Muere Carmen Balcells, la gran agente literaria en espa?ol
Nacida en 1930, fue una figura clave en el llamado 'boom' de la literatura latinoamericana
¡°Yo soy un diamante en bruto, soy una lectora pedestre, una analfabeta¡±, sol¨ªa decir de s¨ª misma. Nada m¨¢s alejada de la realidad: era otra de las calculadas argucias que perge?¨®, a lo largo de las casi seis d¨¦cadas durante las que construy¨® su agencia literaria, de las m¨¢s potentes del mundo y que cambiaron para siempre la situaci¨®n de inferioridad del escritor en el mercado editorial. Fue sin duda la art¨ªfice del boom literario latinoamericano, al proteger a entonces semidesconocidos como Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez o Mario Vargas Llosa para que se preocuparan solo por escribir. La apasionada, discreta y contradictoria?Carmen Balcells ten¨ªa raz¨®n en una cosa: era dura como el diamante, lo que explica que estuviera hiperactiva y al frente de su imperio literario hasta la noche del domingo, cuando falleci¨® a sus 85 a?os.
Todo lo que fue lo apuntaba ya de peque?a, mayor de cuatro hermanos criados en las curtidoras y ¨¢ridas tierras de Santa Fe de Segarra (Lleida) donde naci¨® en 1930, en una familia modesta, de un padre inculto pero de una inteligencia que hered¨® y de una madre refinada que la oblig¨® a estudiar peritaje mercantil ¡ªse gradu¨® llena de matr¨ªculas de honor en 1949¡ª por si se arruinaban. Y as¨ª fue: trabaj¨® de secretaria del gremio textil de Terrassa.
Una visita de un empresario brasile?o que quer¨ªa hallar un editor en portugu¨¦s la llev¨® a conocer al rumano Vintila Horia, que ten¨ªa una agencia literaria en Madrid, ACER. Ella le har¨ªa la representaci¨®n en Barcelona. Cuando el escritor gan¨® el Goncourt y se instal¨® en Par¨ªs (1960) se qued¨® con su cartera de autores y se instal¨® por su cuenta. La relaci¨®n con el poeta Jaume Ferran le permiti¨® ver la literatura por otro lado: la entonces seminal ventana de Seix Barral de los Carlos Barral, Josep Maria Castellet, Jaime Salinas y, sobre todo Joan Petit, ¡°la persona de la que m¨¢s aprend¨ª en mi vida, junto, a?os despu¨¦s, con N¨¦lida Pi?¨®n, vital para mi formaci¨®n intelectual y para mi confianza¡±, confesaba.
El mito se forj¨® pronto: tras estudiar como una entom¨®loga el sector editorial, vio un campo pr¨¢cticamente virgen si se pon¨ªa a defender los intereses de los escritores, en especial los de aquellos que cre¨ªa que ten¨ªan val¨ªa literaria y no pod¨ªan dedicar todas sus energ¨ªas a ello por tener que preocuparse de cuestiones materiales. As¨ª captar¨ªa a su ¨²ltimo Nobel, Vargas Llosa: ley¨¦ndole, yendo a buscarle a Londres y ofreci¨¦ndole de su bolsillo (pr¨¦stamo mediante) los 500 d¨®lares que necesitaba mensualmente para dedicarse tan solo a escribir y a acabar una novela, que ser¨ªa Conversaci¨®n en la Catedral. Se gan¨® as¨ª una amistad de acero.
El escaso dominio del ingl¨¦s la aboc¨® a leer todo lo que pudo en castellano y en especial de escritores de Am¨¦rica Latina, por donde en 1965 hizo un periplo contactando con la mayor¨ªa de los que conformar¨ªan el boom. Una mina. Ah¨ª contact¨® con Garc¨ªa M¨¢rquez, con unos inicios no muy prometedores: cuando, ufana, le dijo que le hab¨ªa conseguido un acuerdo con la norteamericana Harper & Row para que le publicara en ingl¨¦s por 1.000 d¨®lares, le espet¨® el autor colombiano: ¡°Es un contrato de mierda¡±.
Lograrlo todo
Parec¨ªa conseguirlo todo: desde folios para que escribieran, a buscar colegios para sus hijos y organizar fiestas de aniversario pasando por buscar m¨¦dicos especialistas o incluso adelantar un pr¨¦stamo para que Ana Maria Matute pudiera comprarse un piso. Pero no solo era cuesti¨®n de factor humano: fue una pionera en su sector, implantando las cl¨¢usulas de cesi¨®n por tiempo limitado de derechos y dividi¨¦ndolos a partir de derechos electr¨®nicos o por adaptaciones al cine o al teatro o televisi¨®n. Los editores la tem¨ªan.
Lo pod¨ªa controlar todo porque todo lo anotaba en unos ya m¨ªticos cuadernos de hojas amarillas cuadriculadas. Esa misma inquietud y af¨¢n la llev¨® a fundar en los setenta RBA, hoy una gran editorial. Luego opt¨® por quedarse con su agencia y sus autores, haciendo de Mam¨¢ Grande, como la bautizaron parafraseando un libro de Gabo. Y cre¨® una superagencia, que lleg¨® a tener cuatro decenas de trabajadores. La n¨®mina a los que ayud¨® supera el centenar de nombres, con seis premios Nobel entre ellos: Garc¨ªa M¨¢rquez, Vargas Llosa, Cela, Miguel ?ngel Asturias, Vicente Aleixandre y Neruda, y autores como Cort¨¢zar o Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n. Ese cat¨¢logo fue su mayor gloria y, en estos ¨²ltimos a?os, su pesadilla puesto que sobre ¨¦l acecharon muchos competidores.
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