Lo que de verdad ver¨ªa en el cine
El festival de San Sebasti¨¢n dedica un ciclo a Cooper y Schoedsack, directores de ¡®King Kong¡¯
Si de verdad usted le preguntara a un periodista qu¨¦ le gustar¨ªa estar viendo en San Sebasti¨¢n, que desear¨ªa que apareciera en pantalla cuando se apagaran las luces de cualquier sala, la mayor¨ªa responder¨ªa: el ciclo de Cooper y Schoedsack. Y si no les suena al nombre, al menos s¨ª una de sus pel¨ªculas: King Kong. Y con eso est¨¢ todo dicho.
Cooper y Schoedsack fueron un matrimonio art¨ªstico de circunstancias. Nacidos ambos en 1893, se conocen ¨Ctras haber combatido en la I Guerra Mundial- en febrero de 1919 en Viena, cuando los dos est¨¢n esperando para ayudar al ej¨¦rcito polaco que intenta parar al imperio sovi¨¦tico. Si Schoedsack, enorme operador, amanta de aventuras, poes¨ªa talento para su campo, lo de Merian R. Cooper era otra cosa. Un bigger tan life. Quim Casas, coeditor del libro dedicado a sus figuras, no puede por menos que admirarse del documental que en 2005 realizaron Kevin Brownlow y Christopher Bird sobre Cooper: ¡°Tiene m¨¦rito contar la vida y obra de Merian C. Cooper en 57 minutos teniendo en cuenta su agitada experiencia como combatiente, aventurero, aviador, viajero y documentalista, la participaci¨®n en no pocas innovaciones tecnol¨®gicas (el color de tres tiras, el Cinerama), su fecunda labor como productor de RKO en los treinta, su asociaci¨®n con John Ford y las pel¨ªculas que dirigi¨® con Ernest B. Schoedsack. Pues solo 57 minutos han necesitado Kevin Brownlow y Christopher Bird para concentrar la experiencia vital de Cooper en I¡¯m King Kong!: The Exploits of Merian C. Cooper (2005), un recorrido r¨¢pido y preciso a la biograf¨ªa del cineasta. Complemento perfecto para cualquiera de sus pel¨ªculas, cuenta con narraci¨®n de Alec Baldwin y m¨²sica de Carl Davis, utiliza escenas de todos los filmes, entrevistas y material de archivo con im¨¢genes in¨¦ditas¡±.
En San Sebasti¨¢n el brit¨¢nico Brownlow ha acompa?ado con su presencia y sus palabras el ciclo. Brownlow es un dios para los conservadores e historiadores cinematogr¨¢ficos. Hombre de gran curiosidad, experto en el cine mudo, director de vibrantes restauraciones como la del Napole¨®n de Abel Gance, realizador de muy diversos documentales dedicados a Abel Gance, David Lean, a los pioneros de Hollywood, a Lon Chaney, Greta Garbo, Cecil B. De Mile, Harold Lloyd o Buster Keaton, prol¨ªfico escritor de libros de historia del cine¡ Y no solo eso: es el ¨²nico investigador que ha sido galardonado con el Oscar honor¨ªfico, un premio que recibi¨® la misma noche en la que tambi¨¦n fueron homenajeados Jean-Luc Godard, Eli Wallach y Francis Ford Coppola.
Y todo eso hace tan especial un ciclo dedicado a ¨Ccomo apunta Brownlow- ¡°un extraordinario hombre [Cooper] que ide¨® esta fantas¨ªa imposible, King Kong, un desconocido cuya vida es tan emocionante como cualquiera de las que llev¨® a la pantalla¡±. Cooper y Schoedsack codirigieron dos piezas maestras del documental g¨¦nero, Grass (1925) y Chang (1927): la primera muestra el d¨ªa a d¨ªa de una tribu n¨®mada de Persia; la segunda retrata la curiosa relaci¨®n entre un nativo de la selva de Siam y un peque?o elefante. Despu¨¦s realizaron la primera versi¨®n sonora de The Four Feathers (Las cuatro plumas, 1929). En los a?os treinta llegaron sus mejores momentos: The Monkey¡¯s Paw (1933), Una aventura en la niebla (1933), Los ¨²ltimos d¨ªas de Pompeya (1935), Trouble in Morocco (1937) y Outlaws of the Orient (1937. De King Kong, ellos mismos hicieron una continuaci¨®n, El hijo de Kong (1933), y una derivaci¨®n: Mighty Joe Young (El gran gorila) (1949). Cooper acab¨® convertido en uno de los grandes productores de la RKO y en el protector de John Ford cuando fundaron la peque?a compa?¨ªa independiente Argosy Pictures: de ah¨ª salieron, entre otras, El fugitivo (1947), Fort Apache (1948), R¨ªo Grande (1950), El hombre tranquilo (1952) y Centauros del desierto (1956). Schoedsack sufri¨® heridas en sus ojos durante la II Guerra Mundial cuando se le cay¨® la m¨¢scara durante unas pruebas de equipo fotogr¨¢fico a gran altitud, y por ello solo dirigi¨® al final de la contienda El gran gorila.
Ambos eran audaces y valientes. Si sus t¨ªtulos, aun con todo, no les dan ganas de ir al cine, vayan al menos en reconocimiento a dos vidas exprimidas hasta sus ¨²ltimas gotas.
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