La barbarie de la frontera
Santiago Castellanos novela la irrupci¨®n de los godos en el imperio romano en el siglo IV y se?ala las semejanzas de aquella ¨¦poca con la actual
En un solar en via Mocenigo, muy cerca del Vaticano, una corneja desmembraba a una paloma gris que, tendida en el suelo con las alas abiertas, remedaba sin pretenderlo el signum de las legiones, el ¨¢guila. El lugar era bastante passoliniano pero la imagen hac¨ªa pensar en la batalla de Adrian¨®polis ¨Cese gran desastre militar-, el ascenso de los godos y la ca¨ªda del imperio romano. Probablemente era el efecto de viajar a Roma con Santiago Castellanos, doctor en Historia por la Universidad de Salamanca, profesor de Historia Antigua en la de Le¨®n y novelista autor de la reciente Barbarus (Ediciones B, 2015), en la que se relatan los dram¨¢ticos sucesos que condujeron al asedio y saqueo de la gran urbe, caput mundi, por Alarico y sus visigodos en el 410.
Castellanos (Logro?o, 1971), admirador confeso del Juliano el Ap¨®stata de Gore Vidal (¡°salvo que Juliano nunca fue ap¨®stata, pues nunca crey¨® en el Dios cristiano¡±), centra su novela hist¨®rica en una pareja de godos, hombre y mujer, cuyas muchas y dram¨¢ticas vicisitudes, tan parecidas a las que est¨¢n viviendo millares de personas en el nuevo flujo migratorio, seguimos desde que son ni?os, en el 376, en la Gothia, al norte del Danubio, hasta que el asalto de los b¨¢rbaros, sus compatriotas, les pilla residiendo en Roma, donde viven como emigrantes. La ficci¨®n ¨C¡°trasladando las inquietudes profesionales del historiador al gran p¨²blico¡±- permite al autor adentrarse en la turbulenta ¨¦poca de manera mucho m¨¢s directa y personalizada que, por ejemplo, Edward Gibbon en su Decadencia y ca¨ªda del imperio romano, aunque, afirma Castellanos, sin vulnerar nunca la verdad hist¨®rica.
Cual caudillo godo, aunque mucho m¨¢s amable, el profesor condujo a un pu?ado de periodistas por diversos escenarios romanos de su novela subrayando las semejanzas entre la gran crisis del siglo IV y la actual, cat¨¢strofe humanitaria incluida. ¡°Hay muchas concomitancias, aunque por supuesto hablamos de coordenadas hist¨®ricas muy distintas¡±, matiz¨® prudente mientras d¨¢bamos cuenta ¨Cen sillas y no en triclinios- de una comida tard¨ªa en una pizzer¨ªa de la piazza del Risorgimento y ca¨ªan sobre los platos nombres tan poco digestivos como los de Atanarico y Fritigerno. ¡°La quiebra de las clases medias, la crisis fiscal (no hab¨ªa cuentas en Suiza pero s¨ª acumulaci¨®n de oro y los poderosos evad¨ªan al fisco), la corrupci¨®n generalizada, y los problemas y dramas de emigraci¨®n, con los consiguientes choques religioso y cultural son cosas que se dan en el fin del imperio romano de occidente¡±, enumer¨®, ¡°as¨ª como el uso institucional de la violencia y del terror como armas de Estado¡±. Las escenas actuales de refugiados sirios e iraqu¨ªes tratando de entraren Europa no son muy diferentes, dijo, a las que se produjeron cuando los godos, presionados por los hunos ¨Ctan brutales como el Estado Isl¨¢mico-, pidieron ser acomodados tras las fronteras romanas. Uno de los episodios m¨¢s conmovedores de la novela, el de los legionarios y corruptos funcionarios de aduanas romanos canjeando a los godos muertos de hambre perros como comida por sus hijos, para venderlos como esclavos, no se lo ha inventado sino que est¨¢ en Amiano Marcelino, el gran historiador romano de la ¨¦poca al que el escritor ha usado como principal fuente.
La rapacidad romana con los godos, a la que dedica buen espacio Barbarus, es estremecedora y se entiende la revuelta de estos -naci¨®n por su parte inestable, indisciplinada y proclive a la insumisi¨®n- que condujo a la tremenda derrota de las legiones en Adrian¨®polis (378) en la que muri¨® el propio emperador Valente. Castellanos ha querido desmontar t¨®picos y desmitificar la imagen popular de los b¨¢rbaros, ofreciendo una visi¨®n poli¨¦drica. ¡°No eran solo melenudos con barbas y ganas de pelea, estaban muy romanizados y sus ¨¦lites importaban bienes suntuarios romanos, a los que eran muy afectos¡±. Los dos godos protagonistas llegan a Roma desde su arrasada aldea en la lejana Gothia y un campo de refugiados (avant la lettre) y tratan de sobrevivir en la gran urbe que les resulta un lugar extra?o y peligroso. Ello sirve al autor para mostrar los problemas de integraci¨®n y los conflictos de identidad de los extranjeros b¨¢rbaros en la ciudad, una ciudad a la que, recuerda, estaba prohibido entrar en braccae, en pantalones (la indumentaria de los b¨¢rbaros).
