?Farsante o iluminado?
Por el vest¨ªbulo del hotel Mar¨ªa Cristina pasea con un traje de gala Alejandro Cao, el ¨²nico representante occidental de la dictadura de Corea del Norte
Emmanuel Carr¨¨re ya ha resuelto en diversas ocasiones el dilema. El escritor franc¨¦s encar¨® la biograf¨ªa de Philip K. Dick en 1993 en Yo estoy vivo y vosotros est¨¢is muertos narr¨¢ndola de forma novelada y a trav¨¦s de las otras vidas por las que Dick se cre¨ªa pose¨ªdo. Despu¨¦s, en 1999, ahond¨® en El adversario en la vida de Jean-Claude Romand, quien en 1993 hab¨ªa matado a su esposa, sus hijos y sus padres tras estarles casi dos d¨¦cadas minti¨¦ndoles sobre su trabajo. Finalmente, traslad¨® en Lim¨®nov sus impresiones, charlas y retazos vitales del escritor, pol¨ªtico y aventurero ¨Cpor resumir en tres sustantivos su existencia- sovi¨¦tico nacido en Ucrania Eugene Lim¨®nov. ?C¨®mo escribe uno de personajes reales? ?Qu¨¦ haces cuando enfrente tienes a un ser humano tan farsante como genial, tan complejo como extra?o, fascinante y aborrecible?
En el festival de San Sebasti¨¢n se proyecta el documental The Propaganda Game, de ?lvaro Longoria, que indaga en la manipulaci¨®n y la propaganda que sufre tanto en su interior como de fronteras afuera Corea del Norte. Convertido en el ¨²ltimo pa¨ªs del mundo cerrado a cal y canto, Longoria solo encontr¨® una manera de poder acceder a ¨¦l: el arist¨®crata catal¨¢n Alejandro Cao de Ben¨®s, el ¨²nico representante occidental de Corea del Norte. En concreto es delegado especial honorario de ese pa¨ªs y delegado especial del Comit¨¦ de Relaciones Culturales con Pa¨ªses Extranjeros. En Corea del Norte se lo conoce por el nombre de Choseon-il (Corea es una). Y como lo mejor para hablar de manipulaci¨®n y propaganda es hacer manipulaci¨®n y propaganda, Cao lleva tres d¨ªas sentado en la cafeter¨ªa del hotel Mar¨ªa Cristina, con un onomatop¨¦yico uniforme militar desbordado de medallas y una aplastante gorra de plato. En pantalla, Longoria descart¨® la idea de que fuera el protagonista porque ¡°es un personaje interesante, pero no deja de ser una curiosidad¡±. En persona, es el mejor reclamo publicitario.
Uno duda ante alguien como Cao: ?es un farsante?, ?de verdad se cree lo que va diciendo?, ?o sencillamente es un enfermo mental devenido en iluminado de la causa? Y entrando en materia: ?merece la pena charlar con ¨¦l o por miedo a empatizar es mejor observarlo de lejos? ?Y m¨¢s a¨²n: qu¨¦ har¨ªa Carr¨¦re?
Cada periodista que sale de entrevistarle se va sonriendo. Cao regala pins coreanos, suelta boutades lapidarias como que, al fin y al cabo, el gobierno ¨Cpor favor, c¨®mo que dictadura- de Kim Jong-un tiene tanto amplio apoyo popular como el de Franco, y que por eso el espa?ol muri¨® en la cama. Habla de limpieza, de libertad, de que ning¨²n periodista contrasta lo contado sobre Corea del Norte -?c¨®mo hacerlo si no hay prensa libre ni acceso de sus ciudadanos a cualquier red social?-. Ah¨ª est¨¢ ¨¦l, que vive parte del a?o en Vespella de Gai¨¤ (Tarragona) y parte en Corea del Norte como fuente de informaci¨®n contrastada y ecu¨¢nime. Ah, y por favor, no lleva uniforme: es un traje de gala.
Quienes le rodean creen que vive de su agencia de viajes: solo los equipos de televisi¨®n que le pagan a ¨¦l pueden acceder a un tour absolutamente vigilado y obligatoriamente acompa?ado por Corea del Norte. Pero no aclaran si empez¨® crey¨¦ndoselo y ahora vive del cuento o en qu¨¦ estado actual est¨¢ su salud mental. As¨ª que mejor espiarle en la lejan¨ªa, encajando sus muchas carnes en los peque?os sillones del Mar¨ªa Cristina, y fantasear con lo que pensar¨¢ cuando vaya a apagar la luz cada noche: ?Otro d¨ªa que he vivido del cuento o buenas noches, L¨ªder Supremo?
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