La toma de decisiones
Baltasar Korm¨¢kur pasa por alto el gran asunto a tratar en su pel¨ªcula 'Everest': el oficio de guiar en alta monta?a
Han pasado m¨¢s de dos d¨¦cadas desde que la obra de Jon Krakauer, Into thin air (aqu¨ª titulada Mal de altura) se colase en las estanter¨ªas preferentes de las librer¨ªas como un best-seller capaz de saltar a la gran pantalla. Las expectativas se diluyeron y nadie quiso o supo adaptar este drama en el Everest. Tampoco es de extra?ar: el alpinismo se explica con enorme dificultad, porque ni es un deporte ni mucho menos es un pasatiempo de adrenalina f¨¢cil en el que inevitablemente se dan tragedias del tama?o de la que relata Krakauer.
Para algunos, el alpinismo no necesita explicarse, pero si se explica sin profundizar en sus ra¨ªces es muy f¨¢cil caer en los clich¨¦s, o acabar filmando un esperpento como L¨ªmite vertical. El director island¨¦s Baltasar Korm¨¢kur elige en la figura del gu¨ªa de monta?a neozeland¨¦s Rob Hall un h¨¦roe sobre el que edificar el relato de su reci¨¦n estrenado Everest, pero al escoger este atajo renuncia a indagar en serio tanto en la psicolog¨ªa de los alpinistas de verdad como en la de los que juegan a serlo. Pero, sobre todo, pasa por alto el gran asunto a tratar: el oficio de guiar en alta monta?a.
Un gu¨ªa bien formado no tiene que demostrar que es el m¨¢s fuerte, ni el m¨¢s t¨¦cnico, ni el mejor vestido, ni el m¨¢s guapo, porque en realidad se le paga para que tome las decisiones correctas en un terreno hostil. Everest pasa de puntillas sobre unos hechos sin los cu¨¢les no hubiera habido historia, a saber los errores acumulados cometidos tanto por la agencia de gu¨ªas de Rob Hall como por la de Scott Fischer. La toma de decisiones es la piedra angular del oficio de guiar, y ambos gu¨ªas decidieron en mayo de 1996 seguir monta?a arriba pese a conocer de antemano que se avecinaba una tormenta. Tampoco supieron ponerse de acuerdo acerca de algo tan fundamental como qui¨¦n deb¨ªa colocar las cuerdas fijas en la parte superior de la monta?a as¨ª como los dep¨®sitos de ox¨ªgeno embotellado. Todo esto provoc¨® un atasco, mucha p¨¦rdida de tiempo y clientes agotados. Adem¨¢s, Rob Hall no supo negar la cima a un cliente al que estimaba y eso los mat¨® a ambos.
En la obra de Krakauer no hay h¨¦roes, pero si un antih¨¦roe encarnado en la figura del gu¨ªa ruso Anatoli Boukreev. Krakauer se ensa?¨® tanto con ¨¦ste ¨²ltimo, que casi le oblig¨® a contar su verdad en otro libro, cosa que acab¨® haciendo en La escalada. Tr¨¢gicas ambiciones sobre el Everest. En el filme de Korm¨¢kur, Boukreev pasa de puntillas, pero ¨¦ste y Krakauer mantuvieron un litigio de un a?o en el que el segundo acusaba al gu¨ªa de negligencia al escalar sin ox¨ªgeno embotellado y de abandonar a sus clientes una vez hollada la cima. Boukreev explic¨® que ese d¨ªa hab¨ªa cuatro gu¨ªas m¨¢s trabajando con ¨¦l y que estos se deb¨ªan bastar para conducir a los clientes al campo IV. Mientras, ¨¦l retomar¨ªa fuerzas y regresar¨ªa monta?a arriba con suplemento de ox¨ªgeno embotellado. Pero la tormenta estall¨® y no hubo manera de reconducir a los clientes. A cambio, Boukreev fue el ¨²nico que arriesg¨® su vida para rescatar de noche y en la tormenta a tres monta?eros despu¨¦s de suplicar ayuda de tienda en tienda y comprobar como, por agotamiento o indiferencia, todas las cremalleras se cerraban en sus narices. Boukreev sostuvo (hasta su muerte en la Sur del Annapurna I, en 1997) que de haber descendido al ritmo de sus clientes tambi¨¦n hubiese perecido sin poder salvar a nadie. La toma de decisiones, el miedo, la honestidad, el ego¡ temas que hubiesen dado alma a un Everest que se queda en espectacular telefilme de sobremesa.
Babelia
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