Pasear por Roma con Castellanos es un privilegio que permite, adem¨¢s de escucharle eruditas confidencias sobre Gibbon, Momsem y Momigliano o como ¡°a Toynbee Bizancio se la soplaba¡±, avizorar la Historia detr¨¢s de las ruinas o incluso de los modernos bloques de edificios. Es as¨ª cuando, por ejemplo, nos pone de espaldas al foro y, frente al bar Angelino ai Fiori, recrea con la imaginaci¨®n el miserable barrio de la Subura -donde malviv¨ªa hacinado el subproletariado-, uno de los escenarios de Barbarus, y del que hoy no se conserva pr¨¢cticamente nada. Una joven prostituta romana de all¨ª es otro de los personajes principales de la novela. Castellanos est¨¢ explicando que las rameras anunciaban su especialidad con el color del tinte de pelo y que la fellatio ¡°era m¨¢s bien un acto propio del ¨¢mbito privado¡± que de sus servicios cuando nos damos cuenta que el grupo se ha ampliado con numerosos turistas, que encuentran las explicaciones del novelista mucho m¨¢s jugosas que las de sus gu¨ªas.
En el Coliseo, tras hablar del scramasax, el cuchillo multiuso germano que era algo as¨ª como la navaja suiza de los godos, el profesor y novelista abarca con un gesto soberano la grada y arena donde lo dio todo el general M¨¢ximo de Russell Crowe. ¡°Roma es esto, la movilizaci¨®n de recursos para construir algo as¨ª de enorme, he aqu¨ª un buen lugar ¨Cotro ser¨ªa el Muro de Adriano- para percibir la magnitud del imperio¡±. Las luchas de gladiadores, a las que asistimos en la novela cuando uno de los godos es invitado a un show (como espectador y no como artista), ¡°forman parte del ADN del mundo romano¡° y a¨²n se segu¨ªan celebrando a finales del siglo IV (y al menos hasta 435), pese al disgusto de las jerarqu¨ªas cristianas. Castellanos detall¨® el caso de los munera gladiatoria organizados por el pagano Quinto Aurelio S¨ªmaco en 393 y en los que tuvo la mala suerte de que 29 sajones que deb¨ªan combatir sine missione (sin cuartel) se mataron entre ellos en un acto de suicidio colectivo antes de salir a escena. En todo caso, la crisis tambi¨¦n acechaba a los juegos: dejaron de ser rentables cuando se reorient¨® la munificencia p¨²blica hacia la caridad eclesi¨¢stica. La novela recoge adem¨¢s de la retirada de un elefante por falta de casta como si fuera un miura afeitado, el episodio ver¨ªdico de un monje que se lanz¨® cual espont¨¢neo a la arena tratando de detener un combate.
En la novela, cuando se produce el asalto de Alarico, los godos residentes se convierten en una especie de quinta columna. ¡°Eso es hist¨®ricamente veros¨ªmil y hasta muy probable, no solo con los b¨¢rbaros asentados sino con los esclavos¡±. Castellanos elige los Museos Vaticanos para hablar del saqueo. ¡°Las fuentes apuntan que hubo un pacto entre los cristianos y Alarico para que este respetara las propiedades de la Iglesia y sobre todo la antigua bas¨ªlica de San Pedro, la iglesia constantiniana, que est¨¢ aqu¨ª debajo y en la que se refugi¨® una muchedumbre¡±. En cuanto a la virulencia del episodio, matiza que pese a que tradicionalmente se lo describe como una enorme salvajada ¡°hoy se tiende a pensar que la destrucci¨®n material no fue muy grande y que la violencia fue m¨¢s bien selectiva, no hay que olvidar que los godos eran cristianos¡±. Por supuesto, a?ade, ¡°no fue un paseo veraniego¡±; en las tropas de Alarico figuraban contingentes hunos y alanos que se entregaron con frenes¨ª al asesinato y la violaci¨®n, pero probablemente la violencia se centr¨® sobre todo en los particulares, Roma no qued¨® destruida y desde luego no fue el fin del mundo ¨Cde hecho la deposici¨®n del ¨²ltimo emperador de occidente no se produjo hasta 476- . ¡°Lo que s¨ª fue es un shock psicol¨®gico para las gentes de la ¨¦poca, con un impacto semejante al atentado de las Torres Gemelas del 11-S, el mismo sentimiento de vulnerabilidad de la gran potencia atacada en su mismo coraz¨®n¡±. Los paganos vieron un castigo por acabar con los dioses y los cristianos una se?al de que hab¨ªa pasado el momento de la ciudad terrenal y llegaba el de la ciudad de Dios, la nueva Roma de los cielos.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.