Mucho ruido y poca gracia
El permanente ruido que alimenta 'Mi gran noche' solo consigue aturdirme
Independientemente de su sentido de la provocaci¨®n, de la capacidad imaginativa, de un poderoso sentido visual, de la irreverencia, de hacer reconocible su estilo, de la inquebrantable afici¨®n al fin de fiesta m¨¢s aparatoso, la mayor¨ªa de las pel¨ªculas que ha rodado Alex de la Iglesia albergan el bendito prop¨®sito de hacer re¨ªr al espectador. Y, por supuesto, el sentido del humor y de la comicidad de cada receptor var¨ªa. Cada uno tenemos derecho a divertirnos con lo que nos d¨¦ la gana. En mi caso, cuando este director me provoca la risa esta es tan fluida como abundante. Me ocurri¨® con El d¨ªa de la bestia, La comunidad y Las brujas de Zugarramurdi. Pero en otras ocasiones, por m¨¢s ganas que tenga de que me despierte el jolgorio, la carcajada o simplemente la sonrisa, me siento incapaz de ser contagiado por esa pretendida gracia, no le pillo el punto, me aburro cantidad.
Como siempre, albergo expectativas gozosas ante cada nueva criatura de este director. Y aunque el hecho de que una parte notable del protagonismo de Mi gran noche lo ejerza Raphael, un cantante popular y longevo, un icono inmarchitable para sus m¨²ltiples fans ¡ªincluidos integrantes m¨¢s sofisticados de esa cosa tan impostora y grimosa llamada modernidad¡ª, pueda provocarme inicialmente un transparente desinter¨¦s, ya que nunca he incluido sus canciones entre mis gustos mel¨®manos ni tampoco me apasiona su exuberante y teatral personalidad art¨ªstica, conf¨ªo en que Alex de la Iglesia me ofrezca otros atractivos o que haya convertido a Raphael en una especie de Keaton, Chaplin o Woody Allen. En vano.
El esperp¨¦ntico y anfetam¨ªnico circo que ha montado el autor con un mont¨®n de personajes a los que puedes identificar sin el menor margen de duda con la est¨¦tica telecinquera (hablar de ¨¦tica ser¨ªa absurdo, adem¨¢s de idiota), alrededor del ca¨®tico rodaje del programa de Nochevieja, poblado por estrellas descerebradas o mezquinas, figurantes entre pintorescos y pat¨¦ticos y los voraces constructores y directivos de ese negocio tan productivo como grotesco, no consigue hacerme gracia en ning¨²n momento. No me funciona ni la intriga, ni los gags, ni los di¨¢logos, ni las situaciones, ni la fauna que puebla ese escenario presuntamente iconoclasta y delirante. El permanente ruido que alimenta Mi gran noche solo consigue aturdirme. Deduzco que los guionistas se lo han pasado muy bien desarrollando la trama e invent¨¢ndose continuamente irresistibles gracietas, chistes y pasotes, pero me resulta imposible disfrutar de ese presunto derroche de vitalidad, ingenio y sarcasmo. Y es una de las sensaciones m¨¢s ingratas que puedes sufrir como espectador: que intenten todo el rato hacerte re¨ªr y que tu rostro no se altere, que sea de palo, en plan esfinge.
Sorprendentemente, mi anhelo de risa si se cumple en la pel¨ªcula francesa 21 noches con Pattie, dirigida por los hermanos Larrieu, a los que desconoc¨ªa. Me la causa un personaje hilarante que puede desvelar todos los enigmas de la vida y de la naturaleza humana describiendo exclusivamente sus incansables experiencias sexuales. Todo lo que sale de la boca de esta memorable se?ora tiene gracia, incluyendo sus nulos prejuicios ante la necrofilia. La primera parte de esta pel¨ªcula, centrada en la llegada de una mujer al pueblo en el que acaba de morir su libertina y casi desconocida madre, cuyo cad¨¢ver desaparece y aparece cuando el esp¨ªritu de la muerta lo decide, posee agilidad y notable sentido c¨®mico. El final se alarga y decae, pero antes te lo han hecho pasar muy bien.
Igualmente, la secci¨®n oficial ha ofrecido otra pel¨ªcula bastante digna, la islandesa Sparrow. Pero no es de risa. Es el delicado, sensible y veraz retrato de una adolescencia acorralada. La de un chaval que debe ir a vivir con un padre alcoh¨®lico al que casi no ha visto y que representa para ¨¦l la imagen del fracaso absoluto, en un pueblo perdido en medio de fiordos y donde nunca desaparece la luz. Est¨¢ bien descrita esa ¨¦poca mental amenazada por la incertidumbre, el desencuentro con los padres, el miedo, la incomunicaci¨®n, la primera borrachera, el primer polvo, el lacerante sentimiento de p¨¦rdida, el primer amor, la angustia de sentirse solo, la necesidad de ser aceptado por los dem¨¢s, de intentar ponerse un poco de acuerdo con la vida.
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