
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